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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Íñigo Errejón (Podemos): “Hay que entenderse con formaciones que están en contra de recortes y saqueos”

Íñigo Errejón, doctor en Ciencias Políticas, se ha mantenido en segunda línea como responsable de la campaña de Podemos, aunque intervino en varios actos, en los que insistió en que el recién nacido partido iba a dar la “sorpresa”. El ideólogo de la campaña analiza los resultados que han dado la victoria “a las nuevas fuerzas ciudadanas” y defiende algunas polémicas decisiones, como la colocación de la cara de Pablo Iglesias en las papeletas.

¿Quién ha ganado las elecciones?

Son unas elecciones extrañas porque son una bisagra entre el régimen de partidos viejo y un nuevo escenario político. Son unas elecciones que ha perdido el bipartidismo. Además, se ha quebrado un rasgo crucial para la estabilidad del orden del 78: lo que perdía uno de los grandes partidos, lo ganaba el otro. A pesar de la erosión del partido que en ese momento esté en el Gobierno, el siguiente que llega comparte con el anterior las grandes cuestiones: la sumisión a la troika, el dogma de la austeridad...

Aunque los grandes partidos puedan seguir mirándose el uno al otro y permanecer ciegos, creo que sería una actitud torpe porque no reconocería que por debajo se está moviendo mucho el escenario y lo que se mueve por debajo parece ser el antecedente de un nuevo escenario político. El mapa que sale de las elecciones es el de un sistema que está cambiando por la erosión de los partidos de la casta y por la emergencia de fuerzas ciudadanas nuevas que son las grandes triunfadoras de las elecciones.

¿Cree que la dirección del PSOE ha entendido el mensaje de estas elecciones?

Cabe el peligro de que estén interpretando que lo que hace falta es algo de maquillaje y, por tanto, organizar un tipo de proceso en el que con nuevos liderazgos -que en realidad no son tan nuevos porque son los de siempre que llevan toda la vida esperando en el banquillo- y con algunos elementos de marketing político hacer un maquillaje a lo viejo. Tendrían que ser capaces de leer que una gran parte de sus votantes ha seguido defendiendo las mismas ideas que defendía antes solo que lo ha hecho en opciones políticas que entienden que sí representan esas ideas.

Si Podemos no existiera y no existieran sus cinco eurodiputados, ¿Rubalcaba seguiría al frente del PSOE?

Es posible. No habría sentido tanto castigo en las urnas porque un caudal importante de ese voto se ha ido hacia Podemos y otras opciones. Cuando los grandes partidos forman parte de lo viejo y frente a lo nuevo se tienen que defender con insultos o ataques como hicieron en campaña, es que su tiempo empieza a acabarse y el de Rubalcaba se acaba. Pero la cuestión no es esa: la cuestión es si el PSOE va a ser capaz de cambiar su política de sumisión y subordinación a la oligarquía que nos ha traído a esta situación de drama social y estafa democrática.

¿Qué pueden hacer los cinco eurodiputados para cambiar la vida de los españoles?

Lo primero es ponerse al servicio del conjunto de los eurodiputados que van a apoyar a Alexis Tsipras como apuesta por la recuperación de la soberanía y el fin del proyecto de saqueo que está empobreciendo a las mayorías sociales y a los pueblos del sur de Europa. También para ventilar las instituciones opacas en las que se va a defender como primera medida simbólica la reducción de los salarios de los eurodiputados. No es la solución a todos los males pero lanza un mensaje muy contundente: queremos vivir como la mayoría de los ciudadanos porque es a quien servimos y no queremos vivir en condiciones en las que se nos olvide y pensemos que representamos a los lobbies. La segunda medida será la defensa de la directiva Villarejo de medidas contra la corrupción. Además, los cinco eurodiputados se ponen al servicio de la construcción de alternativas en España que permitan un cambio político que cada vez más ciudadanos están demandando.

Ahora es tiempo para las confluencias, ¿ve el terreno abonado para que Podemos se una con IU en comicios como los municipales, autonómicos o generales?

