Decenas de miles de jóvenes israelíes, gran parte de movimientos ultranacionalistas, participaron hoy en el llamado “Baile de las Banderas”, una marcha con la que Israel reivindica la “unificación” de Jerusalén y que suele ser origen de tensiones con la población palestina.
La marcha, celebrada desde hace décadas pero que en los últimos años va cobrando cada vez más fervor nacionalista, cruza la ciudad de oeste a este para realzar el mensaje político de que Jerusalén es la capital “eterna e indivisible” de Israel, un estatus no reconocido ni por los palestinos ni por la comunidad internacional.
Es el principal evento del “Día de Jerusalén”, cuando los israelíes celebran la unificación física de la ciudad en la Guerra de los Seis Días de 1967 y los palestinos conmemoran el momento en que comenzó la ocupación de esa parte de la ciudad que reclaman como capital de su futuro Estado, y que Israel se anexionó unilateralmente en 1981.
“Esta es una de las ocasiones más emocionantes y alegres del calendario judío”, dijo a Efe Daniel Luria, director ejecutivo de Ateret Cohanim, una organización que orienta sus esfuerzos a incrementar la presencia de colonos judíos en Jerusalén Este.
Lo hace ante la Puerta de Damasco, principal acceso al barrio musulmán de la ciudadela y que hoy cruzaron miles de personas hasta el Muro de las Lamentaciones, donde terminó la celebración marcada por una ola de banderas y cantos de ensalzamiento al Estado de Israel, Jerusalén y el pueblo judío.
El Tribunal Supremo del país ordenó a la Policía que cerrase esa histórica puerta al paso de los participantes por la tarde, con el fin de que la marcha terminase su recorrido por la principal calle del barrio musulmán poco después, unos plazos que después se vieron retrasados menos de una hora.
Lo hicieron con el fin de evitar al máximo las fricciones con la población palestina local, en una jornada en la que comienza el mes de ayuno del Ramadán y muchos acuden a rezar a la vecina mezquita de Al Aqsa.
Para impedir escenas como la de años anteriores, en la que extremistas judíos corearon “muerte a los árabes” o “muerte a Mahoma”, los jueces supremos también ordenaron “tolerancia cero” frente a cualquier insulto racista o agresión física.
Un fallo judicial que la Policía tradujo en la exigencia de autorizar cada canción frente a los organizadores del evento y la imposición de todo tipo de limitaciones, como la longitud de los palos de las banderas.
Sin embargo, algunos participantes volvieron a corear “los árabes deben morir” en respuesta a los llamamientos de un centenar de activistas de la izquierda israelí que reclamaba ante la alcaldía el fin de una celebración que consideran “racista”, y pedían “el fin de la ocupación”.
Para los 330.000 palestinos de la ciudad, entre ellos los que viven en la ciudad vieja, la jornada es vista como una “demostración de fuerza” para perturbar su vida diaria y obligarles incluso a cerrar sus negocios.
Sin embargo, el palestino Jaled aseguró a Efe no tener miedo y que no cerraría su floristería, aunque calificó la jornada de “un mal día para los palestinos”.
“Intentan unificar la ciudad todo el tiempo pero la verdad es que la separación existe. Hay colonos y soldados que cruzan la ciudad vieja a diario (..) aquí hay una ocupación que continúa y los israelíes aún nos causan muchas dificultades”, señaló.
El estatus de Jerusalén y de los lugares santos es uno de los asuntos más espinosos de las estancadas negociaciones de paz entre israelíes y palestinos, y mientras los primeros se niegan a devolverla, los segundos exigen la parte oriental ocupada como capital de su futuro Estado.
Según la Policía, que desplegó a 2.000 agentes dentro y fuera de la ciudad vieja, así como un helicóptero para vigilar la situación desde el aire, la marcha transcurrió sin incidentes mayores, con la única excepción de dos menores detenidos por insultos racistas.
Con esta marcha, y con un acto oficial en presencia de los líderes políticos y militares del país, Israel ha comenzado las conmemoraciones del cincuenta aniversario de su victoria en la Guerra de los Seis Días, que para los palestinos supuso el comienzo de la ocupación.