Alberto Núñez Feijóo regresa a casa por elecciones pero esta vez su cara ya no está en los carteles. Y el político que vuelve tampoco se parece mucho al que emigró a la capital hace casi dos años para suplir a Pablo Casado, decapitado en un magnicidio público tras haber cuestionado el cobro de comisiones del hermano de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
Su heredero, Alfonso Rueda, el sucesor que Feijóo designó a dedo para presidir la Xunta y el partido cuando se mudó entre lágrimas a Madrid, convocó unas elecciones a la medida de su mentor para este 18 de febrero. El objetivo es triple: desgastar a Pedro Sánchez con la amnistía, consolidar el liderazgo de Feijóo al frente del partido y, de paso, revalidar la quinta mayoría absoluta consecutiva del PP en un feudo donde sólo ha dejado de gobernar cuatro años escasos desde 1989.
Los sondeos le vuelven a ser favorables en su tierra y Feijóo necesita otra mayoría absoluta que saque a su partido del shock del 23J, la fecha que tenía apuntada para mudarse a la Moncloa. El PP, su aparato mediático, e incluso los encuestadores de cabecera lo dieron por hecho pero no sucedió y cuatro años pueden hacerse muy largos a un partido que tritura líderes cuando no tiene el poder. El plan de los populares pasa por utilizar las instituciones donde sí tiene mayoría, en solitario o con Vox, para erosionar al Gobierno y establecer un calendario de derrotas electorales que derive en elecciones anticipadas. Por eso Galicia, que en las últimas convocatorias venía votando junto a Euskadi, lo hará en solitario esta vez.
Tras 22 meses en Madrid Feijóo toma el camino de vuelta. A simple vista no queda mucho rastro del barón que se plantaba en Génova 13 para recetar moderación a sus compañeros de partido, el que abominaba del ala dura del PP en Madrid y mantenía a dirigentes como Aznar lo más lejos posible, el que decía avergonzarse de Bárcenas. El presidente centrista que pedía desde Santiago marcar distancias con Vox ha permitido en este tiempo coaliciones con la extrema derecha en todos los ayuntamientos y autonomías donde dieron las cuentas. El mismo que presionó para que Casado retirase de la portavocía parlamentaria a Cayetana Álvarez de Toledo, la ha recuperado para la primera línea de su equipo. Quien dijo que llegaba a la cima del PP no para insultar a Sánchez sino para ganarle dice ahora que al PSOE “le parece bien el terrorismo”, se niega a condenar el “que te vote Txapote” de las últimas campañas y hasta atribuye al presidente del Gobierno “tics patológicos que sería bueno estudiar por los que saben de esto”.
Todo lo que prometió ser quedó grabado en el discurso con el que cerró el congreso del 2 de abril de 2022 cuando fue proclamado líder del PP. Feijóo defendió entonces “sacar la política española del enfrentamiento” y la “hipérbole permanente”, dejarse de “polémicas forzadas”, y al final avisó: “Que nadie cuente conmigo para participar en ese entretenimiento infantil en el que ha degenerado la política española”. En la era post Casado llamó a los suyos a “evitar la revancha y el rencor”.
Nada ha resultado ser como esperaba y en estos casi dos años, a diferencia de su plácida estancia en la Xunta, ahora trata de sobrevivir en un ambiente inhóspito. Por primera vez tiene competencia a su derecha, algo que no sucedió durante los 13 años que gobernó Galicia. Con su foto en el cartel electoral del PP el pasado julio Vox sigue ahí, ahora con 33 diputados.
Pero más que cualquier otra cosa ha cambiado su relación con los medios de comunicación: del balneario que ha sido para él TVG y la mayoría de la prensa gallega, salvo contadas excepciones, ha pasado a ver cómo algunas de sus meteduras de pata y cambios de opinión abren ahora portadas e informativos de radio y televisión. Incluso con los diarios conservadores se han invertido los papeles: ya no es el equipo de Feijóo el que condiciona sus portadas como en Galicia, sino al revés: son esas portadas y editoriales radiofónicos los que dictan a Feijóo el camino a transitar. Se lo dijo, con su claridad habitual, Federico Jiménez Losantos el día que el PP se disponía a pactar con el PSOE la reforma del Consejo General del Poder Judicial. “No se le trajo de Galicia para eso”, advirtió el locutor. Esa misma mañana El Mundo abrió su portada con un titular que sonaba a amenaza: El PP teme la reacción de la “derecha política, mediática y judicial”. Páginas más adelante, el editorial confirmaba que sí, que entre esa “derecha mediática” a temer estaba el propio periódico.
