La polémica sobre la candidatura fallida de José Manuel Soria al Banco Mundial ha beneficiado al clan de los 'sorayos' frente al grupo de ministros del Gobierno más veteranos y amigos personales de Mariano Rajoy (conocido como G8), con los que libran una enconada batalla dentro del Ejecutivo.
Sin esperárselo, el grupo integrado por Soraya Sáenz de Santamaría, Cristóbal Montoro, Fátima Báñez, Alfonso Alonso y, a otro nivel, Álvaro Nadal y José Luis Ayllón, ha logrado ver cómo el G8 se ha vuelto a quedar, por segunda vez, en entredicho con la renuncia de Soria. Contagiando, además, a un agente externo pero en la órbita de sus rivales: Luis de Guindos.
Hace apenas dos meses, el G8 protagonizó el último, y más elevado, acto de agravio contra los 'sorayos'. José Manuel García Margallo, ministro de Exteriores y fundador de este grupo informal, convocó una cena en su casa a la que invitó al resto del grupo (Rafael Catalá, Isabel García-Tejerina, Jorge Fernández Díaz, Ana Pastor, Pío García Escudero y José Manuel Soria) y al presidente del Gobierno en persona, tal y como publicó El Mundo en su momento. El motivo de la cena era despedir a Soria que acababa de renunciar y que ya había anunciado (y esto era junio) su intención de mudarse a Estados Unidos.
Esta cena fue la primera a la que Rajoy se prestó a ir, con el desaire que supuso para la vicepresidenta, que siempre ha temido que estas citas se utilizaran para tramar contra ella y sus acólitos. Luis de Guindos ha sido invitado habitualmente al G8 y, pese a su amistad personal con Soria, ha preferido mantenerse alejado con calculada discreción.
Con todo, la situación de De Guindos nunca ha sido equidistante de los dos bandos rivales, ya que la animadversión mutua que siente con el ministro de Hacienda es más que conocida, así como su más que escasa sintonía con Álvaro Nadal (asesor económico del presidente y aspirante eterno al puesto del exLehman Brothers).
El apoyo explícito a este grupo, y en esta circunstancia, sentó como un tiro en Vicepresidencia. El G8 no atravesaba sus mejores momentos (con las escuchas de Jorge Fernández Díaz o el escándalo de la implicación de la esposa de Miguel Arias Cañete en Los Papeles de Panamá) y la presencia de Rajoy daba un vuelco a su posición debilitada.
Un giro inesperado de los acontecimientos
Pero ahora la estrategia fijada in extremis por Moncloa para salvar la cabeza del presidente ha sido un plato servido frío pero gratis al clan de la vicepresidenta. Hasta ahora, el ministro De Guindos era un intocable dentro del Gobierno, al que se le había adjudicado todo el mérito de la recuperación económica y con un currículo especialmente respetado por parte del propio Rajoy.
Sin embargo, la onda expansiva del nombramiento a dedo ha llevado a Presidencia a sacrificar a uno de sus principales activos políticos con tal de preservar la candidatura de Rajoy. De Guindos todavía tiene una posibilidad de salvarse y es, precisamente, en el pleno del Congreso de la semana que viene o en la Comisión de Economía donde tendrá que dar explicaciones. Si estas son convicentes podrá seguir con la cabeza alta en el Ejecutivo en funciones. El ministro ha salido airoso de otras comparecencias, con lo que desde dentro aún albergan la esperanza de que esto se quede en una voladura controlada.
También contará con otro bálsamo dentro de su papel de espita del Ejecutivo. El presidente ha anunciado su presencia en la presentación del libro del exministro, “España amenazada”, el próximo miércoles 14 de septiembre. Aunque aún no hay fecha para la comparecencia de De Guindos en el Congreso, este acto marca un hito importante en la semana y determina el momento óptimo para celebrar el pleno.
Un doble cortafuegos
La decisión de empujar a De Guindos a un precipicio ha permitido insuflar energía al ya reducido grupo de 'sorayos' (acaban de perder a Alfonso Alonso, ahora candidato en las elecciones vascas) que ven de nuevo cómo se refuerza su posición dentro del Ejecutivo. La vicepresidenta tiene un férreo control sobre los cargos de segunda división política, como los secretarios de Estado o subsecretarios que son los que manejan los hilos de poder, pero el Consejo de Ministros se le escapaba por momentos de las manos.
El cortafuegos alrededor de Rajoy lo es también en cierta forma alrededor del poder de la vicepresidenta. La adjudicación del cargo a dedo a Soria había ahondado la fractura entre los dos bandos, al arrebatárselo a Alberto Nadal, secretario de Estado de Energía, hermano gemelo de Álvaro y colocado en Industria para poner orden en una cartera que el canario no lograba embridar.
La responsabilidad del titular de Economía, que no es militante del PP pero ha representado al partido en debates políticos en campaña, ha permitido que el partido cierre filas en torno a Rajoy y señale a De Guindos como único culpable del escándalo del caso Soria. Cuando saltó la polémica coincidiendo con la votación de investidura, tanto la vicepresidenta como el titular de Hacienda fueron los primeros en desmarcarse como ajenos a la decisión. Otras voces del G8 sí salieron a arropar a Soria y a De Guindos, como Catalá, Margallo o García-Tejerina.
Sólo cuando el problema se volvió directamente contra Rajoy por defender que se trataba de un concurso de funcionarios, la número dos del Gobierno tuvo que salir para echar un capote al jefe ya que había quedado desautorizado. Montoro, que ya hace tiempo había anunciado que está de retirada de la política activa, sigue guardando silencio.
La estrecha amistad de Rajoy con Soria no es sólo una cuestión de simpatías personales, sino también de favores mutuos. La residencia en Canarias del padre de Rajoy hasta hace unos años hacía que las islas fueran el lugar en el que el presidente pasara varios puentes y días de vacaciones. Mientras, el entonces presidente del partido en la comunidad autónoma se preocupaba de que la estancia del padre del presidente en funciones fuera lo más placentera posible.
La guerra entre el G8 y el G5 ya había orbitado alrededor de nombramientos de familiares y amigos en distintas plazas en la Administración. La sobrina del ministro de Economía, Beatriz de Guindos, y la hija de Miguel Arias Cañete (del núcleo fundador del G8 antes de irse a Bruselas) Micaela, han ido ascendiendo bajo la tutela del ministro. Por su parte, la Oficina Económica de Moncloa creó una subdirección especial al frente de la que puso a la esposa de Alberto Nadal. La recolocación de esta pareja ha sido precisamente la que ha traído de cabeza a los sorayos, que han visto cómo otro afín a De Guindos, Fernando Jiménez Latorre, se volvía a quedar con el puesto soñado en Washington.