Laia Ortiz (Barcelona, 1979) ha sido una de las diputadas más activas en esta legislatura. Reconocida por el Proyecto Avizor hace un año como la diputada con más iniciativas presentadas en materia de lucha contra la pobreza y a favor del desarrollo, la representante de Iniciativa per Catalunya (ICV) deja en breve el Congreso para dar el salto al Ayuntamiento de Barcelona en el número 3 de la lista de Barcelona en Comú, encabezada por Ada Colau, y en la que se integran otros movimientos y partidos como Podemos, EUiA y Equo, entre otros, para las próximas elecciones municipales del 24 de mayo.
¿Por qué deja el Congreso para ir al Ayuntamiento de Barcelona?
Porque me hace mucha ilusión hacer política local, por el efecto de palpar y ver con los propios ojos los efectos de estar en la institución local y de influir, cosa que aquí resulta complicada, después de estos tres años y medio en el Congreso y con la mayoría absoluta del PP. La política local y ese efecto de proximidad es un reto que me hace ilusión. Y, por otro lado, me apetece mucho un proyecto de confluencia, no son unas elecciones cualquiera, sino que es una apuesta estratégica para ganar la ciudad.
Pero en el Congreso se decide sobre temas fundamentales, como los presupuestos, la consulta en Catalunya....
Es verdad, todavía es el eje troncal de la política fiscal, de la política energética y de los grandes programas de protección social, ya sean pensiones o prestaciones de desempleo. Aquí hay un gran presupuesto y el presupuesto te da poder. Pero lo que tiene la política local es la cotidianidad de la gente y pequeños cambios que tienen un gran potencial transformador. Lo de piensa global y actúa local ahora es más vigente que nunca. Aquí podemos hablar de la cumbre del clima de París, fundamental, pero es que en un Ayuntamiento tú puedes con pequeñas decisiones incidir mucho más en políticas efectivas. Barcelona en su momento fue premiada en Europa por su apuesta por el ahorro, la eficiencia energética y la apuesta por las renovables. Eso es algo que puedes hacer y decidir en el ámbito cotidiano en tu ciudad. Y yo creo que esa parte es muy bonita, porque es muy palpable. Yo creo que también es muy poderoso, no tanto en cuantía presupuestaria, pero sí en clave de transformación. Y en lo económico, por ejemplo, no hay sólo que distribuir, sino que ante el capitalismo de casino hay que construir democracia económica. En lo local, en el fortalecimiento de las economías cooperativas y de esa economía de proximidad, un Ayuntamiento puede hacer mucho. Y también en contra de otras dinámicas que juegan a escala global.
Usted ha sido una de las diputadas más activas en el Congreso. ¿No produce frustración estar en la oposición, votación tras votación, ante una mayoría absoluta? ¿Cómo se motiva uno para seguir haciendo oposición aunque, en realidad, vale de poco a efectos legislativos?
Hay momentos de todo, hay momentos difíciles y complicados. Pero lo más importante y lo que te hace venir cada día y plantear propuestas, hacer enmiendas aunque sepas que te van a pasar el rodillo, es el trabajo que haces con la gente de fuera del Congreso: hay un montón de energía, de movimientos, de gente trabajando que necesita también de todos los altavoces posibles y el Congreso es uno y potente. Desde el trabajo de la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético, las ONG de desarrollo, toda la gente que trabaja temas de lucha contra la pobreza... Son gente que es increíble y que hace un esfuerzo muy invisible. No te puedes permitir frustrarte por no ganar una votación, porque tienes el privilegio de como mínimo poder decirle al presidente o a los ministros lo que están haciendo mal y que hay alternativas. Eso hay que recordarlo siempre.
¿De qué asunto que haya incluido en la agenda estos tres años se siente más satisfecha?
La pobreza energética. Hay una parte del trabajo que vas haciendo y que un día da sus frutos. Yo creo que fue la tormenta perfecta. Trabajamos con la complicidad de los movimientos sociales y esa red que existía nosotros ayudamos a que tuviera un efecto multiplicador, pero es que además coincidió la presentación de esa iniciativa contra la pobreza energética justo en una semana en la que se anunciaba la subida exponencial de los precios de la luz fruto de una subasta amañada, con toda probabilidad, por parte de las eléctricas. Y algo que veníamos denunciando desde hacía dos años, justo en esa semana coincidió todo. A partir de ahí se logró hablar de un problema que afectaba a millones de personas: estaban ahí los informes, pero nadie lo quería escuchar.
¿Se puede hacer política en las instituciones sin tener un pie en la calle?
