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Los errores de Pompeyo o la ruta inversa que trazó la Policía para localizar el origen de las cartas bomba

Pedro Águeda

27 de enero de 2023 22:53 h

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Del destino al origen, la Policía debía desandar el trayecto que habían seguido las cartas con “material deflagrante” que alguien envió al presidente del Gobierno y a cinco objetivos más en noviembre. El artefacto que escondía uno de esos sobres causó heridas leves a un empleado de la Embajada de Ucrania cuando la manipulaba. Los investigadores identificaron pronto que era la misma persona o grupo quien estaba detrás de los envíos, todos contra la encarnación de los “enemigos” de Rusia en España, pero el precedente de las balas remitidas a políticos en la última campaña autonómica no auguraba un caso sencillo. 

El último de los envíos en trascender, el 1 de diciembre, fue el que se había realizado una semana antes al Palacio de La Moncloa. Su destinatario era el presidente del Gobierno. Sin embargo, los investigadores pronto supieron que el sobre había sido remitido el mismo día que otros cuya recepción había trascendido ya, concretamente los que fueron interceptados en los controles de seguridad de la Embajada estadounidense en Madrid y en la Base Aérea de Torrejón de Ardoz. Arrancaba la operación Konvert, bautizada así por la traducción al ucraniano de la palabra “sobre”.

Ninguno de los tres artefactos citados había explotado, por lo que conservaban el número del matasellos del Centro de Tratamiento Automatizado de Correos en Valladolid. La primera pista era el número 47. Así comenzó el primer y tedioso visado de imágenes por parte de los policías de la Comisaría General de Información. El 21 de noviembre se había procesado el sobre dirigido a Presidencia del Gobierno; el día 28 el que llegó a Torrejón; y el 30 de diciembre, el dirigido a la Embajada americana. 

El siguiente paso fue buscar los camiones de reparto y trazar la ruta inversa. La pista ya apuntaba al norte de España, pero esta fase de la investigación la alejó un poco más, concretamente a Burgos. El autor de los envíos había acudido a buzones colocados en la calle para depositar las cartas. Desde el principio, la Policía sabía que buscaba a un varón, el mismo que había dejado su saliva en todos los sellos de las cartas enviadas.

La siguiente pista serían los sellos estampados. Solo dos estancos podían haberlos vendido: uno en la calle San Pablo de la capital burgalesa, por 0,75 euros; y otro en la calle Sombrerería, por 2,70 euros. Paralelamente se abría otra línea de investigación que iba a resultar clave: los sobres empleados. Los policías descubrieron que todos pertenecían una empresa que los comercializa por Internet. El 5 de noviembre de 2022, un tal Pompeyo G. P había comprado 25 sobres. Demasiados para un particular. Pompeyo vivía en Miranda de Ebro. 

Los indicios ausentes en las balas para los políticos

La relevancia de los sobres es tanta como para decantar el éxito de la operación, a diferencia de lo que ocurrió con los envíos de las balas a políticos. Aquellos eran muy comunes, no como los que adquirió Pompeyo, explican fuentes de la investigación. 

Así que tocaba empezar a indagar en las costumbres de este funcionario jubilado del Ayuntamiento de Vitoria, especialmente en sus compras. Sus 74 años no le impedían estar familiarizado con las redes sociales y con todo lo relacionado con Internet. La Policía hizo un requerimiento formal a Amazon y empezó a salir de dudas: entre junio y julio de 2022, a los cuatro meses de que Vladimir Putin decidiera invadir Ucrania, Pompeyo había comprado un kilo de nitrato potásico puro, cable con mecha, interruptores, filamentos de cobre y bombillas incandescentes. La adquisición de todo este material apuntaló la “trazabilidad” del envío. Con las balas no pudo ser. En aquellos sobres no había más elementos sobre los que trabajar que los viejos casquillos. 

En octubre, Pompeyo había dado un paso más. Ese mes y el siguiente se hizo con pegatinas adhesivas de 100 por 55 milímetros, bisagras de 25 por 23, brocas de precisión, tornillos de todo tipo y plantillas para dibujar números y letras. Pompeyo no quería que nadie identificara su letra. La Policía cotejó todo lo que había comprado en Amazon con lo que habían encontrado dentro de los sobres que no habían estallado y no había duda: eran del mismo tipo, según detalla el juez Calama en el auto por el que dicta prisión provisional sin fianza para el acusado. 

El informe de la Comisaría General de Policía Científica explica por qué aquella letra no era la que solía emplear el autor de los envíos: “Presenta una evidente falta de espontaneidad y de sinceridad, lo que se demuestra por el sistema de construcción empleado, trazo a trazo, con predominio del formato versal […] paradas frecuentes, reenganches y correcciones, elementos todos ellos que pueden indicar un intento de ocultar el estilo habitual de escritura”.

La minuciosidad del cotejo del material adquirido por Pompeyo con el que albergaban los sobres descendió hasta constatar que las bisagras compradas eran iguales a las empleadas para elaborar las cajas que albergaban los artefactos explosivos. Además, el artefacto recibido en la Embajada de Ucrania contenía una pieza de aluminio con dos orificios de 2 y 4 milímetros. La broca helicoidal que compró el investigado era la ideal para realizarlos. 

Además, el autor había consultado las web de los organismos donde iba a realizar el envío, quizá tan solo para averiguar su dirección postal. Compras en Amazon y consultas estaban realizadas desde la misma IP, la dirección electrónica. Hasta cuatro coincidencias encontraron los policías en este sentido. 

El ADN en la basura del detenido

El 18 de enero, agentes de la Comisaría General de Información vigilaban la casa de Pompeyo en la calle Clavel de Miranda de Ebro cuando comprobaron que el hombre bajaba a tirar la basura. Al regresar a su casa los policías recogieron la bolsa y cotejaron el ADN de los efectos personales que contenía: era el mismo que el que habían tomado de las cartas bomba, tanto de los sellos como del interior de los sobres. 

Había que actuar rápido. Los agentes redactaron un atestado urgente que remitieron al juez solicitando la entrada y registro en el domicilio de Pompeyo. Lo que encontraron allí remató su investigación: tornillos, varillas y taladros con brocas de precisión iguales a las que tenían que haber sido utilizadas para fabricar los artefactos. Pompeyo, además, poseía un dron con capacidad para transportar carga explosiva, aseguran fuentes policiales. Pompeyo se ha negado a declarar ante los policías y después frente al juez. A los primeros les confesó sus motivaciones “prorrusas”, las mismas que habían constatado los agentes al rastrear su actividad por páginas web que ensalzan la política del Kremlin.