El Gobierno de Marruecos advirtió hoy de que la Unión Europea debe “clarificar su posición” y terminar con “las discordancias” con respeto al país magrebí, pues de lo contrario se arriesgará a consecuencias tanto en el plano comercial como migratorias.
En una entrevista telefónica con Efe, el ministro de Agricultura, Aziz Ajanuch, uno de los políticos con más proyección en Marruecos, dijo lamentar las “disonancias” entre los distintos organismos de la Unión, cuando lo que su país espera es “una señal política” que “reconozca el papel de Marruecos” y “el esfuerzo extraordinario que hacemos -dijo- en la frontera sur”.
El ministro, sin citar casos concretos, señaló que “ciertos barcos marroquíes han sido ralentizados en algunos puertos europeos”, algo que imputó a la actividad de “nuestros adversarios y enemigos” (en referencia al Frente Polisario y sus aliados), lo que ha ocasionado “perjuicios” a los exportadores, añadió.
Aunque no lo citó, el ministro podría referirse al barco Key Bay, cargado con aceite de pescado procedente del Sáhara, que el pasado 15 de enero, cuando estaba en el puerto de Las Palmas de Gran Canaria para cargar combustible, fue objeto de una inspección de la Guardia Civil tras una denuncia de Izquierda Unida de que transportaba “ilegalmente” un producto procedente del Sáhara. La inspección duró solo unas horas.
“No queremos pasar el resto de nuestro mandato yendo a los tribunales de las distintas ciudades de la UE, siendo bloqueados aquí o allá -advirtió Ajanuch- Nosotros queremos trabajar, y que nuestros agricultores no estén en la incertidumbre, sin saber qué les pasará mañana cuando sus productos agrícolas o pesqueros lleguen a las fronteras de la Unión Europea”.
Para Ajanuch, esta situación se está produciendo porque en el seno de la UE hay “discordancias en lo referente a Marruecos entre la Comisión, el Consejo, las cortes de justicia y los eurodiputados, pero eso no es problema nuestro; ¡que los arreglen entre ellos!”, exclamó.
El departamento que dirige Ajanuch publicó hoy un duro comunicado en el que advertía de las “graves consecuencias” que causarán las “trabas” al acuerdo agrícola firmado en 2012, que fue parcialmente anulado por un tribunal en diciembre 2015 (precisamente por incluir al Sáhara Occidental), aunque el Tribunal de Justicia Europeo invalidó ese fallo el pasado diciembre.
Para Ajanuch, más allá del preámbulo de la sentencia (donde se diferenciaba entre Marruecos y el Sáhara) “hay ahora un veredicto muy claro, que pone el acuerdo en su fase inicial”, por lo que Marruecos “no va a aceptar que ahora cada uno quiera interpretarlo a su manera (...) Hay una actitud en la UE que nos está confundiendo”, añadió.
Las “consecuencias” sobre las que advierte Marruecos en caso de no encontrar una clarificación están en dos frentes: comercial y migratorio.
En lo comercial, Ajanuch -un hombre muy próximo al rey Mohamed VI- lo expuso así: “Si no tenemos una respuesta clara a estas incertidumbres, es normal que demos la espalda y miremos a otro lado”.
En su comunicado previo, se citaban concretamente Rusia, China, el Golfo Pérsico y el continente africano como los lugares hacia los que Marruecos podría diversificar su comercio, hasta ahora centrado en los intercambios con el territorio de la UE en casi un 70%.
Pero las consecuencias también pueden afectar a la gestión de la emigración: “¿Cómo queréis (los europeos) que hagamos el trabajo de bloquear la emigración africana y hasta la marroquí si hoy Europa no quiere trabajar con nosotros?”, se preguntó.
“¿Por qué vamos a seguir haciendo de gendarmes y darles empleo (a los africanos establecidos en Marruecos)? ¿Para exportar adónde?. El problema de la emigración es muy costoso para Marruecos, y Europa debe apreciarlo en su justo valor”, advirtió Ajanuch.
Para el ministro, el actual malestar de su país con la Unión Europea necesita resolverse con “una señal política” hacia Marruecos: “La UE debe decir clara y seriamente si quieren un socio sólido y creíble con quien trabajar”.
Las palabras de Ajanuch parecen demostrar que la crisis entre Marruecos y la Unión Europea, que mantuvo las relaciones institucionales congeladas durante todo 2016, está todavía lejos de cerrarse.