El pasado sábado no fue la primera vez que se pitó el himno de España en el campo del FC Barcelona. Y tampoco es la primera vez que un Gobierno en Madrid hace una demostración de orgullo patriótico herido. El 14 de junio de 1925 se disputó en Les Corts (sede del FC Barcelona) un partido entre el Barça y el CD Jupiter en homenaje al Orfeó Catalá.
En el descanso, la banda de la marina inglesa, invitada al partido, interpretó el himno británico y la Marcha Real. Los 14.000 espectadores aplaudieron el God Save the Queen y “sisearon” el himno español, según las crónicas de la época. El gobernador civil de Barcelona, Joaquín Milans del Bosch informó del suceso al presidente, el dictador Miguel Primo de Rivera, que decidió cerrar la sede blaugrana seis meses por el “desafecto al patriotismo” de los catalanes.
El presidente del F.C. Barcelona y fundador del club, el suizo Joan Gamper, intentó impedir por todos los medios la sanción. Presentó un escrito de varios puntos en los que alegó que el público se vio sorprendido por lo imprevisto del himno y que los alborotadores no fueron los socios del club sino espectadores que compraron la entrada. De nada sirvió, el gobernador civil, Milans del Bosch, abuelo del general franquista que sacaría los tanques en Valencia en el 23F, tenía al club de fútbol en el punto de mira de su purga en Cataluña.
ABC se encargaría de explicar que esos pitidos no eran un hecho aislado. “El incidente no puede sorprender a nadie que conozca el carácter de este Club, tan político, por lo menos, como deportivo. Como jamás, pongamos por caso, se ha visto ondear en el Club la bandera española, ni se ha escrito un letrero en castellano, no tiene nada de extraño que a sus socios les parezca que sobra allí todo lo español”, decía ese diario una semana después del incidente.
La sanción quedó finalmente en tres meses, pero Gamper, tan comprometido con el nacionalismo catalán y el club de fútbol que fundó con un anuncio por palabras, no pudo soportar la presión política y marchó a Suiza. La orden de clausura del Gobierno acusaba al FC Barcelona de antipatriota: “Existe en la citada Sociedad la tendencia intencionada que se ha acentuado en los últimos tiempos con motivo de la victoria alcanzada en el último campeonato, rehuyendo citar el nombre de España y llamándole impropiamente campeonato peninsular”.
El Gobierno de Miguel Primo de Rivera fue especialmente duro con Cataluña. Milans del Bosch (gobernador entre 1921 y 1929) se encargó de cerrar revistas, ejercer la censura, reprimir a los anarquistas de la CNT e incluso acudió a la formación de un somatén (milicia parapolicial catalana) para sostener la represión. Con la llegada de la II República se trasladó a Madrid donde vivió el golpe de Estado fracasado de 1936. Los milicianos lo arrestaron y fusilaron en agosto en el Cementerio del Este.
La dictadura de Primo de Rivera “fue dura con Cataluña”, reconoce el historiador Julián Casanova. El conflicto se vio más agitado todavía cuando el Gobierno republicano desarrolló la Constitución de 1931 y aprobó democráticamente el Estatuto catalán en septiembre de 1932. Para entonces, la derecha española ya se la tenía jurada a los catalanes y fueron numerosos los ejemplos de declaraciones franquistas contra Cataluña. Ramón Serrano Suñer, ministro de la Gobernación del primer Gobierno franquista constituido el 30 de enero de 1938, sabía cómo tratar el “virus secesionista”, la enfermedad del nacionalismo catalán: “Tenemos hoy a Cataluña en la punta de nuestras bayonetas”, declaró el 24 de febrero de 1939, explica Casanova.
Casi un siglo después del cierre de Les Corts, la agitación de las banderas entre los políticos de Barcelona y Madrid sigue vigente. Si el Gobierno de Primo de Rivera llamaba en 1925 “a tomar medidas ante un acto de inefable desafección a la Patria”, el Ministerio de Presidencia del Gobierno de Mariano Rajoy publicó una nota el propio sábado llamando a “proceder a la denuncia de actuaciones inconvenientes”, ante la “falta de respeto a todos los españoles”.