Portugal fue durante mucho tiempo el espejo en el que se miraba Pedro Sánchez. António Costa gobernaba gracias al apoyo externo de la izquierda parlamentaria y eso era lo que quería el líder del PSOE. Pero se topó con Pablo Iglesias, que apostaba por la 'vía valenciana'. Sánchez, pese a la crisis con Unidas Podemos –que no se cerrará hasta que quede negro sobre blanco el alcance de la reforma laboral–, podía estar hoy más contento que su homólogo portugués en la cumbre hispano-lusa que han protagonizado en Trujillo. Mientras el español se ha mostrado convencido de que será el representante en esas citas, que pretenden que sean anuales, al menos hasta 2023, Costa ha evitado pronunciarse.
El país vecino se encamina a unas elecciones después de que los aliados parlamentarios del Gobierno luso tumbaran los presupuestos, un asunto en el que el primer ministro no ha querido profundizar bajo la premisa de que no habla de política interna fuera de sus fronteras. Sánchez, por el contrario, se ha mostrado “tranquilo” ante la negociación de las cuentas públicas 24 horas antes del primer momento clave de la tramitación: la presentación de las enmiendas a la totalidad con la amenaza de que ERC la registre este viernes ante la falta de entendimiento con Moncloa en asuntos como la inclusión en la ley audiovisual de la obligatoriedad de que plataformas como Netflix dediquen un 7,5% de la producción a lenguas cooficiales.
Ninguna de las delegaciones emitía síntomas de nerviosismo. “Costa cree que las elecciones serán en enero, pero está tranquilo”, comentaba un ministro socialista, que ve incomparable la situación de los dos países pero que cree que puede servir como acicate para los suyos. “No creo que llegue la sangre al río [comentaba sobre la crisis por la reforma laboral]. Y si no, tenemos el ejemplo de Portugal”, advertía. Una especie del 'que viene el lobo' trasladada a la política española. La gran comparación, admitía, son las encuestas: a Costa le dan ganador, mientras que PSOE y Unidas Podemos ven mermadas sus expectativas. “Ojalá tuviéramos nosotros esas encuestas”, agregaba.
Una vez más –y a pesar del dispositivo de seguridad–, los ministros socialistas y la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, que era la única representante de Unidas Podemos en la cumbre al ser su departamento el único involucrado en la firma de acuerdos bilaterales, han escuchado pitidos e insultos en cada movimiento. “Chorizos” o “fuera” han sido algunos de los gritos más exclamados en un municipio en el que se ha concentrado también cerca de un centenar de personas para reclamar un tren digno en Extremadura, el soterramiento que evitaría dividir en dos Navalmoral y protestar contra las minas.
Alejados del ruido de la calle, Sánchez y Costa han iniciado la campaña electoral portuguesa. “Creo que Portugal es un ejemplo de estabilidad y lo he visto no solo en las relaciones bilaterales sino que he visto a António trabajar en el Consejo Europeo. Hay pocos presidentes de Gobierno con las capacidades y habilidades de diálogo, trabajo y capacidad de llegar a acuerdos. Esa es la experiencia que tengo con él”, le ha contestado a la periodista portuguesa que le había preguntado si él dimitiría en su situación.
El primer ministro portugués, que siempre ha sido un apoyo para Sánchez, incluso en su travesía del desierto en la oposición desde 2015 hasta 2018, le ha devuelto la alabanza: “Puedo ser testigo de que el presidente Sánchez tiene la voz más fuerte de la Europa progresista, por lo menos que hayamos escuchado en el Consejo Europeo”.
Un mimo que llega al presidente en un momento en el que Moncloa quiere cortocircuitar el protagonismo que atribuye a Díaz en una de las medidas claves del Ejecutivo: la reforma laboral. La paz sellada el miércoles al establecer un mecanismo de coordinación para la negociación del nuevo marco laboral es solo una tregua y Unidas Podemos está vigilante de cuáles serán los contenidos que finalmente salgan adelante. Sánchez ha eludido pronunciarse sobre la letra pequeña de cuestiones controvertidas como la ultraactividad o la primacía de los convenios sectoriales sobre los de empresa y se limitó a decir que “el Gobierno cumple sus compromisos”.
Mientras España y Portugal actualizaban su protocolo de amistad –vigente desde 1977–, la cumbre podría haber sido también la de la 'reconciliación de la coalición', pero no lo fue. La frialdad entre las protagonistas del conflicto es evidente. Los periodistas no pudieron acceder a los primeros saludos entre los miembros del Gobierno y las delegaciones y, posteriormente, Moncloa difundió imágenes en las que Nadia Calviño y Yolanda Díaz aparecían juntas con total normalidad.
Ni siquiera el almuerzo, consistente en ibéricos, crujiente de carabinero, ensalada de perdiz o arroz meloso –y regado con vino de la zona– [que motivó el aplauso de las delegaciones dirigido al ministro de Agricultura como máximo exponente de las viandas españolas], provocó un acercamiento entre las vicepresidentas, según fuentes presentes en la reunión.
Llegaron juntas a la sala en la que se celebró la rueda de prensa, pero más allá de eso y de una foto informal de grupo que el secretario general de Presidencia, Fran Martín, captó con el móvil de la vicepresidenta primera, no mostraron ninguna sintonía, que Díaz sí evidenció con otros miembros del gabinete como Miquel Iceta o Fernando Grande-Marlaska durante la espera.
Un ministro trata de restar peso a la importancia que tenga la relación entre las dos vicepresidentas en la negociación de la reforma laboral. “Algún problema con los contenidos habrá, aunque no sepamos cuál”, admite en privado mientras Moncloa trata de dar por zanjada la polémica. “La relación entre mis compañeras es una relación que estaba funcionando correctamente. Puede haber habido algún malentendido, pero está resuelto”, ha afirmado la tercera vicepresidenta, Teresa Ribera.
De momento Sánchez respira aliviado y deja a un lado el espejo portugués a la espera de que sus aliados parlamentarios apoyen las cuentas públicas. “Lo que es evidente es que la ciudadanía lo que reclama es estabilidad y avances sociales. Estos son los Presupuestos de la recuperación justa, elevan a niveles históricos la inversión social (...). Le pediría al conjunto de grupos parlamentarios que antepongamos los intereses de nuestro país”, expresó el presidente, consciente de que las urnas no son ahora mismo una opción.