Feijóo se atranca en la búsqueda de candidatos autonómicos a siete meses de las elecciones

Aitor Riveiro

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Quedan siete meses para las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2023. Se trata de una cita crucial para el reparto de poder en España, pero también porque servirá para medir cómo afrontan los partidos la cita con las generales, previstas para finales de ese mismo año. En el PP son conscientes de la importancia de los comicios, que quieren usar como palanca para lanzar a Alberto Núñez Feijóo directo a la Moncloa. Un plan que ya trazó Teodoro García Egea para Pablo Casado, pero que no termina de cuajar porque parte de la premisa de ganar gobiernos al PSOE y casi un tercio de las candidaturas regionales están sin definir todavía.

En abril, cuando Feijóo tomó el control del PP, encargó un informe de situación a sus dos hombres fuertes en la gestión interna del partido: el andaluz Elías Bendodo, coordinador general, y el gallego Miguel Tellado, vicesecretario de Organización. Pero la radiografía que hicieron ambos tras acumular miles y miles de kilómetros no debió deparar unos resultados muy halagüeños. Seis meses después, el contenido del documento es un arcano para todos más allá de la cúpula más próxima al líder.

A medio año vista del congreso que aupó a Feijóo, y cuando queda otro tanto para que se tengan que cerrar las listas electorales, el PP no tiene cabeza de cartel que lanzar en Aragón, Asturias, Navarra o La Rioja.

Otras dos comunidades que estaban en el aire se han solucionado en las últimas horas. En Ceuta, esta misma semana y tras convencer al veterano Juan José Vivas de que se postule para un sexto mandato cuando está camino de cumplir los 70 años. “Si queremos ganar las elecciones necesitamos a los mejores en cada territorio y el mejor en Ceuta es Juan Vivas”, dijo este mismo martes Tellado en una rueda de prensa conjunta con el presidente ceutí.

Vivas tendrá enfrente, con la intención declarada de robarle votos, a un nuevo partido, fundado por uno de sus exconsejeros, Javier Guerrero, famoso por colarse en la lista para recibir la vacuna del coronavirus y quien tiene prohibida la entrada en un centro de menores.

Sáenz de Buruaga repite en Cantabria

La otra candidatura que se ha solucionado recientemente es la de Cantabria, donde la semana pasada un congreso regional ratificó a María José Sáenz de Buruaga al frente de la organización. El suyo es un caso curioso porque estaba con pie y medio fuera cuando se produjo el golpe de mano de los barones para descabalgar a Pablo Casado al frente del PP. Feijóo deshizo los pasos de su predecesor y ha confirmado a Buruaga, con quien el partido perdió en 2019 la primera plaza en las urnas. 

Aquel 2019 no fue especialmente bueno para el primer partido de la derecha española. Con Casado recién estrenado en el cargo, el PP sufrió una sangría electoral, aunque retuvo algunas plazas fundamentales en las que perdió los comicios, como Madrid, gracias al apoyo de Vox y Ciudadanos. O logró Andalucía (en diciembre de 2018) tras un “pacto de perdedores” como los que siempre habían criticado cuando penalizaba a sus candidatos.

Juan Manuel Moreno Bonilla consiguió revalidar el cargo al frente de la Junta andaluza este verano y lo hizo con mayoría absoluta, convirtiéndose en uno de los barones de referencia de Génova 13 y a quien ponen como ejemplo para otros territorios.

El panorama en 2023 parece así muy propicio para que Feijóo coja impulso y termine de instalar la sensación de que ha llegado su momento, que la inevitabilidad de su victoria en las generales es absoluta. Pero para ello necesitan arrebatar alguna comunidad autónoma al PSOE. Algo que, de momento, no tienen garantizado con ninguna encuesta, propia ni ajena. Así lo reconocen en el seno del partido, aunque le intentan dar la vuelta a la pregunta: ¿serán capaces de aguantar todas las que tienen los socialistas y sus aliados?

De las 14 elecciones autonómicas del próximo mes de mayo (la fecha de la Comunidad Valenciana no está definida, pero todo apunta a que Ximo Puig intentará que coincida con el resto), en diez de las comunidades en liza gobiernan ahora la izquierda o partidos regionales. Solo cuatro son del PP.  Un escenario a priori inmejorable para las intenciones de la derecha. El relato establecido que se intenta instalar es que difícilmente podrán empeorar el resultado de 2019 y que Feijóo podrá hacer suyo un triunfo arrollador en todos los escenarios. 

Y, pese a ello, al PP le está costando encontrar candidatos, o tiene que recurrir a sus viejas glorias. Una decisión que, según los estatutos, depende al 100% del Comité Electoral nacional que preside el coruñés Diego Calvo por designación directa precisamente de Feijóo.

Problemas en Aragón o Asturias

En el 40% de las regiones que el PP puede ganar al PSOE no hay confirmación de cabeza de lista. En Aragón, Pablo Casado planteó un relevo al frente del partido y apostó por Jorge Azcón, alcalde de Zaragoza desde 2019. Su predecesor, Luis María Beamonte, dejó sus cargos electos y enfiló hacia Madrid para buscar un destino plácido en sus últimos años de vida laboral. Ahora, Feijóo lo ha recuperado para la dirección nacional en un puesto de tercer nivel al frente de Impulso Agropecuario.

