CRÓNICA

Los jabalíes vuelven al Congreso y Sánchez se va de caza con pistolas de agua

11 de mayo de 2022 22:28 h

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El grupo parlamentario del Partido Popular tenía el cuerpo con ganas de jarana. Como en los viejos tiempos hiperactivos y sobreexcitados de Pablo Casado, sus diputados entraron tan calientes en la sesión de control que se pusieron a aplaudir antes de que a Cuca Gamarra le diera tiempo a acabar su pregunta a Pedro Sánchez. Venían con el motor enchufado a tope y echando vapor por las fosas nasales, y no sólo el grupo al que años atrás se le llamaba los jabalíes de la Cámara. Ya vale de hablar de fondos europeos, la guerra de Ucrania y otras menudencias parecidas. Lo que les pone a cien es todo lo que tenga que ver con esos odiosos catalanes y el felón Sánchez. Dame más sangre, Cuca, que hoy nos los comemos.

Mientras tanto, el líder del partido estaba en Galicia, porque Alberto Núñez Feijóo se está tomando con mucha calma lo de venirse a Madrid. Esta semana tiene la investidura de su sucesor en la Xunta y no tenía previsto volver a la capital. Iba a ser otra semana con el líder de la oposición dejando pasar el tiempo, porque cree que el tiempo le beneficia. Pero este miércoles tocaba zafarrancho de combate.

Casado habría dado a media mañana tres entrevistas, dos canutazos y un vídeo en Twitter hiperventilando a lo loco. Feijóo hizo una concesión a la afición con una rueda de prensa de media horita en Santiago, que tampoco hay que pasarse.

El presidente en funciones de Galicia está convencido de que será la economía la que le dará la victoria en las elecciones y que sólo tiene que repetir el método Rajoy de 2011. No es que su partido no le haya comprado esa idea, pero la cabra del escaño tira al monte.

Sánchez tenía que dar alguna explicación sobre el cese de la directora del CNI, ya que la ministra de Defensa había preferido no hacerlo el día anterior. El ejercicio de ocultamiento de Margarita Robles fue tan evidente que parecía que el relevo se producía por pura inercia. El presidente dijo al menos en el pleno que “es evidente que ha habido un fallo en la seguridad de las comunicaciones del Gobierno de España” por el espionaje a su teléfono y al de otros dos ministros. Pero no contó mucho más. Su Gobierno tomó la decisión de anunciar esa infiltración sin entrar en detalles sobre el origen y la identidad de los atacantes.

Tampoco es que haya contado nada especial en público sobre el espionaje a los políticos independentistas catalanes. Ese es un flanco inmenso por el que han cabido las críticas de ERC y Junts, y también las del PP. “El Gobierno sí que lo sabía, porque lo tenía que saber”, dijo Gamarra en el Congreso. Es una deducción y no carece de lógica. El CNI trabaja para el Gobierno, que es quien aprueba la directiva sobre las misiones del servicio secreto y el que recibe los informes obtenidos de esa actividad.

Ante el ataque combinado de las tres derechas, Sánchez y el ministro Félix Bolaños respondieron con pistolas de agua. El presidente recurrió a recordar los escándalos de corrupción del PP –“la situación no es perfecta pero al menos no están los mangantes en el poder”–, y las operaciones ilegales del Ministerio de Interior para proteger al Gobierno de Rajoy por las que se ha procesado a Jorge Fernández Díaz.

Todo eso puede ser cierto, incluida la “estructura parapolicial” creada por comisarios corruptos sin ningún tipo de control judicial. Sin embargo, el miércoles se estaba hablando de servicios de inteligencia y era de eso de lo que el Gobierno podía dar respuestas. No valía con recordar los discos duros rotos a martillazos.

Margarita Robles fue por otro camino. Está tan crecida que se transmutó en el coronel Nathan Jessup de la película 'Algunos hombres buenos'. Al elogiar a los miembros del CNI en la respuesta a Gabriel Rufián, la ministra dijo que hacen su trabajo “para que usted y yo podamos tener unas libertades que sin ellos no serían”. El reaccionario pelotón de soldados de Oswald Spengler que será la última defensa de la civilización occidental. Un curioso antecedente ideológico de un Gobierno tan progresista.

Sonó muy parecido a Jack Nicholson, bien que con menos genio, cuando decía en la película: “No tengo ni el tiempo ni las más mínimas ganas de explicarme ante un hombre que se levanta y se acuesta bajo la manta de la libertad que yo le proporciono y después cuestiona el modo en que la proporciono”.

Rufián podría haber dicho a Robles lo que podía hacer con su manta de la libertad. Prefirió dejarlo en unas pocas palabras: “Si las libertades nos las da el CNI, mal vamos”.

Entre tanto ruido, Feijóo estaba con sus cosas, matando el tiempo en Santiago, hasta que tuvo que dar la rueda de prensa. Tocaba poner cara de tristeza ante el “descrédito de las instituciones” y lanzar alguna falsedad, como afirmar que con la presencia de independentistas en la comisión de secretos oficiales se está “rompiendo un consenso parlamentario de más de cuarenta años” (ERC y PDeCAT estuvieron en ella entre 2017 y 2019).

El líder del PP también tenía una lista de asuntos pendientes de aclarar por el Gobierno. “Seguimos sin saber quiénes han sido investigados y por qué. Seguimos sin saber si el presidente estaba al tanto de lo que hace el CNI”, dijo. Sobre la primera pregunta, seguro que Esquerra y Junts están muy interesadas en acceder a esa misma información. Una parte de ella –hay que sospechar que no muy grande– se conoció en la reunión de la comisión de secretos oficiales a la que asistió Cuca Gamarra.

Bien podría ocurrir que si el Gobierno complaciera a Feijóo y empezara a largar y a contarlo todo, el PP se mostraría escandalizado por considerarlo una violación de la ley con la intención de complacer a los independentistas y perjudicar el trabajo de los servicios de inteligencia.

Eso no va a ocurrir. Moncloa continuará defendiéndose con munición no letal en el asunto del CNI, ocultando más de lo que cuenta y sin poder complacer ni a la oposición ni a sus aliados. La típica situación en la que no le conviene encontrarse a poco más de un mes de las elecciones andaluzas. Pero cómo decir lo contrario si los espías, en la línea de la filosofía de Robles, nos han concedido las libertades y las mantas con las que nos tapamos en invierno.

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