La defenestración de Pablo Casado en aquellos días sangrientos de febrero ha propiciado dos congresos del PP –en Galicia y en Madrid– que no estaban previstos y que en un mismo fin de semana han retratado las dos almas que de momento conviven en el partido. El resultado de ambos cónclaves, con candidatos únicos, estaba cantado. Isabel Díaz Ayuso sacó menos de un punto a Alfonso Rueda en sus respectivos escrutinios búlgaros: 99,12% de los votos ella; 97,2% el sucesor de Feijóo. Ningún misterio ahí. El liderazgo estatal tampoco está en duda, desde que los poderes fácticos, incluida Ayuso, se conjurasen para hacer caer al anterior presidente nacional. Hoy las encuestas muestran un futuro halagüeño para el PP dejándose llevar si el Gobierno es incapaz de cabalgar los problemas económicos. Eso sí, siempre de la mano de Vox. Aunque nadie tampoco se atreve a vetar a la ultraderecha. Como mucho, a clamar por una España bipartidista que no parece esperar en el horizonte.
Pero para un espectador despistado, o para uno muy atento, las diferencias entre ambos cónclaves fueron notables. Por momentos llegaron a parecer partidos diferentes, con una ideología complementaria en el mejor de los casos y objetivos políticos divergentes.
El PP de Galicia, que es todavía el PP de Feijóo emocionalmente aunque ya no de carné, apuesta por vender gestión, como su líder. Es la receta que una vez le llevó desde la oposición al Gobierno de la Xunta en 2009 y, ahora, a sustituir a Pablo Casado al frente de la dirección nacional del partido. Un Casado al que en Madrid borraron de todos los vídeos y referencias, por cierto. Lo que no se nombra no existe.
El sucesor de Feijóo en el Ejecutivo autonómico y en el partido, Alfonso Rueda, no parece incluir en su lista de objetivos políticos seguir subiendo escalones ni destacarse con voz propia dentro del partido. “Poco a poco me han ido viniendo cosas que no pedí, pero que asumo”, dijo ante las bases en otra sucesión exprés y sin contrincante. Las intervenciones de sus compañeros en su encumbramiento pusieron más el acento en el hueco que deja Feijóo, y en la propia figura del líder nacional, que en el espacio que llena Rueda. Él tampoco se ha esforzado por marcar distancias: ha elegido al mismo equipo de gobierno, apenas ha remodelado la cúpula del partido y ha ensalzado la idea de estabilidad. Los intentos de diferenciarse se han quedado, por ahora, en las declaraciones que sostienen que existe un “estilo Rueda” que, hoy por hoy, aún no ha dado la cara.
Díaz Ayuso es la antítesis. “Madrid es España” es el lema oficioso de toda la arquitectura política armada para elevar aún más su figura. Mientras en Pontevedra se mezclaban los discursos en castellano y gallego, con imágenes de peregrinos en la entrada y juegos de palabras con el Camino de Santiago, en un Ifema que atronaba con música rock iluminado por haces de luz móviles desde el suelo al techo como en una premiere cinematográfica, se despreciaban las lenguas cooficiales y constitucionales. No importa que en la primera fila estuviera sentado el propio Feijóo, defensor de la diversidad idiomática, ni que este hubiera cedido a la lideresa el cierre del cónclave que como presidente nacional le correspondía.
No fue el único mensaje con forma de bofetada que tuvo que escuchar Feijóo de boca de Ayuso. Algunos más explícitos, como el de que “el centro derecha” no puede dedicarse solo a “arreglar la economía” apenas unos minutos después de que el líder dijera: “Las instituciones deben contribuir a la mejora de la economía, del bienestar de los ciudadanos”. Otros más implícitos, como el de comprar los marcos discursivos de Vox al hablar de “invierno demográfico”, arremeter contra la “Agenda 2030” o insistir en la existencia de una “agenda totalitaria”.
Ante Díaz Ayuso, Feijóo reafirmó que ella y el PP madrileño son “más libres” ahora que la presidenta de la Comunidad ha tomado también las riendas del partido. Desde Galicia, al día siguiente, volvió a dedicarle un mensaje de autonomía: “Madrid es una máquina del PP imparable y vamos a proteger las máquinas del PP”. Ante Rueda, consciente de la línea recta que los une, hizo un intento de difuminar la sombra que proyecta sobre el que fue su número dos en la Xunta durante 13 años.
Para ello recurrió a una cita de Manuel Fraga: “Ni tutelas ni tutías”. La frase la pronunció el fundador del PP en el cónclave de 1990 en el que ascendió a líder del partido José María Aznar. Rueda respondió asegurando que solo ha recibido la opinión de Feijóo cuando la ha pedido, aunque tiene la sensación de que lo estaba “observando”. “Yo te voy a seguir pidiendo consejo”, reconoció a continuación.
En Madrid también se pronunció el “sin tutelas”. Pero no se lo dijo Feijóo a Ayuso. Fue la propia presidenta la que se lo dijo a sí misma, quizá ante la ausencia de un mensaje los suficientemente explícito del gallego en ese sentido.
Sin tutelas...