Desde que hago política creo que ésta arranca precisamente de la calle y de la vida cotidiana de la gente. Y a partir de ahí es cuando aparecen las necesidades colectivas, y eso es la política, buscar soluciones desde lo colectivo a necesidades colectivas. No me planteo la política hecha de otra manera. Y siempre la he practicado así. Es verdad que hay veces que puede ser más invisible, y a veces tienes más suerte. Pero yo no me planteaba, cuando estaba en el Parlament, hablar de política sanitaria cuando hacía oposición al conseller Boi Ruiz por los recortes sanitarios, por ejemplo, sin hablar con los trabajadores, las organizaciones de pacientes, todos los profesionales afectados o los comités de empresa. Hacer política de otra manera, y seguro que hay gente que lo hace así, es ir a la desconexión absoluta respecto a lo que sucede y lo que la gente está pidiendo. Además, es una falta de rigor. No puedes hacer política si no interlocutas con los agentes afectados, sea quien sea. Tienes que conocer o saber cómo les afecta cualquier decisión, cualquier cambio legislativo... Hay que escuchar.
Entonces, ¿por qué a veces, como en las negociaciones de Barcelona en Comú, se acusa a ICV de ser demasiado institucional?
Seguramente esa es una pregunta que habría que formular a quienes hayan hecho esa crítica. Hay una parte de desconfianza generalizada con la política organizada o con los partidos, que también nos afecta, una parte de autocrítica que seguro que debemos hacer, pero bajando a lo concreto. Más allá de las descalificaciones generales, yo creo que hay que bajar a lo concreto. ¿En qué momento hay desconexión? ¿En qué momento no se ha hecho? ¿Ser demasiado institucional? Bueno, seguramente es efecto de estar en una institución. Pero no sé qué quiere decir “ser demasiado institucional”. Yo he estado en el Congreso y he estado en las plataformas, y he traído las plataformas al Congreso y he llevado el Congreso a las plataformas. A lo mejor el 99% de la población no sabe cómo trabajo, pero a veces la política institucional no luce en los medios, que es lo que te conecta seguramente con la mayoría. No es sólo problema de las organizaciones políticas, sino que a veces los debates mediáticos tampoco están conectados ni con la institución ni con lo que serían las necesidades. A lo mejor sí con el show.
¿En el Ayuntamiento cabe hacer política sin estar influidos por el debate nacional?
El debate nacional va a estar presente porque es algo no resuelto, y si se insiste en no reconocer que Catalunya quiere decidir su futuro y qué relación quiere tener o no tener, ese conflicto es un conflicto democrático, que por más que lo quieras poner debajo de la alfombra te va a salir. Y la política local no va a escaparse. Otra cosa es que lo troncal en un Ayuntamiento no es eso, sino qué modelo de ciudad quieres. Ahora CiU y ERC nos quieren decir que las municipales son la primera vuelta de ese referéndum, pero lo cierto es que el señor Trias [Xavier, alcalde de Barcelona] con el que más ha pactado ha sido con el PP, para llevar a cabo sus políticas de transformación o de privatización y su modelo de ciudad. Esa es la realidad, por más que quieran decir que las elecciones van de una cosa u otra. En todo caso, la política local, fundamentalmente, tiene mucho que ver con lo que la gente se encuentra al salir de su casa. Va de eso.
A propósito del derecho a decidir en Catalunya... En los próximos meses los catalanes van a votar en tres elecciones diferentes: locales, autonómicas y generales. ¿No son un espacio válido para que se sepa qué quieren los catalanes?
Queremos votar en un referéndum. Eso es lo que una amplia mayoría quiere, porque cree que el modelo actual está agotado y lo ha acabado de agotar el Partido Popular. No sólo ha habido una sentencia del Estatut, sino que a golpe de decreto ley la recentralización ha sido absoluta. Este modelo está agotado. Y queremos votar el encaje en España, y eso no lo resuelven unas elecciones. En unas elecciones se vota una mayoría parlamentaria para hacer un Gobierno y para hacer un programa y unas políticas, y tú no puedes sustituir una cosa por la otra. Y sí votaremos tres veces, porque queremos votar cuál es el modelo de ciudad, el modelo de país y cuál es la mayoría que queremos en el Estado y con quién queremos interlocutar en el Estado, pero no va a ser la ley D'Hont la que sustituya un referéndum.
Habla de que el modelo de Estado está agotado. ¿Sólo en lo territorial?