Es el terreno adecuado y ha habido manifestaciones en ese sentido seguramente animadas por el buen resultado de Podemos. Pero nacimos diciendo, y es una decisión firme, que no queríamos pelearnos por el margen izquierdo del tablero. Aspiramos a reordenar las fichas y lanzar un mensaje que ya puede conectar con una mayoría social. Creemos que la metáfora que mejor describe la situación actual es democracia-oligarquía. La división del poder del pueblo frente al poder de las minorías que consiguen que siempre se gobierne en su favor y que están ganando más que nunca con la crisis. Vamos a trabajar en ese campo y con todas las fuerzas que estén trabajando en el mismo sentido de recuperación de la democracia nos vamos a entender.

Podemos ha puesto como bandera la celebración de primarias abiertas, pero IU ha dejado claro que se niega a celebrar este tipo de elecciones internas. ¿Son las primarias una exigencia imprescindible de Podemos?

Dijimos desde el principio que ese método nos parecía el más adecuado, no porque nos casásemos con él sino porque nos parecía que había que abrir cauces para una activación popular para que muchos ciudadanos recuperaran la política en sus manos y no siguiera haciéndolo la casta. Los resultados han demostrado que fue una decisión correcta y que ha tocado una tecla para que muchos ciudadanos que de otra forma no habrían votado o habrían votado resignados se reincorporen al campo político. En la medida en la que ese método siga siendo válido para sumar ciudadanos seguiremos utilizando el método. No porque nos casemos con él, sino porque nos parece que es el que mejor se adapta a lo que queremos conseguir, que no es la unidad de los partidos de la izquierda sino el de la unidad de la mayoría social que está sufriendo la crisis.

¿No celebrar primarias significa que un partido es de la casta o sistémico?

No necesariamente. No celebrar primarias significa que en un partido opta por que sean sus órganos internos los que decidan y que no sean los ciudadanos. Se prima un cierto patriotismo de siglas y me parece legítimo. En momentos de normalidad puede tener sentido, pero en nuestro país vivimos una situación de excepcionalidad en la que hacen falta pasos inéditos para conformar esa mayoría política hacia el cambio. Esto no significa ni mucho menos que los partidos que no celebren primarias sean de la casta. Los partidos de la casta son aquellos que en campaña electoral se pelean pero luego gobiernan juntos, deciden recortes y saqueos de manera conjunta y lo hacen porque sus dirigentes no necesitan lo público y, por tanto, gobiernan con el desprecio con el que se gobierna un cortijo. Quienes estén contra eso son formaciones con las que hay que entenderse, por supuesto.

¿En qué momento de la campaña se produjo el despegue de Podemos?

Primero comenzamos con la hipótesis de que había una estrecha ventana abierta para intervenciones políticas inéditas. Desde que se lanzó la iniciativa recibimos 90.000 avales para que que diéramos el siguiente paso en forma de candidatura, los actos empezaron a desbordarse, se empezaron a constituir círculos de apoyo y nos encontramos en una campaña en la que las sensaciones empezaban a ser muy buenas. Cada encuesta nos daba una clara tendencia al alza. Los actos cada vez eran de más gente y se empezaba a respirar ilusión. La concesión de un eurodiputado por parte del CIS contribuyó a ayudarnos a romper el cerco mediático. Con cada escalón de visibilidad se ganaba un escalón de simpatía. Si hubiéramos tenido una semana más, los resultados habrían sido más sorprendentes y habrían puesto más nerviosa a la casta.

La decisión de poner la cara de Pablo en la papeleta ha sido criticada en algunos sectores, incluso de IU. ¿Cree que ha sido efectiva y que les ha hecho ganar votos?

Los resultados avalan esa decisión. Utilizamos nuestra herramienta comunicativa más visible de manera laica, es decir, no usábamos su cara porque creyéramos que tuviera cualidades extraordinarias, pero la usábamos como un signo o un logo para resumir de manera rápida y evidente un conjunto de ideas que están detrás. Los grandes partidos utilizan mucho y con fricción las caras de los líderes que despiertan simpatía y, cuando no, utilizan logos que tratan de expresar de manera simplificada un conjunto de ideas que hay detrás. Hemos usado el símbolo que más se conoce, pero con eso no sirve: Pablo sale mucho en televisión, pero salen más los representantes de la casta que, sin embargo, han perdido millones de votos. El signo ayuda a que más gente lo conozca, pero de que le conozca a que simpatice con la propuesta o le entregue su confianza depende que su discurso responda a los anhelos de la población.