Ambos congresos se gestionaron como extraordinarios y urgentes, por lo que no se abordaron ponencias políticas. De hecho, el PP no lo hace desde 2017 en un proceso congresual. Los cónclaves se resolvieron en poco más de 24 horas, aunque en realidad a Rueda le llevó un poco más atar los apoyos para ser elegido. Tuvo que pactar con los dirigentes provinciales, incluido José Manuel Baltar, heredero del histórico cacique ourensano Xosé Luis Baltar, de quien heredó el partido provincial y la diputación.
De hecho, la negociación la dirigió Feijóo, quien ha retrasado al máximo su aterrizaje definitivo en Madrid a esta misma semana. Baltar puso algunas pegas iniciales, pero luego entró al acuerdo. Ayuso hizo en Madrid patente la frase de Alfonso Guerra “Quien se mueve no sale en la foto”. O que se lo pregunten a la ya ex secretaria general, Ana Camins. O a algunos de los miembros del Gobierno, como Enrique López, que por perder ha perdido hasta la interlocución con el Gobierno para la renovación de los órganos constitucionales.
Del antiguo equipo de Casado en la región apenas queda el alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida, y quién sabe si porque los estatutos obligan a su presencia en el Comité de Dirección. Almeida, por si acaso, ya se había borrado del equipo de Casado cuando estalló la crisis. Él y Ayuso se masajearon en sus discursos, pero dejando claro el estamento al que pertenece cada cual: Almeida dijo ser “partner” de Ayuso. Y su soldado. Ella le devolvió el cumplido a su forma y le dijo que le necesita para las elecciones de 2023. Ya se verá luego.
Ayuso es la jefa y nadie lo duda. Ni ahora, ni antes. No ha tenido que negociar nada con nadie. El viernes, en su discurso de presentación de candidatura, presumió de hacer una dirección a su medida, “sin cuotas”. O eres de Ayuso o estás fuera.
Solo Casado y su número dos, Teodoro García Egea, pensaron en el verano de 2021 que podían evitar que Ayuso asumiera el control del partido en Madrid. Un Casado al que, por cierto, nadie mencionó en el pabellón de Ifema. Nadie. Tampoco en los vídeos que repasaron la historia del partido y en los que sí aparecieron sus predecesores. Una estrategia que ya menciona George Orwell en su 1984: “Quien controla el pasado controla el futuro”.
...ni tutías
Alguna coincidencia hubo. Ambos apenas hablaron de la vida orgánica del partido. De hecho, Feijóo hizo un llamamiento a dejar de hablar de ellos mismos porque, como se ha visto en las última fechas, ha dado un resultado poco productivo.
Y hasta ahí las coincidencias. El gallego aprovechó para reiterar sus planes en la Xunta, que no son otros que mantener el rumbo, incluidas alusiones a las bajadas de impuestos. El presidente se ha llevado la cartera de Turismo consigo, lo que implica seguir gestionando el Xacobeo... y la sustanciosa millonaria cartera de publicidad institucional que lleva aparejado.
Su principal mensaje en clave interna fue pedir a los suyos “unidad” y “humildad” para continuar la senda de Feijóo con una quinta mayoría absoluta en las próximas autonómicas, previstas para 2024.
Ayuso no mencionó sino de pasada la gestión de su Gobierno o sus planes de futuro. Se limitó a un párrafo en el que dijo que se van a construir “más hospitales”, “más centros de salud” y “más Metro”. Habló de todo lo demás: de los 600 millones de almas que hablan castellano, del feminismo resiliente, de Cuba y las narcodictaduras, de los “politonos de república bananera” (sic) o de que el “aborto es un fracaso”.
“Madrid es el contrapeso, no es un terruño al que nada le ha de importar lo que ocurra en otros rincones”, dijo con suficiencia. Un día antes, habían pasado por el escenario de Ifema todos los presidentes autonómicos: Juan Manuel Moreno, Fernando López Miras, Alfonso Fernández Mañueco y el propio Alfonso Rueda. A Galicia solo se acercó presencialmente Mañueco.
Los populares gallegos desplegaron en el recinto ferial de Pontevedra una representación de la armonía interna que proclaman. Intentaron dar una imagen de modernidad a un decorado con motivos xacobeos: figuras de peregrinos con luces led y el Friday I’m in love de The Cure para la coronación de Rueda. Como en Sevilla en abril, también sonó el Power to the people, de Janis Joplin.
El resto de la banda sonora mantuvo esos guiños a ratos, pero también hizo concesiones al pasado con temas de Pimpinela y el Xuntos de Juan Pardo que Fraga utilizaba para sus campañas. En esta última línea, uno de los pocos mensajes con carga política que lanzó Rueda fue una defensa de la monarquía. Tras días celebrando que el rey emérito eligiese Sanxenxo como primera parada en su regreso a España y considerando que esto pone a Galicia “en el mapa”, reafirmó su apoyo una vez proclamado presidente del PP gallego: “Instituciones como la corona deben ser defendidas frente a demagogos”.
En Madrid la estrella era Ayuso y la banda sonora se limitó al omnipotente himno del PP, que aguanta versiones en todos los estilos. A la hora de la votación, cervezas gratis para los asistentes. El lunes, en un desayuno informativo, Ayuso se hizo con la única bandera que le había dejado a Feijóo y compró su propuesta de deflactación del IRPF, sin concretar mucho cuantías ni fechas. Luego, ambos fueron al Comité Ejecutivo a apoyar los nombramientos de Feijóo. Y a esperar.