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“Quiero un PP más ampliado, más popular, integrador, reconocible por moderado, responsable de la defensa de sus propias posiciones y del sistema que todos compartimos”. El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, utilizó su intervención en el Comité Ejecutivo Nacional del pasado lunes para anunciar su enésimo viraje ideológico desde que en julio de 2018 se hiciera con las riendas de la formación conservadora: un nuevo giro al centro con el que pretende recuperar a parte del electorado perdido el 28A para las generales del 10 de noviembre.
El juego de los viajes de ida y vuelta hacia el centro y la moderación ha sido una dinámica constante a lo largo de toda la historia del PP, desde la transición de Alianza Popular al partido actual, en 1989, con José María Aznar a la cabeza, pasando por la etapa de Mariano Rajoy.
Pablo Simón, politólogo y profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, recuerda que “esto del viaje al centro del PP es una cuestión que es casi genética”. “Cuando surgió Alianza Popular se situaba en un extremo, pero con la caída de la UCD se convirtió en el primer partido de la oposición, lo que le obligó a hacer un viraje para atraer a los votantes y quitarse la imagen de partido franquista”.
La llegada de Aznar supuso, a su juicio, el “desembarco de toda una generación moderada y propició un giro estratégico para que se configurara una derecha más moderna y abierta”, lo cual le permitió “ir convirtiéndose en un partido más competitivo”.
El primer viraje al centro del PP se produce, según Simón, a partir de las elecciones municipales y autonómicas de 1991, cuando los populares, con sus triunfos en comunidades autónomas como Madrid o la Comunidad Valenciana, “empiezan a tener plataformas de poder que se salen de las zonas rurales y que le permiten llegar a ámbitos más urbanos con un electorado más progresista”.
Entonces, apunta el politólogo, “se empezó a configurar un sistema de bipartidismo imperfecto” de PP y PSOE en el que los votantes de centro “son los que decantan la balanza”. El PP comenzó a “ligar su capacidad de gestión al hecho de ser más centrado. Lo que quiere es construir una imagen, que todavía cala, de que son buenos gestores sobre todo en lo económico. Gente competente con perfiles menos marcados de forma ideológica. Es un PP que busca no dar miedo”.
Este objetivo es el que motivó los distintos giros al centro puestos en marcha por los populares a lo largo de la historia. Con esa estrategia llegó Aznar al Gobierno en 1996, pero después, en 2004, se despidió de la Moncloa en un contexto que Simón considera “mucho más polarizado”. “El PP se derechizó acercándose hacia una posición neocon y perdió las elecciones”, advierte.
Rajoy mantuvo sin éxito esa posición en la primera legislatura, “pero después cambió hacia una estructura mucho más tecnócrata que primaba la gestión, lo que le hizo ganar en 2011”, concluye.
Las circunstancias en las que Casado llegó a la presidencia del PP tras la moción de censura presentada por Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy marcaron, a juicio de Simón, la derechización inicial de la actual dirección popular. “El PP sufre el mismo síndrome que los partidos de izquierdas cuando pierden elecciones. Las bases suelen criticarles que no hayan ganado por haberse moderado, y que la mejor forma de ganar es volver a las esencias. En un contexto de fragmentación de la derecha en tres partidos en el PP se hizo la misma lectura y se concluyó: reideologicemos el partido”.
La campaña de Casado para las generales del 28 de abril tuvo como fin esa “reideologización” del partido para acercarse a Vox. “Esto no tiene ningún sentido”, a juicio de Simón. “Hicieron una campaña con muchos desaciertos, como reemplazando las listas de abogados del Estado por toreros. Todo esto les tiró el lema de 'valor seguro' con el que los populares concurrieron a las urnas y ofrecieron una imagen sobreactuada y bisoña”.
En su discurso, recién investido presidente del PP, Casado ya había apelado a la “España de los balcones”. Y en las semanas posteriores a su triunfo, el joven líder del PP jubiló a la generación de tecnócratas y altos funcionarios que habían prosperado a la sombra de Rajoy y que encarnaba mejor que nadie Soraya Sáenz de Santamaría. Su lugar en las listas electorales lo ocuparon toreros, figuras mediáticas con predicamento en el ala más a la derecha del partido y personajes singulares como Juan José Cortés.
Con este último giro al centro, forzado en parte por barones territoriales como el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, el andaluz Juan Manuel Moreno Bonilla o el líder de los populares vascos, Alfonso Alonso, tras las derrotas electorales del 28A y el 26M, Simón considera que el PP es consciente de que “para ganar apoyos tiene que hablar de los temas en los que es percibido como fuerte, como la gestión de la economía”. “El PP va a seguir una campaña que no dé miedo. Confían en que el electorado de izquierdas se quede en casa y pretenden no cometer muchos errores hablando de temas ideológicos”.
La también profesora de Ciencia Política de la UNED, Carmen Lumbierres, insiste en que “hay causas electorales en la búsqueda permanente del centro en el PP” que tiene que ver con “la adaptación a una sociedad cada vez más individualista, pragmática, liberal en lo económico y más progresista en lo social”.
“Los partidos mayoritarios tienden a buscar ese espacio, se vacían en lo ideológico y de la intención de ser transformadores de la realidad y se envuelven de pragmatismo”, remarca. Para ella, en los continuos giros al centro “hay causas que tienen que ver con la responsabilidad de gestión”.
“El PP ha asumido el modelo autonómico de país, e incluso la defensa de ese discurso. El partido, sobre todo cuando ha gobernado en Valencia, Galicia o el País Vasco, ha defendido férreamente su nivel competencial y de financiación. Además, el motor de los partidos no es la organización central en Madrid sino su implantación territorial”, advierte, para concluir: “La defensa de la descentralización política es incompatible con un partido de derecha tradicional de corte jacobino”.
Otra de las razones para los continuos virajes del PP tiene que ver, a juicio de Lumbierres, con la gestión: “El perfil de muchos de los que han sido altos cargos en los diferentes gobiernos del PP, tanto de Aznar como de Rajoy, han sido altos funcionarios pasados a desempeñar temporalmente puesto políticos. Esta procedencia de los cuerpos burocráticos con más peso en la Administración española configuran un grupo de responsables poco dados a cambios radicales en la estructura institucional y en sus políticas, tendentes a la moderación y a salidas más tecnocráticas que políticas”.
Los indicios del pretendido giro al centro en el PP actual quedaron apuntados en el propio discurso de Casado del lunes. Dijo que quería “liderar una mayoría centrada y con un calendario de ambiciones nacionales que cumplir, orientado a ofrecer a los españoles la tranquilidad y el progreso que desean. Una mayoría que no quiere hacer cosas contra nadie sino a favor de muchos”.
Estas palabras contrastan con su actitud a principios de año, en pleno viraje a la derecha, cuando hizo del insulto a Pedro Sánchez el eje de su política. Llegó a llamar al presidente del Gobierno “traidor”, “felón” e incluso “cómplice del golpe de Estado” en Catalunya. A principios de semana aseguró que se había arrepentido de esas palabras. “A lo mejor tuvimos actitudes que no eran lo más correcto”, dijo en una entrevista en Onda Cero. Casado también situó hace apenas dos meses a Cayetana Álvarez de Toledo, del sector más derechista del partido, como portavoz en el Congreso, a pesar de las reticencias de los dirigentes más moderados.
Fuentes de la dirección nacional del PP consultadas por este diario insisten, sin embargo, en que no se ha producido viraje alguno en el partido desde que Casado llegó a la Presidencia del mismo y que la formación conservadora “ha estado siempre en el mismo sitio”.
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