Con todo, la cúpula no ha decidido qué hacer en la región que preside Javier Lambán gracias a un pacto multipartito. ¿Poner en riesgo la capital o intentar ganar la Diputación General? ¿Hay relevo para Azcón en Zaragoza? ¿Y alguien con caché para las autonómicas?

Los problemas se repiten para el PP en otras comunidades. En Asturias, Feijóo ha descabezado a su partido a siete meses de las autonómicas. Las opciones del PP ante el socialista Adrián Barbón son mínimas, y aun así han optado por prescindir de Teresa Mallada, la apuesta de la anterior dirección. Mallada, que apoyó en público al gallego cuando Casado estaba sentenciado no le ha reportado ningún beneficio.

En la dirección del PP evitan apostar en público por nadie como sustituto de Mallada. Ni siquiera por el que fuera su número dos, Álvaro Queipo, quien se entrevistó a espaldas de su presidenta con Francisco Álvarez Cascos, exvicepresidente del Gobierno con José María Aznar y fundador de la escisión Foro Asturias. El vicesecretario de Organización Territorial, Miguel Tellado, avaló la actuación de Queipo, aunque no está claro que vaya a ser el elegido.

En La Rioja sí parece que se está avanzando en la elección de un candidato, después de que la secretaria general y exalcaldesa de Logroño, Cuca Gamarra, cerrara en público cualquier opción a regresar a casa desde el Congreso. A Tellado, enviado orgánico de Feijóo por los territorios, se le vio recientemente con quien fuera consejero de Educación con el histórico Pedro Sanz, Gonzalo Capellán. Pero hay otros dirigentes de la región que exigen un congreso y están dispuestos a dar la batalla ante el dedazo que planea la dirección nacional del PP.

Guerra abierta con UPN en Navarra

Con todo, la peor situación quizá está en Navarra, donde la alianza con UPN y Ciudadanos saltó por los aires tras la traición de los diputados foralistas Sergio Sayas y Carlos García Adanero en la votación de la reforma laboral. Los regionalistas acusan al PP de haber provocado la escisión, mientras los populares creen que Javier Esparza quiere aliarse con el PSN, que detenta ahora mismo la presidencia de la comunidad en alianza con Geroa Bai y Podemos, así como el apoyo externo de EH Bildu e IU.

La derecha navarra se acerca así a un escenario por el que ya transitó en el pasado sin que fuera muy provechoso para ninguno: la ruptura. De confirmarse, difícilmente podría el PP aspirar a arrebatar al PSOE el Gobierno foral. Y, pase lo que pase, lo que está claro es quién no será la candidata. La hasta ahora líder del partido en Navarra, Ana Beltrán, penúltima fiel a Pablo Casado, no ha contado con el favor de la nueva dirección del PP.

En el resto de regiones donde sí habrá elecciones en mayo (en principio, no se celebrarán en Catalunya, Euskadi, Galicia ni Castilla y León) hay tres niveles: donde se da por hecho que el PP va a ganar y lo contrario sería una sorpresa, por lo que el triunfo de sus candidatos no sumaría para ese efecto de arrastre con el que Feijóo encara el ciclo electoral; donde hay opciones de arrebatar el Gobierno; o donde parece muy complicado hacerlo.

Madrid y Murcia están en el primer nivel. En ambos casos el reto es llegar a la mayoría absoluta que anteriores candidatos lograron, y de forma holgada. Quedarse como hasta ahora, gobernando pero dependiendo de Vox para sacar leyes y presupuestos, no será el resultado que Génova espera de Isabel Díaz Ayuso y Fernando López Miras.

Canarias, Islas Baleares o Extremadura son, junto a las que no tienen candidato, tres regiones donde el PP tiene complicado lograr una mayoría que le permita gobernar, y en la dirección son conscientes.

Las prioridades

Así que los focos de Génova se han posado en dos comunidades autónomas: Comunidad Valenciana y Castilla-La Mancha. En esta segunda celebró el PP el pasado mes de septiembre su XV Interparlamentaria como un intento de que su candidato, Paco Núñez, logre dar un salto cualitativo que le ponga al nivel de Emiliano García-Page. En la dirección regional saben que sus opciones pasan por que el PSOE pierda la mayoría absoluta y forzar que Vox, que dan por seguro que entrará en las Cortes, tenga que apoyar sí o sí al PP para desbancar al barón socialista.

Algo similar ocurre en la lucha por la Generalitat valenciana, donde las elecciones podrían ser en abril (en 2019 coincidieron con las primeras generales) o retrasarse hasta mayo para hacerlas coincidir con las demás. Esta segunda parece la opción más plausible. 

El líder regional del PP, Carlos Mazón, fue aupado por Casado en detrimento de Isabel Bonig. Feijóo ha mantenido la apuesta y prepara también actos importantes del partido en las próximas semanas en la región para intentar fortalecer las opciones de su candidato.

Con todo, para recuperar el Govern tendrán que contar sí o sí con Vox. Y esto puede ser un problema para el discurso antipopulista que esgrime el líder gallego desde su llegada a la dirección del PP. Un Feijóo que da por hecho que tiene pie y medio en la Moncloa, tal y como ha dejado claro en algunos de sus discursos, y que llegó a Madrid con la vitola de invicto. Algo que se puede volver en su contra en el peor momento: a unos meses de enfrentarse a las elecciones más importantes de su vida.