Sin dejar pasar un día, Feijóo esgrimió la enésima excusa para romper el acuerdo y el PP acumula hoy cinco años incumpliendo su obligación constitucional de renovar el órgano de gobierno de los jueces. Todo mientras su presidente porfía en mantener la vitola de hombre de Estado que cultivó durante años en Galicia.
La dura campaña de Losantos, el comunicador que más influye en la derecha, contra Gamarra –“Jamacuca” para el locutor– culminó con su salida de la portavocía parlamentaria, a donde llegó Miguel Tellado. Y esta es otra gran novedad. En Galicia Tellado era el hombre del aparato, un solucionador de problemas en los territorios y con los alcaldes que clamaba contra la oposición, pero jamás fue la voz del PP en el Parlamento, que Feijóo reservó a Pedro Puy, un economista liberal y leído, de talante conciliador, reconocido incluso por sus rivales políticos. Puy, que acompañó a Feijóo en la lista de las generales, es hoy un diputado raso con escaño en las filas de atrás del Congreso, sin papel relevante en la dirección del partido ni del grupo parlamentario. En los años de las mayorías absolutas fue su lugarteniente en el Parlamento, la oratoria que defendía la gestión de la Xunta y recomendaba avanzar al PP por el carril del centro mientras abjuraba de los pactos con la extrema derecha. Su voz apenas se ha escuchado en Madrid y en el escalafón han pasado por delante dirigentes como Álvarez de Toledo, de los que Feijóo siempre había renegado.
El líder del PP no ha ocultado a su entorno su desazón por el panorama que se ha encontrado en Madrid. En el núcleo de colaboradores que emigraron con él a la capital ha causado sorpresa no solo el apoyo que la extrema derecha tiene entre muchos sectores de Madrid, sino cómo han permeado algunos de sus postulados en el propio partido de la mano de Ayuso. Por eso el dirigente que siempre encontraba alguna coartada para no mezclarse en las manifestaciones madrileñas se suma ahora a la pancarta cada domingo.
En este contexto, el nuevo Feijóo, del que no tenían noticias los espectadores de los telexornales gallegos, regresará a su tierra durante las próximas dos semanas a echar el resto en otra campaña en pleno febrero, como la que lo llevó a él a la cima de la Xunta hace ahora 15 años. Igual que entonces, un liderazgo inestable al frente del PP depende de esos comicios. En 2009 era Mariano Rajoy el que tenía la soga al cuello. Como ahora Feijóo, Rajoy venía de fracasar en su intento de llegar a la Moncloa, y el ala más dura del partido, liderada por Esperanza Aguirre encabezaba una operación para descabalgarlo, con Aznar siempre en la sombra. Seguro que a alguien le suena el relato.
La victoria contra pronóstico de Feijóo en 2009 le dio una bola extra a Rajoy, que con el estallido de la crisis financiera acabaría llegando a la Moncloa. Como entonces, también ahora hay un sector del partido que desconfía de que Feijóo acabe siendo el candidato si el Gobierno de Sánchez logra estirar la legislatura otros cuatro años. Los barones aseguran que el nuevo líder tiene crédito para un par de años, mientras Isabel Díaz Ayuso va contando a quien quiera oírla que sus planes no pasan por estar más de ocho años al frente de la Comunidad de Madrid. (Que se cumplirían en 2027, justo antes de las próximas generales si no hay adelanto electoral).
En semejante escenario, saber cómo podrían reaccionar algunos sectores del partido a una derrota en Galicia después de que la candidatura de Feijóo a las generales no haya salido como esperaban es una incógnita. Por eso, como le sucedió a Rajoy en 2009, el líder del PP está ahora en manos del candidato en Galicia, Alfonso Rueda, el sucesor al que designó a dedo, un presidente semidesconocido todavía en Galicia, al que TVG y los medios afines al PP tratan de promocionar con todo tipo de formatos. En esa competición Feijóo vuelve para echar una mano a Rueda pero sobre todo a sí mismo con una caravana alternativa para explotar que en casa él sigue siendo el mejor cartel. Aunque el Feijóo de 2024 sea distinto... O tal vez el que siempre fue pero ahora en unas circunstancias diferentes.
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