Octubre de 2014. Podemos celebra en Vistalegre su Asamblea fundacional. Entonces, la pugna que se llevó a los titulares fue la de “eficacia vs. democracia”. La primera idea la defendía el equipo promotor, Claro que Podemos, cuyos cinco rostros visibles eran Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Íñigo Errejón, Carolina Bescansa y Luis Alegre. La segunda idea era defendida por el sector Anticapitalistas, encarnado en Miguel Urbán y Teresa Rodríguez, y otros independientes, como Pablo Echenique, ahora secretario de Organización.
Septiembre de 2016. Podemos convoca su asamblea de Madrid para renovar la dirección. Monedero hace tiempo que se apartó de la estructura del partido, y a Alegre le quedan escasas semanas para dejar la primera línea de la política.
¿Qué pasa con los tres que quedan, Iglesias, Errejón y Bescansa? Pues que el sector más relacionado con Íñigo Errejón ha lanzado una candidatura para intentar lograr una nueva mayoría en Madrid con Tania Sánchez –y buena parte de sus compañeros de la extinta Convocatoria por Madrid–; algún rostro tradicionalmente más cercano a Iglesias, como el diputado Miguel Vila o su responsable de Redes y diputado autonómico, Eduardo Fernández Rubiño; y los que dimitieron en marzo del órgano autonómico en una crisis que desembocó en la destitución del secretario de Organización, Sergio Pascual.
La jugada ha pillado por sorpresa al secretario general: Pablo Iglesias no supo nada hasta la víspera del Proceso Adelante Podemos, una operación que le arrincona.
¿Será Madrid un campo de batalla entre Iglesias y Errejón? Sí y no. Sí, en el sentido de que, como dejó claro este jueves el propio secretario general, la lista de Maestre y Sánchez –plagada de afines al secretario Político de Podemos y con cargos dimitidos– no le satisface.
Y no, en el sentido de que una cosa es el pablismo y otra Pablo Iglesias; una cosa es el errejonismo y otra Íñigo Errejón; una cosa son las etiquetas y otra el trabajo del día a día de cada cual; y una cosa es medir fuerzas en un territorio con personas interpuestas y otra medirse cara a cara, cosa que, por el momento, no está en el horizonte.
En todo caso, el proceso de Podemos en la Comunidad de Madrid acaba de arrancar. De acuerdo con el calendario aprobado este martes, es el momento de aquello de lo que menos se habla: los diferentes modelos políticos y organizativos que se defienden para la organización.
La candidatura presentada el martes esbozó su proyecto, pero aún no ha presentado los documentos, para lo cual aún dispone de plazo. En los próximos días se presentarán más: el de Ramón Espinar y, también, el de Anticapitalistas, cuyos referentes en Madrid son el eurodiputado Miguel Urbán y la diputada autonómica Isabel Serra.
En función de cómo sea el proceso de transacción de documentos, que culmina con una asamblea presencial a finales de octubre, habrá fusiones o no de listas para las primarias de noviembre.
Fractura en un momento delicado
Esa nueva mayoría que quieren fraguar Maestre y Sánchez –¿posible tícket electoral para 2019?–, esa iniciativa “superadora” –en palabras de algún protagonista– que se pretende construir en Madrid, se ha gestado al margen de Iglesias. Y, para algunas fuentes, incluso “en contra” de Iglesias: lo que sí que es evidente es que esta candidatura no es del agrado del secretario general, y que personas más afines, como Ramón Espinar, diputado de la Asamblea de Madrid y portavoz en el Senado de Unidos Podemos-En Comú-En Marea, con vínculos con la base del partido y muy próximo también a Juan Carlos Monedero, se da por hecho que lanzará su proyecto en los próximos días.
La fractura se produce en una coyuntura política delicada: con las dudas de si habrá investidura –negociada o no por Podemos– o terceras elecciones. Las primarias, previstas para el 5-9 de noviembre, pillarán al partido de Iglesias al cabo de haber cerrado una investidura o en plena precampaña electoral.
Si la candidatura de Maestre y Sánchez logra una nueva mayoría y se impone tal y como está sin que haya habido transacción con el pablismo, Iglesias llegaría erosionado a una campaña electoral tradicionalmente dirigida por, precisamente, Íñigo Errejón. Y si los resultados electorales no son buenos, el horizonte en una nueva Asamblea estatal a principios de 2017 con un hipotético reequilibrio de fuerzas desfavorable en Madrid para Iglesias –a la sazón, el candidato– puede ser incómodo.
Es más, quizá precisamente esa hipótesis de un resultado discreto en Madrid en unas terceras elecciones –con lo que eso puede afectar internamente al candidato– haya podido operar en algunas personas para realinearse en estos momentos.
Pero, ¿por qué se produce la fractura? ¿por qué se producen pactos políticos aparentemente contra natura?
Hay múltiples factores, para lo que hacen falta gafas 4D, y en cada protagonista habrá operado el suyo. Están las posiciones políticas –populismo vs. narrativa de izquierdas; confluencia vs. partido único; reforma/izquierda régimen vs. ruptura–; están las relaciones personales –labradas o no en espacios de militancia, activismo; trabajo en el partido o en la institución: hay gente que se lleva bien entre sí y gente que se lleva mal; hay confianza o desconfianza, tan humano como eso–; el factor humano –hay quien se siente, con razón o sin ella, más o menos escuchado o cuidado o valorado–; la ambición personal o colectiva –apuestas que se hacen o se dejan de hacer más por cálculos políticos tácticos en función de las coyunturas que por motivos estratégicos ideológicos–; o, como diría Iglesias, porque uno es más o menos hipster o más o menos de los Chikos del Maíz; de Coldplay o de Bruce Springsteen.
La candidatura de Rita Maestre y Tania Sánchez aspira a una nueva mayoría al margen de Pablo Iglesias. Y pase lo que pase en el proceso de Madrid, Podemos, cuyo oficialismo se ha fracturado donde tiene la mitad de su militancia, ya no será el mismo.