No, no. Nosotros definimos una hoja de ruta y hablamos de proceso constituyente tanto para Catalunya como para el Estado. Tenemos las instituciones en crisis. Hay una crisis democrática, territorial, social, ambiental, y además con una población cada vez más despegada del propio sistema democrático. Todo está en crisis, y necesitamos una nueva definición de los derechos, de la democracia, de cómo se ejerce el poder de las instituciones y el papel que tiene la ciudadanía, una defensa de los derechos ante esta economía del casino y esta Europa de los mercaderes. Todo está a debate y lo sometemos a debate.
Barcelona en Comú, la candidatura en la concurrirás al Ayuntamiento de Barcelona, es una coalición encabezada por Ada Colau y en la que se han integrado ICV, EUiA, Podemos, Equo... ¿No es una sopa de siglas cocinada con la receta de la vieja política en la que los partidos se reparten los puestos en una lista?
No, para nada. Bajo esa frase hay una parte de tópico. Cuando buscas la confluencia, la suma de proyectos bajo un mismo objetivo que se complementan y que desde su pluralidad ponen sus energías y su capital político, sus experiencias, su organización, su militancia, y la ponen para conseguir un objetivo, como es Barcelona en Comú, creo que es un proceso distinto de lo que serían otro tipo de acuerdos electorales. Todo parte de buscar un diagnóstico común, de hasta qué punto es necesario ante la situación de emergencia social y ante un gobierno muncipal que ha puesto Barcelona en venta. A partir de ahí, tenemos la necesidad de confluir. Primero es el diagnóstico común, luego el hecho de coincidir en espacios comunes en los que las militancias de las distintas organizaciones y gente que no venía de ninguna organización, movimiento ciudadano o vecinal, compartimos esos espacios para hacer, por ejemplo, unas jornadas sobre el código ético, donde ya se adopta un código ético. A partir de ahí vamos construyendo cuál es la mejor manera de hacer un equipo para ganar Barcelona, cómo se elige, cómo se hace la candidatura, cómo hacemos un buen equipo con el liderazgo de Ada, que ha hecho posible este proyecto de Barcelona en Comú. Y a la vez, buscando los elementos de democracia participativa, de proximidad, como la elección directa de los representantes en los distritos. Es mucho más complejo y no cabe en una dicotomía de nuevo/viejo... A veces hay una obsesión de etiquetarlo todo y yo creo que no definimos bien la realidad.
¿El proceso ha sido difícil?
Ha habido momentos de todo, fruto de que somos organizaciones y personas y movimientos con procedencias distintas, y eso había que encajarlo. Como cualquier equipo que empieza a conocerse, necesita hacer una pretemporada. Aquí todo el mundo ha sabido poner lo que es prioritario, la ciudad y la gente de Barcelona por encima también de las visiones más individuales.
Ha entrado Podemos, ¿se puede llegar a más acuerdos fuera del ámbito barcelonés?
Nosotros trabajaremos activamente para buscar no tanto acuerdos con Podemos, sino acuerdos amplios que permitan ganar mayorías en las instituciones, que es lo que necesitamos. El diagnóstico para Barcelona nos vale para Catalunya y para el Estado. Y cuando se habla del fin del bipartidismo, en lo que estoy de acuerdo y hace ya mucho tiempo que algunos llevamos luchando contra esa visión bipartidista que niega la pluralidad de actores, esa diversidad. Eso también significa poner en valor la pluralidad, saber dar la batalla para ganar las instituciones desde el reconocimiento de que esa pluralidad es complementaria, y que necesitamos frentes de izquierdas para ganar Barcelona, Catalunya, Madrid y el Estado. No se entendería anteponer los proyectos políticos de un partido por delante de la emergencia social que vive el país.
¿Hay debate en ICV sobre los aliados? ¿El sector más independentista no preferiría pactar con ERC o las CUP por ejemplo, con una agenda nacional prioritaria?
El debate de nuestra asamblea hace dos años era junts i juntes podem canviar ho tot, esa es la voluntad de nuestra organización, sabiendo que no hay emancipación nacional sin emancipación social, y una cosa va ligada a la otra. Nosotros hemos emplazado a Esquerra a que deje ser la muleta de Mas, en la que Mas se apoya para mantener unos presupuestos injustos, unas políticas con las que se está vendiendo el país por cuatro duros a las empresas de turno, y emplazamos a Esquerra a que se sume a ese cambio en las políticas. Y hemos emplazado a las CUP, y con ellas coincidimos muchísimas veces en las votaciones en el Parlament. ICV es un partido que siempre ha buscado alianzas, para defender el derecho a decidir, creando espacios plurales, y alianzas con todo el Estado, en Galicia, Valencia, Baleares... Forma parte de nuestra historia, ya el PSUC era expresión de esa búsqueda de la unidad popular. Y si en un momento como este, trascendente, y que se están perdiendo rápidamente muchos de los derechos conseguidos con la lucha de muchos años, ya sea en Europa, donde hemos buscado la confluencia de Verdes y el la izquierda europea (GUE), nosotros somos los que estamos haciendo de conexión. Lo hemos hecho en el Estado, lo haremos en Catalunya, en Barcelona y en otros municipios. Ese papel de ICV forma parte de nuestro ADN, porque no buscamos una posición cómoda de ser un Pepito Grillo con incapacidad de influir, nuestra vocación siempre ha sido desde la radicalidad democrática, la transformación social, gobernar, que para eso te presentas a unas elecciones.
