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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Ignacio González, el heredero que no llegó a candidato

Mariano Rajoy quería evitar a toda costa dos cosas: que todo el poder del PP madrileño se concentrase en las manos de Esperanza Aguirre y respaldar a un presidente que había heredado el cargo y estaba rodeado de sospechas de corrupción. Si en algo tenía razón González es en preguntarse por qué en las últimas semanas corría dentro y fuera del partido que “no podían ser los dos”.

A pesar del mensaje que la cúpula de Génova trasladaba a los periodistas, el presidente regional no dio su brazo a torcer y se ofreció a ganarse en las urnas la presidencia que había heredado de “la jefa”. Las dudas de la dirección del partido quedaron disipadas al ver cómo entraba en una rueda de prensa donde iba a desmentir que presionó a policías para parar las pesquisas sobre su ático de lujo comprado a un testaferro de una sociedad extranjera.

Verlo silbando y canturreando antes de exponerse ante la prensa para asegurar que todo era falso y que en realidad él era víctima de un chantaje policial por parte de un comisario puso los pelos de punta a la dirección del PP. “Esa no es la imagen que queremos dar”, comentó uno de sus miembros.

En ese mismo momento, las pocas posibilidades de González se quedaron en nada y pasó a estar muerto políticamente aunque sin saberlo. Se explicó luego ante María Dolores de Cospedal, que dos días después aparecía en televisión para asegurar que la candidatura no sería “condicionada” por partes “interesadas” y que había sido “un gran presidente en una situación muy difícil”.

Pero la primera reacción de González nada más saber este viernes que había sido apartado de la carrera fue lamentar que “la campaña orquestada haya condicionado la estrategia”, lo que hace pensar que no acatará la decisión sin más. Después de lo que miembros del PP madrileño reconocen como “un espectáculo lamentable”, González va a seguir siendo el protagonista. La decisión de descabalgar a un presidente en ejercicio no es un trago fácil para un hombre como él, con la misma dureza y habilidad para la maniobra política que Aguirre.

El cruce de denuncias entre González y uno de los comisarios, José Villarejo, con los que se entrevistó en una cafetería para hablar del ático mantiene el asunto vivo en los tribunales, por lo que la polémica se mantendrá pese a los intentos del ministro del Interior que recordaba desde la mesa del Consejo de Ministros que la famosa entrevista tuvo lugar “cuando el PP aún no gobernaba”. Además de esa apelación a la herencia recibida, Jorge Fernández Díaz no ha dado ninguna explicación ni dato que no se supiera. Rajoy había asegurado que Interior “ofrecería explicaciones” cuando se negó a contestar el día antes.

Mientras tanto, la actividad de la Asamblea de Madrid mantendrá expuesto a González ante los grupos políticos hasta marzo, cuando se interrumpirá su actividad. Desde su escaño, González deberá responder durante semanas a las críticas de la oposición, pero también mantendrá una tribuna desde la que hacerse oír.

La distancia con Aguirre

Aunque la ambición por el puesto le había distanciado en los últimos meses de Aguirre, las relaciones entre ambos eran buenas en apariencia. La presidenta del PP regional y ahora aspirante a alcaldesa tardó tres días en respaldar a González después de su polémica rueda de prensa del lunes. Solo un comunicado del PP madrileño supervisado por ella mostraba “apoyo” a González. Lo retuiteó cuando la cuenta del partido en Twitter lo difundió. Pero no salió en su defensa.

Tres días después, el silencio de Aguirre daba lugar a todo tipo de comentarios. Como ejemplo, un diputado madrileño bromeaba con que “retuitear no significa necesariamente compartir”. A última hora del miércoles, sus colaboradores convocaron a la prensa para que hiciera unas declaraciones de apoyo a González y cumpliera con el trámite.

Aguirre ha logrado su ambición de aspirar a gobernar la capital sin que le hayan pasado factura las sospechas de corrupción. En la apuesta de Rajoy por quien más votos puede obtener según sus encuestas, no ha pesado el caso Gürtel ni la Operación Púnica, que supuso la detención y encarcelamiento de su antiguo número dos, Francisco Granados.

Tampoco la fuga que Aguirre protagonizó el pasado verano en la Gran Vía madrileña para huir de los agentes de movilidad que la multaban. El episodio, que ha quedado como falta en los tribunales, tampoco le ha pasado factura. Como el hecho de haber intentado competir con Rajoy por el mando del PP nacional tras las elecciones de 2008.