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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

El despliegue que empezó con “a por ellos” y que acabó con “salí corriendo”

Incidentes en Sant Julià de Ramis (Girona) cerca del colegio donde tenía previsto votar Puigdemont.

Iñigo Sáenz de Ugarte

Al poco de comenzar la declaración del comisario 19196, el magistrado Manuel Marchena llamó la atención al fiscal Javier Zaragoza: “Han sido varias las preguntas en que está indicando la respuesta al testigo”. Como si fuera la primera vez. Los fiscales hacen muchas veces afirmaciones para que el testigo sea amable y las confirme de inmediato. Un interrogatorio consiste en hacer preguntas, recuerda en estos casos el magistrado, también a veces a los defensores. 

Con la declaración de guardias civiles y policías, los fiscales están navegando por aguas favorables, con independencia del peso que tengan estos testimonios en el tribunal. Se trata de describir un ambiente de violencia generalizada en la Catalunya de 2017 que impidió a los agentes cumplir las órdenes judiciales, un escenario tan dramático que sobrepasó a algunos de ellos. 

La situación tiene algo de paradoja. Hay que recordar que algunos de esos agentes salieron de otros puntos de España con destino a Catalunya vitoreados por amigos y familiares al grito de “¡A por ellos!”, a modo de alegre hinchada futbolística. Los que les jaleaban esperaban que policías y guardias metieran en cintura a los independentistas. El Ministerio no tardó mucho tiempo en darse cuenta de que esas imágenes ofrecían una visión deplorable de la misión, como si los agentes fueran a viajar a una tierra extranjera y pagana. 

El caso es que, para resaltar esa sensación de amenaza, algunos testigos están dando en el juicio una imagen nada heroica. “Salí corriendo. Temí por mi integridad física”, dijo un cabo de la Guardia Civil que estuvo en Garrigàs, Girona. “El sentimiento de miedo lo tenía muy presente”. “Nos perseguían hasta los mismos vehículos”, dijo otro. 

Hubo una situación similar en la localidad tarraconense de Mont-roig del Camp. “Cuando nos subimos a los vehículos fueron detrás de nosotros, nos persiguieron hasta que abandonamos el pueblo durante unos 400 metros. Nos iban empujando hacia las afueras”, explicó un agente.

Hay imágenes de ese momento que se hicieron muy conocidas esos días (el tribunal no las verá hasta que llegue la fase documental con los vídeos y si alguien decide mostrarlas). Tres vehículos policiales abandonan el pueblo lentamente por la carretera –con los guardias civiles fuera de los coches– seguidos de cerca por una columna de centenares de vecinos del pueblo. 

Lo que no describieron con tanto detalle los agentes fue lo que había ocurrido antes. “Allí decidió la Guardia Civil irrumpir en la media tarde dominical con violencia en busca de las urnas del referéndum”, según el Diari de Tarragona. “Y su agresividad se llevó por delante a personas, puertas, vallas y un puñado de votos acompañados por golpes y empujones a diestro y siniestro”.

Los sucesos de Mont-roig del Camp descritos en el juicio por los testigos sí incluyeron las consecuencias de ese día para los agentes. “Se utilizaron las defensas (porras) para dar puntazos a la altura de la cadera, mientras ellos seguían dando patadas. Se utilizó un spray de defensa personal y sólo así se pudo entrar”, dijo uno de ellos.

Un guardia civil dijo que recibió una patada en la mano derecha, por la que tuvo que ser intervenido quirúrgicamente y pasar 152 días de baja. Otro guardia sufrió un esguince de muñeca –cuando un manifestante tiró de su porra y la muñeca le quedó atrapada en una valla– y pasó entre dos y tres meses de baja.  

Estas escenas y otras revelan una vez más en este juicio que los policías desplegados nunca estuvieron en condiciones de impedir que se celebrara el referéndum, un argumento empleado por algunos abogados de la defensa. En la declaración del ex secretario de Seguridad José Antonio Nieto, los letrados le recordaron que había declarado a dos medios que se hubiera necesitado 60.000 o 90.000 agentes para conseguir que la consulta no se celebrara. En este punto, es legítimo aceptar como posible el argumento de que la llegada de policías de fuera quizá no podría parar la consulta, pero sí propiciar una situación explosiva con la que llevar a los tribunales a los responsables de la Generalitat.