¿Por qué Podemos ha surgido tan potente, también en Catalunya donde les resta apoyos en las encuestas y donde los debates parecían muy transversales y había tantos partidos?
Hay una parte que por el hecho de ser nuevo todo cotiza al alza. Y Podemos ha aparecido en un momento donde ha colisionado el desmoronamiento de un régimen y todas las instituciones del Estado y cada día ve la gente en las noticias 5-6 casos de corrupción de las principales instituciones o de los partidos... Esto junto con la precariedad con la que vive muchísima gente, fruto de unas políticas injustas, pero que eso luego se traduce en gente que está desesperada, cabreada y una infinidad de cosas. Yo creo que Podemos aparece en ese momento: son nuevos y conectan con esa rabia. Evidentemente cuando no has gobernado nunca es como cuando no has lavado nunca un plato, que no puedes haber roto ninguno. Eso, y una capacidad loable de conectar comunicativamente. Hay que reconocerlo. La otra cosa es que han conseguido muy bien el efecto marca y colocarse muy bien, además de arrastrar con éxito a la política a gente que estaba ya desencantada. Pero ahora hay que construir y en Catalunya no puedes esquivar el debate para siempre porque hay que definirse, y ahora es el momento de la política. Una vez canalizas el cabreo ahora hay que construir alternativa, y yo creo que con Podemos hay posibilidades de encuentro en el objetivo de la transformación democrática y social, pero ellos también tienen que sentarse a hablar con los que hace mucho tiempo que venimos trabajando en esa clave si lo que realmente se quiere es ganar las instituciones.
Ha compartido grupo parlamentario con Alberto Garzón durante tres años. Acaba de estrenarse en el debate del estado de la nación. ¿Es el referente de la izquierda en el ámbito estatal?
No hay nadie mejor que él para conectar y expresar la solidez de un proyecto claramente y nítidamente de izquierdas como el que él representa y la voluntad de una transformación democrática del Estado y de las instituciones. Yo creo que Alberto encarna esa doble de condición de frescura y solvencia a la vez, es muy brillante en lo intelectual y en sus propuestas, pero también tiene una gran capacidad de empatizar y conectar con lo que está pasando en la calle que es fundamental. Y yo lo que deseo es que le vaya muy bien, necesitamos desde Catalunya y desde Barcelona que haya más Albertos en la política española y que sepan entender los conflictos sin esquivarlos, sino afrontándolos y sin miedo. Yo creo que él lo está haciendo y también es el momento de los valientes, de los que no se arrugan, y yo creo que él lo está demostrando.
¿Conseguirá remontar las bajas expectativas electorales?
Yo creo que las encuestas están para verlas, pero nunca he sido de creerme las que daban 50 diputados ni las actuales. Al final no le hablas a las encuestas ni luchas contra las encuestas, hablas para conectar con la gente y expresar la solvencia de tu proyecto político, la coherencia de tu proyecto político... Alberto tiene capacidad sobrada para hacerlo, y yo creo que tiene ese recorrido. Y puede demostrarlo con hechos en un momento donde la política es líquida y parece que todo vale. Cuál ha sido el papel que han tenido las organizaciones, qué se ha defendido, qué no se ha defendido, qué posición ha tenido... Frente a una política a veces más superficial yo creo que hay que reivindicar los hechos y él tiene capacidad de hacerlo.
Dados los participantes de Barcelona en Comú (ICV, EUiA, Podemos, Equo...) sería posible un acto electoral con Ada Colau, Pablo Iglesias, Alberto Garzón... ¿Es la expresión de la unidad popular de la que tanto se habla últimamente?
