Las excavaciones arqueológicas en el Cerro de la Horca de Toledo han permitido localizar 107 tumbas que conforman el cementerio judío de la ciudad y que estuvo en uso durante el siglo XIII.
El arqueólogo Arturo Ruiz Taboada, en una entrevista con Efe, ha explicado que estas tumbas han salido a la luz con motivo de una excavación realizada en una zona ajardinada del IES Azarquiel de la capital, en el marco de los trabajos de la ampliación del aulario del centro educativo.
Esta circunstancia permitió que los arqueólogos pudieran excavar en esta zona de la ciudad, que actualmente está urbanizada.
A raíz de estas excavaciones, desarrolladas en 2008 y 2009, se ha podido “individualizar” el cementerio judío, ya que, tal y como ha indicado Ruiz Taboada, esta zona de la llanura norte de Toledo ha sido tradicionalmente un “inmenso cementerio”, en el que las distintas comunidades religiosas que han vivido en la ciudad han ido dando sepultura a sus difuntos a lo largo de los tiempos, hasta la Edad Media.
La conclusión de estos trabajos es que el cementerio judío ocupa “una parte importante de la llanura norte de Toledo” y está bajo “edificios emblemáticos” de la ciudad, como el colegio de Nuestra Señora de los Infantes, el Parque de las Tres Culturas o el IES María Pacheco.
En resumen, “una extensión espectacular, enorme”, que no ha podido precisar en hectáreas, ya que aún no han terminado las labores para delimitarlo.
Sí ha insistido en que, en general, la llanura norte de Toledo, hasta el inicio del camino de Madrid, es “un inmenso cementerio de todas las épocas”.
El más antiguo es el cementerio romano, en la zona de la Avenida de la Reconquista y de la Vega Baja; luego está datado el cementerio visigodo, también en la Vega Baja y, con el paso de los años, la zona se convirtió en cementerio cristiano, en el eje de Santa Leocadia de Afuera-Circo Romano, e Iglesia de San Antón.
En ese eje, además de las tumbas cristianas, también se localiza el cementerio musulmán y, con esta excavación, se ha delimitado el judío.
Ruiz Taboada ha destacado el buen estado de conservación de las tumbas que se pudieron excavar en la “pequeña muestra” del cementerio que constituye el jardín del IES Azarquiel.
En esta excavación se ha podido estudiar el ritual de enterramiento, caracterizado por la profundidad de las tumbas, con fosas de hasta 2,5 ó 3 metros.
“La finalidad era que el difunto quede conservado eternamente y, además, los entierran siempre en contacto con tierra virgen, procurando evitar que una tumba entre en contacto con otra”, detalla Ruiz Taboada.
También se ha podido detectar el uso de cierres subterráneos de la tumba, una práctica “muy característica de Toledo” que consistía en la construcción de una bóveda de ladrillo para cubrir el ataúd del difunto.
En este cementerio, que se ha podido fechar en el siglo XIII gracias al hallazgo de una moneda de esa época, también se han descubierto pequeñas agrupaciones de tumbas.
Estas pequeñas estructuras arquitectónicas pueden demostrar que en ellas se enterraba una unidad familiar y que en las distintas tumbas se daba sepultura a los distintos miembros.
Asimismo, también se han dado casos de mujeres enterradas con niños neonatos, que hacen pensar que las madres que morían en el parto y los bebés fallecidos eran enterrados juntos.
Ruiz Taboada ha recordado que esta excavación causó gran revuelo en la comunidad judía ultraortodoxa y, de hecho, una asociación judía de Nueva York pidió en 2009 a las autoridades españoles que impidan los trabajos arqueológicos desarrollados en Toledo y que fueron tachados de “profanaciones”.
Para evitar posibles conflictos en el futuro ante este tipo de excavaciones, Ruiz Taboada ha propuesto la elaboración de un plan específico para este tipo de “yacimientos tan sensibles”, pues ha vaticinado que seguirán apareciendo más restos de antiguos cementerios en la ciudad.