El comisario que no sabía nada

La declaración del comisario 19196, que fue el máximo responsable de Información de la Policía esos días, sirvió para volver a incidir en ese clima de violencia. Es cierto que admitió que la descripción general de lo que ocurrió en todos los colegios tiene sus limitaciones: “No hay dos colegios iguales. En algunos, lo que había eran ciudadanos más vanguardistas (se supone que era porque se movían con rapidez hacia la primera línea de la confrontación). En Barcelona, según nos veían llegar, era fácil que se organizaran”. 

Lo que más llamó la atención del testimonio es que dijo que no supo nada del plan de actuación de los Mossos hasta el mismo día del referéndum, y eso que se supone que se enteraba de todo por sus responsabilidades en Información.

Eso se contradice con dos cosas: la primera, la acusación del coronel Pérez de los Cobos y otros mandos policiales a los Mossos de haber difundido su plan en la intranet del cuerpo para que la conocieran los organizadores de la consulta, y que también apareció en los medios.

En segundo lugar, choca con el testimonio de Josep Lluís Trapero y los comisarios de los Mossos de que informaron a Pérez de los Cobos y los jefes de Policía y Guardia Civil en Catalunya de las características de su despliegue. Eso es lo que dijo hace unos días Ferran López, que fue quien participó en las reuniones de coordinación. Si no se habló de eso en esos encuentros, ¿de qué se habló? 

Las horas de lo que pasó el 1-O por la mañana tampoco están claras. El abogado Xavier Melero le preguntó a qué hora comunicaron a Pérez de los Cobos que el despliegue de los Mossos era insuficiente: “A las seis de la mañana o seis y media, cuando hablamos con nuestra gente en la calle, ya le trasladamos que el dispositivo era insuficiente”. No quedó claro si a esa hora empezaron a percibirlo o ya lo tenían claro, porque luego dijo que fue a las ocho cuando no les quedó ninguna duda y dieron orden de actuar a sus unidades.

Sebastián Trapote, jefe de la Policía en Catalunya, había testificado en el juicio que llamó entre las siete y las siete y media a Pérez de los Cobos para informarle de los datos que poseía. Muy poco después, el coronel le devuelve la llamada para decirle que se olvide de los Mossos y que empiece a actuar, lo que Trapote llamó “el plan B”. 

Estas aparentes contradicciones horarias tienen menos relevancia si resulta que Pérez de los Cobos tenía claro al levantarse el 1 de octubre, o desde el día anterior, que en su misión los Mossos no iban a jugar ningún papel.

“Actitud expectante”

El comisario 19196 fue claro y directo en sus ataques a los Mossos por su pasividad el día del referéndum. “En algunos colegios, los mossos estaban dentro (de los colegios), como si fueran unos comicios ordinarios”, dijo. “En general, los mossos estaban en una actitud expectante, contemplatoria”. También hubo casos particulares más hirientes, para este testigo, como cuando un mosso situado a la puerta de un colegio “alertó a la gente de nuestra llegada”. 

Elogió más a los CDR que a los Mossos: “Los CDR se organizaron muy bien con la faceta de la clandestinidad para que las urnas no estuvieran antes de la apertura de los colegios y que luego aparecieron”. Para los intereses de la acusación, venía muy bien agigantar la imagen de los CDR, como si fueran la infantería del referéndum y quienes estaban detrás de todo. Por otro lado, siempre queda elegante reconocer los méritos del enemigo.

¿Cuando necesitaban pedir apoyo de unidades antidisturbios, a quién lo hacían? ¿A unidades de los Mossos o a Policía?, preguntó Melero a otro policía. “No lo sé”, respondió. Marchena intervino para decir que eso no era una respuesta, seguro que él la conocía. La repitió y entonces el agente dijo que a sus superiores. Con tantas ganas de no dar victorias al adversario, algunos testigos se olvidan de las cosas más básicas.

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