Cuando miras fijamente al abismo, el abismo te devuelve la mirada. Excepto en el Partido Popular. Ahí quien te mira es Isabel Díaz Ayuso y la estampa es aterradora. Puede que incluso el abismo no te parezca tan terrible. Desde este miércoles, sabemos una cosa más. Si te asomas a un puente, no dejes que Ayuso se acerque, aunque sea con una sonrisa en la cara. Si es después de un fracaso electoral, extrema las preocupaciones. Mejor corre para salvar la vida.
Alberto Núñez Feijóo tiene algo en qué pensar por las noches. En puentes. Puentes altos que se levantan sobre un inmenso vacío. No en la estrategia de los próximos meses, en su posible debate de investidura o en la oposición que dirigirá personalmente desde su escaño del Congreso. Isabel Díaz Ayuso se la ha marcado en términos que no permiten ninguna duda. La presidenta de Madrid dejó que los barones regionales del PP y los columnistas de derechas se divirtieran estos días con sus comentarios a los medios hasta que decidió que se había acabado la tontería. Esto es lo que hay que hacer y punto. Quien tenga dudas, que revise las necrológicas de Pablo Casado.
La intención de Feijóo es presentarse a la investidura como candidato del partido con más votos sin ninguna posibilidad de contar con la mayoría. No le parece mal a Ayuso. Si eso le entretiene, perfecto. Pero ya está todo decidido. Ahora mismo, Pedro Sánchez está pensando en daiquiris y sombrillas, riéndose mientras imagina a Feijóo preparando en agosto su discurso fallido de investidura. Pero no es así. Eso es lo que quiere que creamos, nos dice Ayuso clavándonos la mirada.
“Es mi deber alertar de que Pedro Sánchez va a aprovechar estos días de agosto, con España de vacaciones, para asegurarse el poder a toda costa. Está mintiendo a la nación, puesto que ya tiene un pacto con Puigdemont”, anunció en una rueda de prensa. Es mi deber alertar. Vigía de Occidente. Centinela de Chamberí.
Había escuchado la ocurrencia de Feijóo de decir que el PSOE es “un partido de Estado” y no dejó pasar más de un día para refutar a su líder nominal. “Va a vender nuevamente España a sus enemigos”, dijo sobre el presidente en funciones. Los socialistas no son un partido de Estado, precisó para que nadie se confunda con las interpretaciones. Todos los puntos fuertes del discurso con el que el PP pensaba ganar las elecciones y obtener la mayoría absoluta con el apoyo de Vox estuvieron detallados en la intervención de Ayuso. “Destrucción” de España. “Una campaña de mentiras”. “Circunstancias anómalas” en la celebración en julio de la cita electoral.
Es el discurso que se estrelló en las urnas de forma aparatosa. Dentro de la cabeza de Ayuso, eso no ocurrió, aunque por una razón u otra hasta la prensa de derechas lo admite. “El fracaso no es nuestro”, dijo. ¿Por qué no lo es? “Somos la España real, la España fiel que no puede estar deprimida”. La España alegre y faldicorta no puede estar triste porque entonces la antiEspaña cabalga de nuevo.
La lista de traidores aumenta. No están en ella sólo los izquierdistas y los nacionalistas. También los conservadores que dudan sobre el camino emprendido, que han sido expulsados de la “España real”, expresión que repitió más de una vez.
Ayuso no podía criticar la estrategia de la campaña del PP, dado que Feijóo asumió por entero el discurso ayusista, todo eso de derogar el “sanchismo” que se explicaba por sí mismo. Ella misma había dicho dos días antes de las elecciones: “Esto está sentenciado”. Sólo quedaba el molesto engorro de que los españoles depositaran las papeletas en las urnas, una simple formalidad que carece de relevancia cuando el destino de la patria está en peligro. ¿Quién decide esto último? Ella, claro.
En los últimos días, algunos columnistas de la derecha han reconocido el “clamoroso gatillazo” del PP y Vox. “El PP no sabe qué hacer con Vox y ese es su principal lastre”, decía uno que criticaba el espectáculo variopinto dado en la Comunitat Valenciana, Extremadura y Murcia. “Se puede ser de derechas sin actitudes hostiles a feministas, ecologistas, homosexuales y modelo de Estado”, explicaba otro que se refería a Vox, pero podría estar describiendo a Ayuso. “Los electores de izquierda que se quedaron en casa en mayo han votado ahora por miedo a Vox”, explicó Narciso Michavila, el asesor electoral más escuchado en el PP y que ahora será contemplado como un derrotista.
Todo eso son historias para Ayuso, que ha decidido tomar las riendas ideológicas del partido. Como si el 23J no hubiera sucedido o fuera sólo una pesadilla que hay que borrar de la cabeza cuanto antes. Ella marca el camino y Feijóo ha recibido el mensaje.
Frente a los que llevan tiempo pensando que el líder del PP no sobreviviría al primer revés electoral, Ayuso quiso darle un margen de confianza. Ya ajustició a un presidente del PP. Dos magnicidios en dos años serían una marca excesiva incluso para ella. Tendrían que cambiar la gaviota del partido por un pterodáctilo.
Ayuso anunció que el gallego cuenta con el “respaldo absoluto del PP de Madrid”. Adujo razones prácticas. “No puede ser que el jueves aplaudiéramos a Feijóo y el martes le tirásemos por un puente”, afirmó con la misma seguridad de alguien que ya ha elegido el puente más propicio. Hacerlo en estos momentos sería demasiado precipitado. Más adelante, ya se verá. Los dirigentes del PP pueden ir asimilando lo que le ocurrirá al que se atreva a cuestionar el mensaje que llega de la Puerta del Sol de Madrid, el lugar en que no se da muchas oportunidades a los pusilánimes.
Plata o plomo. Ayusismo o puente. Feijóo puede elegir, pero no despistarse. De lo contrario, se encontrará volando por los aires mientras ve cómo el suelo se le echa encima a gran velocidad. Ayuso dirá que no ha sido ella, sino “la España real”.
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Cómo frenar las mentiras
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