Sería un acto potente de expresión de la complementariedad, la pluralidad y la potencia de las voces que hoy hay desde los distintos acentos para un objetivo común. Yo creo que sí, que sería posible. Pero no me quiero adelantar, es algo que hay que hablarlo con todas las personas, ver los plenarios de Barcelona en Comú, porque también es verdad que los proyectos tenemos que trabajar para que cada vez sean menos personalistas y más colectivos. Y es algo que en la política tenemos que cambiar. En algunas organizaciones no parece que los tiros vayan por ahí, pero yo sí que creo que la potencia de Barcelona en Comú no es tanto las caras visibles, y es evidente que Ada lo es, sino la energía de muchísima gente que trabaja de forma anónima, y es lo que hay que poner en valor también. La potencia de sumar organizaciones políticas no son los liderazgos personales, sino el trabajo que hace muchísima gente. Es algo que desde el feminismo y desde otra manera de hacer política siempre he reivindicado, pero también es verdad que el modelo de medios exige a veces una sobreexposición pública muy centrada en figuras y premiar a personas por encima de lo colectivo. Y no sé si eso siempre favorece la democracia en mayúsculas.
Y hacer que la gente participe.
Y en igualdad de condiciones, no sólo apretando un botoncito. Sino que nos hayamos acercado al debate con información, con deliberación, contrastando ideas... La democracia no es un botón o una mano, es todo un proceso de garantías para tomar una decisión y una buena decisión. Y además es mucho más que eso. A veces no es sólo tomar una decisión por una mayoría concreta, sino llegar a una respuesta que a veces es más complejo que un sí o un no. ¿Cómo integras tú las minorías sin que sean discriminadas en una decisión? La democracia tiene que ver mucho con todo eso, es mucho más complejo que el sí o no, que el blanco y negro. Y eso hay que trabajarlo mucho si queremos dar oportunidades a todo el mundo, independientemente de si tiene acceso a las redes, de la edad, de la trayectoria que tenga. Eso es lo que las organizaciones políticas, y es por lo que acabé entrando en una organización política, pueden ofrecer: unas ciertas garantías de participación y de formación.
Pero no sólo es participación en las organizaciones, también en las instituciones y, en el caso de Barcelona en Comú, en el Ayuntamiento.
Hay muchísimas formas de hacer más democrática la ciudad. Una de ellas es la elección directa de los representantes de distrito, que es una reivindicación vecinal de hace muchísimos años. Pero es que yo creo que en una ciudad tienes instrumentos muy útiles para implicar a la ciudadanía y que sea protagonista de las instituciones. Desde el diseño de una plaza pública, cuáles deben ser sus usos, o los proyectos urbanísticos, hacer más consultas en una ciudad y procesos deliberativos a la hora de diseñar la ciudad que queremos. Incluso la implicación educativa, cuando los escolares suelen quedar fuera de las decisiones, y presupuestos participativos, en los que Porto Alegre (Brasil) nos enseñó muchísimo, donde se inició el movimiento de la democracia participativa. Hay muchísimos instrumentos en una ciudad que pueden promover la participación y la implicación activa.
En una ciudad como Barcelona, que está construida hasta sus límites, entre el mar y la montaña, y linda por el norte y el sur con otros municipios, ¿qué más se puede transformar?
Ahora la transformación no pasa por la expansión, sino por la transformación de la vida cotidiana de la gente. Por ejemplo, ampliar la red de guarderías públicas de calidad, por una movilidad que priorice las personas por encima del transporte viario, accesible para todo el mundo, por defender el comercio de proximidad, por un urbanismo amable. O por garantizar una renta mínima a las personas que viven en Barcelona, por parar los desahucios, que es la ciudad de España con más desahucios... Por ahí pasa la transformación, por darle la vuelta a una ciudad que cada vez está más fracturada internamente, hay un montón de fronteras invisibles, pero reales. Hay fronteras evidentes entre los barrios y esperanza de vida, entre Sarriá y la Verneda, por ejemplo. Hay fronteras brutales entre la formación y la tasa de paro dentro de la misma ciudad. Hoy la transformación pasa por coser las heridas sociales que existen y recuperar la ciudad para su gente. Yo creo que ese es el proyecto.
¿Y también actuar con medidas urgentes para frenar situaciones desesperadas?
Un Ayuntamiento tiene una capacidad brutal. La política social ha parado su inversión cuando llevaba años invirtiéndose, Trias prácticamente no ha he tenido más que buenas palabras contra los desahucios y Barcelona invierte entre tres o cuatro veces menos que las ciudades colindantes en paliar la pobreza energética, o en mediar con las empresas eléctricas para que no haya cortes de suministros, o en no venderse el agua, que ha multiplicado su precio al privatizarse el servicio. Tenemos una capacidad de instrumentos de incidencia, porque al final un ayuntamiento es la primera trinchera contra la crisis y la precariedad, y lo que ha estado haciendo hasta ahora es ponérselo mucho más difícil a la gente y remar a favor de la desigualdad y no lo contrario.