Del campo de fútbol a la pista de atletismo, pasando por la cancha de baloncesto y en constante conexión con todo el planeta. El deporte de masas actúa como espejo pero también como teatro de sombras de una sociedad a la que marca el paso mientras mueve miles de millones de euros al año. El triunfo de España en la Eurocopa con jugadores negros ha desatado la euforia por una selección que refleja la diversidad de la calle mientras, recuerdan expertos y deportistas, la realidad del racismo en el deporte nacional es otra. Todo mientras la extrema derecha salta pértiga con sus contradicciones para celebrar el triunfo sin que parezca que acepta, ni por asomo, que besa el escudo gracias a Nico Williams y Lamine Yamal.
La relación del fútbol con el racismo no es ninguna novedad que haya saltado a las pantallas por sorpresa en los últimos meses. La extrema derecha ha llevado durante décadas las riendas de los grupos radicales de los grandes clubes europeos y el racismo ha tenido su protagonismo en la grada: de los insultos que sufrió Wilfred Agbonavbare en el Santiago Bernabéu en los noventa a los gritos simiescos que acompañan a Nico Williams, Mouctar Diakhaby o Vinícius Júnior, pasando por el acoso a la saltadora Ana Peleteiro cada vez que abre la boca o los insultos a Thierry Ndikumwenayo tras ser medallista europeo en fondo.
En el último lustro, el escenario deportivo español ha cambiado. Desde la anécdota que podía suponer que Marcos Senna jugara con la selección de fútbol, España acaba de conquistar la Eurocopa con el papel protagonista de dos jugadores negros. La selección española olímpica de atletismo cuenta con una quincena de atletas que o bien no han nacido en España o proceden de familias migrantes. En el último campeonato nacional de esta especialidad hasta 13 medallistas, todo de nacionalidad española, habían nacido en otros países.
La extrema derecha, cuya ideología pasa por expulsar de España a las familias de todos estos deportistas, lleva semanas desplegando un contorsionismo circense para celebrar la vuelta de 'La Roja' a lo más alto sin alegrarse por el papel clave de los españoles que no consideran verdaderos. En el resto del país, ya conseguido el oro, la euforia se ha desatado por un equipo que, con su variedad de tonos de piel, refleja la realidad de la calle. Los deportistas racializados, convertidos en icono una vez coronan la última cumbre. Distintos expertos y expertas consultados por elDiario.es llaman a la calma a la hora de ensalzar a la selección española como la viva imagen de cualquier barrio con gran concentración de población migrante.
“Hay muchos Lamine y Nico en nuestros barrios”
“Es una instrumentalización de unos cuerpos, en lo cotidiano hay un rechazo constante y una invisibilización de la diversidad étnica y racial en España”. Yania Concepción Vicente es psicoterapeuta y educadora sexual, experta entre otros ámbitos en cómo el racismo impacta en las personas racializadas. Y explica que la presencia de deportistas negros en la selección española de fútbol es tan positiva como poco representativa de la sociedad española. Igualados con los blancos solo cuando alcanzan una gloria que muy pocos consiguen.
“Cuando te beneficia como país, como sociedad. Ahí sí das espacio a las personas racializadas, porque te beneficia como estructura. Pero día a día, en las comunidades que luchan por tener un espacio, una voz, una dignidad... tu estructura racista les violenta”, explica a elDiario.es. “Usas un discurso para tu beneficio, pero para validar y respetar a las personas racializadas, ahí no. Tienen que ser excelentes”.
En ese mismo sentido se pronuncia Pablo Muñoz Rojo, sociólogo y autor de libros como “Baloncesto y racismo”. “La representación por sí sola no es antirracista”, explica tras recordar que en Francia la mayoría de jugadores negros no recibe la aceptación de una parte de la sociedad gala. “Es un mayor reflejo de la diversidad de España, pero mientras todo eso pasa, las legislaciones y la política del país perpetúan el racismo, eso no cambia porque haya un número de jugadores negros”, añade. Es “positivo” pero invita a hacer “una lectura más amplia”.
“Hay muchos Lamine y Nico en nuestros barrios y vecindarios. Muchísimos. Y el movimiento antirracista celebra que esos dos jóvenes hayan logrado este espacio y hayan podido llegar hasta allí, claro, pero no quitamos la mirada ni invisibilizamos que sigue una realidad de un racismo cotidiano”, añade Yania Concepción.
Los números no salen solo del fútbol. Pero esa supuesta representatividad tampoco cuadra con las estadísticas. David Moscoso, catedrático de sociología del deporte por la Universidad de Córdoba, explica a elDiario.es que el deporte de élite “no tiene por qué reflejar la realidad del conjunto de la estructura social de un país, es un deporte que representa a un porcentaje mínimo de la población”. Tres o cuatro mil deportistas de alto rendimiento así reconocidos en un país de 47 millones de personas.
Una selección nacional de un deporte “no refleja fielmente la estructura social, sino que está condicionado por factores de diversa naturaleza”. Por ejemplo, territorios donde se invierte más en deporte. Sí explica que, a nivel general, existe una “estructura deportiva más multicultural en cada vez más disciplinas”, no solo en el fútbol.
Racializados con la camiseta de España
El fútbol es una montaña rusa de emociones, y pocas horas después del triunfo de España en Berlín la mano invisible del mercado hacía su trabajo. Álvaro Morata convertía el “Gibraltar español” en el grito de guerra de la selección y la extrema derecha celebraba el lánguido saludo de Dani Carvajal a Pedro Sánchez.
