El chiringuito financiero de la familia de Posada es ahora el Banco de las cajas andaluzas

Hoy, a punto de cumplir los 66 años y más de 25 de ellos como presidente de Unicaja, Braulio Medel Cámara tiene fama de hueso difícil de roer. Pero a finales de 1991, con 44 años recién cumplidos, Medel se llevó el susto de su meteórica vida profesional.

Catedrático de Hacienda Pública de la Universidad de Málaga, en 1987 dejó la viceconsejería de Economía y Hacienda de la Junta de Andalucía para hacerse cargo de la Caja de Ahorros de Ronda. Llegó con un encargo, convertirla en la mayor caja de Andalucía. En apenas cuatro años ya lo había logrado, fusionándose, el 13 de marzo de 1991, con las de Cádiz, Almería, Málaga, y Antequera para crear Unicaja, cuya presidencia mantiene desde entonces.

Apenas siete meses después, en octubre, el triunfante Medel recibió la peor de las noticias, el Banco Europeo de Finanzas (BEF), al que Unicaja había prestado 12.000 millones de pesetas de la época a corto plazo en el mercado Interbancario, era incapaz de afrontar sus pagos y era intervenido por el Banco de España. (Ver páginas 10655 y 10661 del enlace) Como consecuencia, el entonces gobernador Mariano Rubio, que tan mal final tuvo al frente de la entidad por el escándalo Ibercorp, le obligó a quedarse con el quebrado BEF por ser su principal acreedor. “En principio Medel se negó, pero se lo impusieron”, recuerdan protagonistas de la operación de aquella época.

¿Cómo es posible que la recién creada Unicaja pusiese a disposición de un único deudor, el BEF, una cantidad que equivalía a más del 1,5% de su activo total (793.000 millones)? Hoy, los que aún sobreviven en Unicaja desde entonces, recuerdan que la caja “era muy activa en el interbancario”. Ese mercado, explican, “tenía muy poca regulación, los controles eran muy laxos y se ganaba mucho dinero financiando a corto”.

Es cierto que aquella era una época en la que los poderosos banqueros campaban aún más a sus anchas. Así, los presidentes de los principales bancos del país (Santander, Banesto, Central, Hispano, Bilbao, Vizcaya, Popular) se reunían a comer una vez al mes y pactaban las reglas del mercado. Entre ellas, por ejemplo, la decisión de incumplir impunemente la ley, y negarse a facilitar a los accionistas, y al mercado en general, sus resultados trimestrales, como estaban obligados a hacer todas las demás empresas cotizadas.

De hecho, como consecuencia del fiasco del BEF, una de las primeras medidas del Banco de España fue anunciar la creación de un “sistema de información por el que pueda conocer el riesgo de crédito de cada entidad en el mercado interbancario”. Algo a lo que, como era de esperar, los mal acostumbrados banqueros de entonces se oponían, argumentando, cómo no, que supondría “transmitir datos que pueden revelar su estrategia comercial”.

Hay un componente más, el de la notoriedad de los protagonistas. “Los dueños del BEF eran personas de reconocido prestigio social y económico” (ver página 10652 del enlace), recuerdan fuentes de la caja malagueña: “En aquellos años, todo se basaba mucho más en cosas así. Nadie podía esperarse lo que ocurrió”. Menos aún lejos de la Corte, como Braulio Medel, apuntan otros. Como si a Unicaja le hubiesen vendido lo que en los mercados financieros de la época se conocía como “papel de viuda de provincias”.

La alternativa a la caja única

Tras pasar a manos de Unicaja, el Banco Europeo de Finanzas permaneció dormido durante más de una década. Unos años en los que en Andalucía se sucedieron las crisis industriales, como la de Santana en el sector de la automoción, Cárnicas Molina en alimentación, o Hitasa en el textil.

Problemas que enfrentaban al Gobierno de Manuel Chaves con unas necesidades financieras que en muchos casos superaban las capacidades de una sola entidad. Fue la entonces consejera de Economía de la Junta, Magdalena Álvarez, alumna aventajada del catedrático Braulio Medel en la Facultad de Económicas de Málaga, la que propuso la idea aconsejada por su profesor desde la presidencia de Unicaja: fusionar las entidades de ahorros andaluzas en la llamada “Caja única”. Así, el Gobierno autonómico contaría con el músculo financiero que permitiera afrontar operaciones e inversiones hasta entonces inabarcables.

La idea, tras muchos dimes y diretes que le costarían la cabeza a varios presidentes de cajas, fue incapaz de superar las luchas de poder y los celos entre provincias. Entonces “surgió la idea de sustituir la caja única por un banco participado por todas las cajas, que sirviera para realizar ese tipo de operaciones”, recuerda uno de los expresidentes que acabó perdiendo el sillón: “Pero éramos conscientes de que en aquella época era impensable que el Banco de España diera una ficha bancaria a un grupo de cajas”, explica.

Y así, otro de esos expresidentes, Antonio María Claret, de Caja Granada, le vendió la idea a Chaves de comprar el Banco Zaragozano, que entonces estaba en venta. Aquello se demostró imposible, ni siquiera juntas podían afrontar su compra. “Entonces apareció Braulio Medel diciendo que él tenía una ficha bancaria que estaba dispuesto a poner a nuestra disposición, la del Banco Europeo de Finanzas”, recuerda el hoy también expresidente de una de las cajas sevillanas.

Así, en diciembre de 2006, el Banco de España autorizó la operación, que fue refrendada en enero de 2007 por el Ministerio de Economía. Se hizo una ampliación de capital de 90 millones de euros que se repartió proporcionalmente entre las seis cajas andaluzas de entonces (Unicaja, Cajasur, El Monte, San Fernando, Granada y Jaén). Hoy, seis años después, el capital del BEF se reparte entre el 40,72% de Unicaja Banco, el 39,52 de Caixa Bank y el 19,76 de Banco Mare Nostrum.

Hasta ahora, su actividad ha sido mínima, prácticamente testimonial. Dedicada a la banca al por mayor, ha participado en algunas operaciones de tesorería de la Junta y alguna gran empresa andaluza, y aglutina las participaciones de las distintas cajas en algunos proyectos empresariales de interés como la proveedora de Airbus, Alestis.