La consigna es clara entre las filas socialistas: que nadie avive el humo de quienes intentan distraer la atención del hito que supone la investidura de Salvador Illa. Por eso, el Gobierno se cobija en el páramo político del mes de agosto para esquivar los minutos de gloria de Carles Puigdemont durante su visita relámpago a Barcelona y no entra al trapo. Con una agenda pública desértica, las pocas voces del Ejecutivo y del Partido Socialista que han aparecido con cuentagotas desde el pasado jueves se han esmerado en no hacer sangre con el juego de escapismo de quien hoy continúa al frente de un partido que cuenta con siete votos claves en el Congreso de los Diputados para la gobernabilidad del país.
A pesar de poner en jaque a la policía catalana, de las críticas de la oposición con acusaciones de connivencia e incluso de los mensajes del propio Puigdemont, en el equipo más cercano a Pedro Sánchez están convencidos de que la reacción más sensata ante el descoloque de Junts por la nueva etapa abierta en la política catalana es la prudencia. Asumen que cualquier ofensiva dialéctica podría no solo complicar aún más la ya de por sí precaria colaboración parlamentaria de los independentistas, sino incluso taponar los debates internos que están convencidos que se avecinan entre los postconvergentes.
“Junts es un partido que necesita redifinir su estrategia”, se atrevió a sugerir este lunes el ministro de Transportes, Óscar Puente, durante una entrevista en RNE en la que tomó algo de distancia con la filosofía del freno de mano con la que se habían expresado sus compañeros de filas hasta el momento. “No puede ser que el partido que más ha pesado en la historia de la comunidad autónoma de Catalunya esté ahora al margen de los procesos de tomas de decisiones, que no vaya a pesar en el futuro inmediato. Estoy convencido de que variarán la estrategia y pasarán a ser un partido práctico que tome decisiones que tengan trascendencia en la vida diaria de los catalanas, creo que ese es el único camino posible”, apuntó.
El ministro y dirigente socialista estaba en realidad poniendo voz a una reflexión que existe internamente en la Moncloa desde hace tiempo. En el entorno más cercano al presidente ya aventuraron antes incluso de las elecciones del 12 de mayo que un éxito en las urnas de Salvador Illa como colofón a la política territorial desplegada con Catalunya tendría profundas implicaciones en las estrategias y liderazgos del independentismo. Justo lo que ocurre ya en ERC y lo que creen en Ferraz que puede estar por suceder en Junts. “La Catalunya de 2024 no es la de 2017, eso es una obviedad. Y serán los partidos independentistas quienes deban reflexionar sobre si para esta nueva etapa sirven los liderazgos y las estrategias de entonces o deben repensarlas”, apuntan en el PSOE.
Los republicanos, de hecho, ya afrontan las consecuencias de su batacazo electoral desde el día después del 12M. El paso al lado de Oriol Junqueras y las renuncias de Pere Aragonès y Marta Rovira abrieron el camino a la convocatoria de un congreso extraordinario en el mes de noviembre en el que se dilucidará el nuevo liderazgo del partido. En el plano estratégico, Esquerra ha afrontado tanto su aterrizaje definitivo en el pragmatismo político como su siempre complejo distanciamiento de Junts con el pacto para investir al líder del PSC, un president no independentista.
Más allá de la prudencia en público, los de Sánchez están convencidos de que el show del pasado jueves de Carles Puigdemont ha dejado descolocados a muchos de sus propios compañeros de filas que hasta la fecha han mostrado una adhesión inquebrantable y acrítica al expresident. Y ese escenario, sostienen, puede precipitar movimientos internos respecto al futuro de un partido no acostumbrado a habitar la oposición en el Parlament. “Respecto a la performance, no es más que ruido. No creo que beneficie ni al propio protagonista ni tampoco a Junts”, apuntó Óscar Puente en RNE.
Apenas cuatro días después de la aparición en Barcelona de Puigdemont ante 3.000 seguidores y su posterior fuga, y el mismo día en que Salvador Illa ha presentado al nuevo Govern, Junts ha anunciado que todo ese posible debate interno se canalizará pronto, también en un congreso extraordinario del partido que celebrará el último fin de semana de Octubre, adelantándose incluso a los planes de Esquerra.
No se atreve nadie en el PSOE a pronosticar qué surgirá de ese congreso aunque casi todas las voces coinciden en apuntar que dependerá en gran medida de lo que decida el propio Puigdemont, quien en campaña electoral prometió abandonar la primera línea de la política si no lograba ser president igual que prometió que su vuelta consistía en intentar participar en el pleno de investidura aun corriendo el riesgo de ser detenido.
En cualquier caso, confían en las filas socialistas en que las cosas no cambien demasiado en el Congreso durante el nuevo curso político. Creen en la bancada del PSOE que el apoyo de los siete escaños que todavía controla Puigdemont habrá que negociarlo votación a votación. Y aunque asumen que no serán pocos los tropiezos parlamentarios a los que Junts aboque al Gobierno, se muestran convencidos de que la partida de los Presupuestos Generales del Estado no está ni mucho menos perdida.
“Van a seguir respaldando algunas cosas y con otras no lo harán porque no coinciden con sus planteamientos políticos. Sinceramente creo que la situación no va a cambiar gran cosa”, dijo Puente.
Los planes del Ejecutivo para los próximos días respecto a Catalunya y Puigdemont son similares a lo visto hasta ahora: poca agenda, menos ruido y sacar pecho del primer gobierno socialista en solitario de la historia de la Generalitat y de la investidura de un president del PSC catorce años después del último y tras una década de independentismo y quiebra institucional. Para septiembre quedarán asignaturas más complejas, como explicar y convencer a sus propios líderes territoriales del pacto fiscal comprometido a cambio de esa investidura.