Feijóo da el enésimo bandazo con Vox después de que Extremadura hiciera saltar las alarmas en el PP

Aitor Riveiro

27 de junio de 2023 22:54 h

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Este miércoles se celebra el Día del Orgullo LGTBI. Una fiesta reivindicativa a la que, como cada año, se sumará simbólicamente el PP. El partido de Alberto Núñez Feijóo va a proyectar sobre el logotipo que corona la entrada de su sede nacional del número 13 de la calle de Génova, en Madrid, la bandera arcoíris. Una insignia que, a la vez, ha quedado proscrita en los edificios oficiales de algunos de los municipios y comunidades donde la derecha gobierna con la ultraderecha tras las pasadas elecciones del 28 de mayo.

Es solo un ejemplo de la maleabilidad del PP en su trato con Vox. Una relación que ha ido del desprecio durante los primeros años de vida del partido que fundara el exdirigente del partido en Catalunya, Alejo Vidal-Quadras, a la ruptura de relaciones impostada por Pablo Casado y al intento de Feijóo de despegarse de su influencia que se ha dado de bruces con la realidad electoral del país.

Tras los comicios locales y autonómicos de hace justo un mes; la correlación de fuerzas ha constatado que, salvo en lugares muy concretos, el PP necesita a Vox para acaparar poder territorial. Bien con apoyo parlamentario, bien con un gobierno de coalición.

En los últimos 30 días, el PP ha pasado por todos los estadios en su relación con Vox. De negar su fuerza electoral y definir “líneas rojas” estatales en sus negociaciones a pactar la entrada de un extorero como vicepresidente en apenas 24 horas. De utilizar la aritmética (“matemáticas de Estado”, en boca del número tres, Elías Bendodo) para rechazar la presión de los de Santiago Abascal a constatar que, al final, lo que necesitan son más 'síes' que 'noes' en las diferentes investiduras. Y de anteponer “los principios” y la aritmética a no poner en riesgo las opciones electorales de Feijóo el 23 de julio.

La negociación que avanzó más rápido fue la de la Comunidad Valenciana. Los tiempos se aceleraron después de que el portavoz del PP, Borja Sémper, pusiera como “línea roja” para el acuerdo la presencia de un “maltratador” en el Gobierno. Dicho y hecho: Vox apartó a Carlos Flores, lo manda al Congreso, mientras en el acuerdo se incluye la lucha contra la “violencia intrafamiliar” y se borra la “violencia machista”.

El PP de Feijóo pareció revolverse contra el pacto de Mazón. María Guardiola, candidata en Extremadura, fue contundente al romper las negociaciones con Vox: “No puedo dejar entrar en el Gobierno a quienes niegan la violencia machista, deshumanizan a los inmigrantes y despliegan una lona donde tiran a una papelera la bandera LGTBI”. Una lona que Vox ha tenido que retirar por orden de la Junta Electoral en las vísperas del Orgullo que el PP va a apoyar con la iluminación de su logo.

El propio Feijóo defendió a Guardiola. Primero, dijo que sus palabras contra Vox obedecían a una estrategia de “precampaña” ya que, ante la ruptura de las conversaciones, Extremadura se veía abocada a una repetición electoral. Fue cuando el líder del PP planteó que no es lo mismo un 8% que un 12%, lo que explicaría por qué Mazón sí aceptó a la ultraderecha en su Gobierno pero la líder extremeña, no.

El problema es que ambas ideas juntas dejaban a los pies de los caballos a Mazón. Pero no solo. En Baleares y Aragón todavía se busca el acuerdo con la ultraderecha. Vox ha sido agraciado en ambos territorios con la presidencia de las respectivas cámaras territoriales, pero todavía empujan para lograr puestos en los ejecutivo regionales. La consigna era retrasar los pactos, y Marga Prohens y Jorge Azcón lo han intentado hacer.

Así que Borja Sémper insistió en un acto de campaña y prometió no “renunciar” a sus “principios por el poder”. Apenas 24 horas después se celebró la toma de posesión de Isabel Díaz Ayuso. Allí estuvieron Feijóo, Mazón y Guardiola. De regreso a Extremadura, la dirigente mandó un mensaje al líder de Vox en la región para retomar las negociaciones.

El giro copernicano ha concluido con Guardiola pidiendo más tiempo a la presidenta de la Asamblea de Extremadura para negociar con Vox, con quien está convencida de poder pactar y a quien ya no veta expresamente en un Gobierno conjunto. Las primeras encuestas han certificado una caída en la intención de voto del PP tras la trifulca extremeña.

Este mismo martes, en Valencia, el líder del PP asistió a un acto sectorial sobre sanidad en el que también participó Carlos Mazón. Es la primera visita de Feijóo a Valencia tras la confirmación del acuerdo con Vox, y en ningún momento expresó dudas sobre el pacto.

El dirigente gallego hizo, de hecho, lo contrario: defenderse. “Lecciones de pacto no vamos a recibir ninguna”, dijo. Y añadió: “Los ciudadanos, de la Comunidad Valenciana y del resto de España, pueden estar tranquilos porque no renunciaremos nunca a nuestros principios en ningún pacto”. Feijóo zanjó: “Respetaremos el deseo de cambio de los españoles, garantizaremos la gobernabilidad con gobiernos proporcionados a los resultados en cada comunidad autónoma. Gobernaremos para todos como va a hacer Carlos Mazón”.

Feijóo ha presumido durante años de haber mantenido al margen a la ultraderecha en Galicia, donde el PP ha ganado por mayoría absoluta las elecciones de forma consecutiva desde 2009. Con esa intención llegó a Madrid, según dijo: para desprenderse del peso de Vox. Su portavoz, Borja Sémper, dejó todos los cargos en el partido precisamente por el acercamiento de la anterior dirección de Pablo Casado a los de Santiago Abascal. Ambos afrontan ahora cuatro semanas tras las que, según todas las encuestas, solo podrán gobernar si pactan con quienes dijeron que no querían estar. Está por ver si, llegado el momento, anteponen principios, aritmética o, como ha terminado haciendo el líder del partido, una mezcla inconclusa de ambas.