Una extrema derecha que cuestiona que Lamine Yamal y Nico Williams, nacidos en Cataluña y Navarra respectivamente, puedan vestir la camiseta del combinado español. O que Ana Peleteiro, nacida en Galicia, sea española. O que tuercen el gesto cuando tienen que decidir si se alegran o no por una gran carrera de Jaël Bestué. Herederos de los que pensaron que Inglaterra se hundía cuando Laurie Cunningham se convirtió en uno de los primeros futbolistas negros en jugar con la selección británica.
El CIS preguntó en 2010 a los españoles si consideraban que solo deportistas nacidos en España deberían competir con la selección. En torno a un 70% se mostraron a favor de que no existiera esa limitación. Una década después, David Moscoso repitió la encuesta para el Centro de Estudios Andaluces y vio que ese porcentaje se había reducido. Los datos también mostraban un trasfondo ideológico: la aversión crecía entre la derecha.
El racismo siempre ha existido en el mundo del deporte. En algunos no es tan obvio como en el fútbol, donde gradas enteras imitan el sonido de un simio cuando se acerca un jugador negro, pero el deporte, recuerda Pablo Muñoz, es “un lugar más, un elemento más, un campo más en el que se reproducen todas estas dinámicas”. Y el caso de Vinícius Júnior, jugador brasileño del Real Madrid, lo ha llevado hasta los juzgados. Y no siempre es desde la grada, sino que llegan desde el banquillo. En la Copa América, el argentino Enzo Fernández retransmitía en directo cómo la selección entonaba cánticos racistas y homófobos contra los franceses.
La afección psicológica para un deportista por los ataques racistas, español y no español, es grande, explica Yania Concepción. “El trauma, el racismo, tiene un efecto psicológico importante que no se toma en cuenta porque no es algo físico y la gente le quita importancia. Constantemente las jóvenes tienen una negociación inconsciente, buscando una reafirmación en la identidad, nacer aquí pero no formar parte... se ve afectado cuando la sociedad te dice que no perteneces, que no eres, y hacen un esfuerzo muy arduo para lograr una estabilidad emocional pero no se toma en cuenta una salud mental”.
Eso también sucede en los jugadores de élite. “Por eso fue tan impactante ver a Vinícius llorar, es impotencia, genera un agotamiento físico, mental y emocional, que no se toma en cuenta al abordar estos temas”.
Racismo para la mejor velocista de España
Hace unas semanas, las pistas de atletismo de la localidad madrileña de Leganés vieron la discreta retirada de la alta competición de una de las mejores velocistas de la historia de España. Aauri Lorena Bokesa, que hace 15 años cambió el baloncesto por los 400 metros lisos, colgaba las zapatillas coronada como la reina indiscutible del ácido láctico español: la mujer con más títulos de campeona de España al aire libre, tres Juegos Olímpicos en su haber y con la segunda mejor marca de la historia de España.
Bokesa, negra e hija de migrantes, relata a elDiario.es que su viaje al interior para identificar como racistas cosas que durante años pasó por alto empezó hace relativamente poco. “Cuando me preguntaban si había vivido racismo, siempre decía que no”, explica. Comentarios racistas en las noticias que anunciaban su presencia en la selección olímpica española, pero también gente que cuestionaba si una marca suya podría llegar a ser récord de España en la distancia.
El caso de Bokesa dibuja bien el racismo que acecha a cualquier deportista racializado. Porque Sandra Myers y Bruno Hortelano, plusmarquistas españoles de 100, 200 y 400 metros lisos en hombres y mujeres, ni nacieron ni se criaron en España. “Marcus Cooper no es cuestionado tampoco”, añade Bokesa, que ha residido un tiempo en Suiza, donde sus compañeras olímpicas helvéticas han relatado también el racismo que padecen.
“Tienes que ser súper excepcional”
Bokesa, que deja el atletismo de élite con una marca de 51.08 segundos en los 400 metros lisos y más de 30 internacionalidades con la camiseta de España, explica cómo a una persona racializada se le exige mucho más solo para ser considerada parte de su propio país. “A lo mejor para ser un deportista negro que salga más en los medios tienes que ser súper excepcional”, explica. Eso sucede en el deporte, pero también en casa.
“Hija no puedes ir oliendo a sudor, ir manchada, para que no digan que los negros huelen a sudor”, explica que le decía su madre de pequeña. “Cuando hay un negro que hace las cosas mal, todos vamos detrás y es una presión muy grande”, añade.
“Las personas negras, a diferencia de las caucásicas, siempre tienen que dar lo mejor en todo para poder ser reconocidas. Y decimos que no es necesario. Tu humanidad ya es suficiente, no tienes que ser excelente en todo para ser respetado y reconocido. Eso también es racismo estructural”, denuncia Yania Concepción. “Es ahí donde aparece el trauma, la salud mental, pierdes tu identidad, tu reconocimiento, y hay un agotamiento emocional, mental y físico porque nunca serás lo suficiente para esa sociedad”. Eso cuando el deportista negro no es, directamente, tratado como un animal: “Eran frases o creencias que vienen de la colonización. Esta cosa extraordinaria de que como eres negro corres mucho, bailas bien, tienes una genética extraordinaria... para ser reconocida, una persona negra tiene que ser extraordinaria”, lamenta.
Bokesa, pocos días después de dejar el deporte de élite, explica el viaje que hace para verse a sí misma como española. “La identidad te la construyes tú, me he dado cuenta de mayor, no es que uno te ponga un comentario en el periódico. Soy española, soy negra, mis padres son migrantes, construir la identidad con tantas cosas diferentes es muy enriquecedor”.