Sabíamos que para sectores minoritarios de la izquierda esa decisión era muy polémica, pero para conectar con algunos de los sectores sociales mayoritarios había que pasar por encima de los tabúes de la izquierda. Teníamos que esperar a que los resultados electorales nos dijeran si teníamos razón o no. Modestamente creo que los resultados han avalado esa decisión.

¿De cara al futuro cree que va a seguir siendo necesario utilizar la cara de Pablo Iglesias?

Dependerá del grado de conocimiento que consiga Podemos, pero también del propio recorrido del nombre de Pablo, es decir, en qué medida Pablo siga sirviendo como referente para mucha gente. Habrá que seguir valorando en qué medida se puede seguir usando o se puede dar más peso a la iniciativa colectiva Podemos. Eso me parece más deseable.

Los mítines forman parte de la 'vieja política', ¿por qué los han utilizado y en qué medida han sido útiles?

No estoy tan de acuerdo con que formen parte de la vieja política. Creo que la vieja política es acudir a un mitin en un autobús que pone el partido para mover un poco las banderitas en los 15 minutos que la televisión enfoca al dirigente que hace unas declaraciones enlatadas para que salgan en los telediarios y a los que la gente acude con apatía. Lo que es relativamente inédito es que la gente vaya a los mítines a disfrutar. Eso me parece que tiene que ver con esa recuperación de la política que es necesaria para el cambio.

Ahora que los partidos están intentando ganarse a la gente en Internet, llega Pablo Iglesias y triunfa por sus apariciones en televisión. ¿En qué parte ha contribuido la televisión y en cuál Internet en el éxito de Podemos?

Se han retroalimentado porque llegan a diferentes públicos. Podemos ha conseguido simpatía, apoyo y voto de sectores de edad muy diferentes. Quedarse solo en las redes sociales, que tienen un sesgo juvenil y urbano, es una visión estrecha y no es hábil. La televisión es fundamental en la creación de diagnósticos y de posiciones visibles: marca y delimita las opciones que la gente conoce. Un magnífico equipo de redes sociales ha amplificado ese impacto de Pablo en la televisión para llegar a más sectores de una manera más participativa.

No habían pasado ni 12 horas desde que han conseguido cinco eurodiputados y el PP ya ha sacado el tema de Venezuela. ¿Qué le parece?

Que están nerviosos. Es una buena señal. En estas condiciones, con altos índices de paro y pobreza, que el PP y algunos de sus medios afines estén tan interesados en que se hable de lo que pasa a miles de kilómetros de distancia revela que tienen escasas ideas y sí mucho miedo por discutir lo que pasa en casa. Esa actitud no les está siendo muy provechosa porque está agrandando el divorcio de una gran parte de la ciudadanía con los partidos de la casta.

¿Cuánto tiempo va a estar Pablo Iglesias en Bruselas?

El que decida el conjunto de la gente que se ha sentido ilusionada con Podemos. Si la mayoría decide que el activo que constituye Pablo hay que ponerlo a trabajar en España es posible que regrese: si no es así, desempeñará su función como eurodiputado.

¿Cuál es la idea para democratizar Podemos y su dirección?

Podemos ha nacido corriendo y en campaña electoral. Como les sucede a otros partidos, durante el tiempo de campaña, hay un comité de campaña que toma las decisiones. Ahora se abre un periodo en el que hay que estructurar la participación y las tomas de decisiones con dos equilibrios. Por un lado, tener posiciones comunes y estructurar una posición común respetando la autonomía de la gente que se organiza en barrios, pueblos o comunidades autónomas. A la vez, hay que dotarse de estructuras más consolidadas de toma de decisión y evita cerrarse, es decir, no excluir a las personas que se han sentido emocionadas y quieren seguir participando pero no están interesadas en la vida interna tradicional de los partidos. Hay que avanzar hacia modelos y democráticos en los que no solo las personas que dedican más tiempo al activismo puedan decidir, sino que quienes se hayan sentido ilusionadas puedan seguir sintiendo la iniciativa como suya en el futuro. Ahí está la clave para que Podemos pueda seguir siendo útil para el cambio.