El juzgado de lo penal de Madrid ha decidido absolver al ultra Miguel Frontera de las múltiples acusaciones de haber acosado durante meses a Pablo Iglesias, Irene Montero y sus hijos a lo largo de 2020 en su casa de Galapagar. La sentencia, a la que ha tenido acceso elDiario.es, explica que no hay pruebas suficientes de que la intención de Frontera fue “vigilar” a los dos políticos, “buscar su cercanía física” o directamente establecer contacto con ellos. Otras acusaciones, como las de injurias por los insultos que profería, habrían prescrito según la sentencia aunque haya quedado probado que delinquió.
Frontera fue juzgado el pasado mes de mayo bajo la acusación de haber encabezado las multitudinarias manifestaciones de protesta que decenas de personas protagonizaron frente al domicilio de la exministra y el exvidepresidente del Gobierno durante la pandemia. Tanto Iglesias como Montero relataron a la magistrada lo que había supuesto para ellos y su familia mientras que Frontera, protagonista el pasado mes de noviembre en las manifestaciones de la calle Ferraz, se presentó como víctima de acoso por parte de los denunciantes.
El juzgado, en su sentencia, asume los argumentos de la defensa de Frontera, ejercida por Polonia Castellanos, presidenta de Abogados Cristianos. Reconoce que existió “un ruido constante con megafonía es altamente molesto” y que “altera la vida familiar y personal de cualquier persona” –la pareja Montero-Iglesias tiene dos niños de corta edad–, pero añade que el ruido alrededor de su casa ocurría “antes y después de que el acusado acudiera a las concentraciones”. Según la jueza, en el lugar había “simpatizantes” de Pablo Iglesias que también hacían ruido.
La resolución también justifica que, en ese momento, se dieron numerosas manifestaciones contra el Gobierno como protesta contra la gestión de la crisis del coronavirus. “Se trataba de concentraciones molestas, reiteradas y ruidosas pero políticas”, zanja la sentencia, que todavía es recurrible. Aquello, dice la magistrada acudiendo a la RAE, fue un escrache. “Hay que tener en cuenta el contexto temporal y político en que se produjeron”, afirma. Y el miedo que Iglesias y Montero dijeron que tenían no era por lo que Frontera hiciera efectivamente sino por lo que los policías y escoltas les iban contando.
Tampoco le condenan por grabar a Iglesias dentro de su casa subido a una roca cercana a la valla del jardín. “Las imágenes no tienen nada de relevante, tampoco colocó una cámara que grabara de forma continuada, se trata de una única grabación de 10 segundos de duración”, justifica. Tampoco incurrió en coacciones: “Desde el punto de vista familiar solo consta acreditado que vio a los denunciantes un día, separado por una valla, y la vivienda tenía seguridad 24 horas diarias”, explica. Y remata asegurando que los ultraderechistas que se manifestaron durante meses, a diario, en la casa de la pareja lo único que buscaban era “mostrar su malestar, disconformidad y su crítica a la gestión política que se hizo en pandemia”.
De Galapagar a Ferraz
Miguel Frontera empezó a ganar seguidores en internet cuando, durante la pandemia, promovió y encabezó las concentraciones casi diarias de decenas de personas frente al domicilio de Irene Montero y Pablo Iglesias en la localidad madrileña de Galapagar. El pasado mes de noviembre, además, se convirtió en una de las caras visibles de las manifestaciones frente a la sede central del PSOE en la calle Ferraz de la capital con un escudo del Capitán América con la bandera de España, hasta que fue acusado por algunos de los manifestantes de ser un infiltrado policial.
En las concentraciones que durante meses se sucedieron en las puertas de la casa de Iglesias y Montero, donde vivían con tres niños pequeños, Frontera asumió un papel protagonista: llevando altavoces para poner música, retransmitía en directo las caceroladas y buscaba nuevas zonas de acceso para acercarse lo más posible al domicilio a pesar de las medidas de seguridad. Hasta tal punto que un juzgado le impuso una orden de alejamiento.
Durante el juicio, Frontera se presentó como una víctima y no como un acusado de acoso. “El que recibió acoso real, un acoso dramático, he sido yo”, dijo antes de justificar el acoso y culpar a los afectados: “El ideólogo ha sido Pablo Iglesias, el que pidió una cacerolada contra el rey fue Pablo Iglesias”, explicó. Su letrada, la presidenta de Abogados Cristianos, llegó a preguntar a Iglesias y Montero si sus hijos solo se despertaban y molestaban cuando ponían el himno de España por la megafonía.
El propio juicio fue el escenario escogido por algunos ultras para prolongar el acoso contra la exministra y candidata de Podemos a las elecciones europeas y el exvicepresidente del Gobierno. Francisco Zugasti, conocido por acudir a los juzgados con pancartas de “STOP feminazis” y condenado por increpar a un guardia civil frente al domicilio en Galapagar, espetó a Iglesias dentro de los juzgados: “Atente a las consecuencias”.