Cinco entrevistas en radios y televisiones en 75 minutos. Otra más unas horas más tarde. El ministro de Exteriores tuvo una sobredosis de apariciones públicas el lunes para responder a los ataques de Javier Milei en el mitin de Vox del domingo. Su Ministerio nunca ha sido un prodigio de transparencia, pero esta vez José Manuel Albares tenía que darlo todo. Era el momento en que había que plantar cara a un fanático que sostiene que todos los partidos de izquierda son enemigos de la libertad y propagadores de la pobreza. Y además en la semana en que comienza la campaña electoral de las europeas. Milei encaja como un guante en la estrategia trazada por el PSOE.
Al otro lado del océano, Milei está encantado con la polémica creada por su participación en el mitin de Vox. Entiende su participación en la política como una cruzada permanente contra el mal. Lo dijo en esos términos: “El poder es un juego de suma cero. Si lo tienen los zurdos, no lo tenemos nosotros”. No hay que derrotarles en las urnas, sino destruirlos. Todos los que no piensan como él son los socialistas que traen muerte y pobreza. “La victoria en el campo de batalla no depende de la cantidad de soldados –dijo con una visión de la guerra desmentida por la historia–, sino de las fuerzas que vienen del cielo”. Así acabó su discurso. Es una idea antigua que se escuchó con frecuencia en la Edad Media.
Milei fue más allá para realizar un ataque personal contra Pedro Sánchez. Al referirse a “la calaña de gente atornillada al poder” creada por el socialismo, mencionó a su esposa, “aun cuando tenga la mujer corrupta, se ensucia y se tome cinco días para pensarlo”.
Más tarde, su portavoz, Manuel Adorni, negó la frase, aunque estaba bastante clara: “El presidente no va a pedir disculpas porque no tiene por qué. No hizo mención a Begoña”. Para entonces, Albares ya había anunciado la retirada temporal de la embajadora española en Buenos Aires y exigido una disculpa que no recibirá.
El ministro español afirmó que no hay precedentes de esta clase de ofensas en las relaciones con Argentina. Sí las hay con Venezuela, con los ataques de Hugo Chávez a José María Aznar, que Zapatero rechazó, y los insultos de Nicolás Maduro a Mariano Rajoy (“racista, basura corrupta y basura colonialista”) en varias ocasiones –2016, 2017 y 2018–, una de ellas por una proposición no de ley aprobada en el Congreso con los votos del PP y del PSOE.
A su vuelta a Argentina, el presidente había comunicado a su equipo que no habrá disculpas de ningún tipo. Para confirmarlo, utilizó su cuenta de Twitter y retuiteó mensajes de apoyo a su persona, además de una imagen de un león con la bandera de su país y las palabras: “Volvió el león, surfeando sobre una ola de lágrimas socialistas”. Es un provocador nato siempre dispuesto a complacer a su clac en las redes sociales.
En ocasiones anteriores, asesores y altos cargos habían comunicado en privado a la prensa argentina que “así es Javier”, según el diario conservador La Nación. Poco podían hacer cuando abría la boca. Ahora ni eso. No pueden presentarlos como los excesos retóricos de costumbre, porque forman parte de una estrategia deliberada.
El mismo diario muestra la opinión de una fuente cercana al expresidente conservador Mauricio Macri, el único aliado seguro de Milei en el Congreso. Dinamitar las relaciones con España no entra en los planes de la derecha argentina, aunque sus posibilidades de domar al presidente son nulas: “Tenemos una opinión negativa de Pedro Sánchez, pero, tratándose del presidente de un país amigo como España, fue un error grave. No debió haberlo hecho. La Argentina necesita inversiones y apoyo en organismos internacionales. Cualquier ruido atenta contra eso, sobre todo para los inversores. Los conflictos entre los países los espantan tanto como la inseguridad jurídica y la desconfianza”.
En una línea similar, Patricio Giusto, profesor de Relaciones Internacionales y de tendencia conservadora, se pregunta cuál será el precio para Argentina de “tanta estupidez libertaria” en su política exterior: “El presidente Javier Milei ha desatado un conflicto diplomático absurdo y sin precedentes, ni más ni menos que con el Reino de España. A lo largo de nuestra existencia como nación, con pocos países hemos mantenido lazos tan antiguos, estables y amistosos como con España”, escribe en el diario Clarín.
El Partido Popular ha decidido jugar a todas las bandas al mismo tiempo a ver si alguna le funciona. Su primera reacción en la tarde del domingo fue dar en parte la razón a Milei al afirmar que “su silencio (de Sánchez sobre las acusaciones a su esposa) genera dudas internas, pero también desconfianza en el extranjero”.
Al día siguiente, González Pons optó por criticar a Milei y calificó sus ataques de “intromisión en la política nacional”. La supuesta moderación duró poco hasta que Núñez Feijóo salió a decir que no hay diferencias entre Milei y Sánchez: “Lo que ha hecho el señor Milei es solo una muestra de lo que el Gobierno hace todos los días contra todo el mundo que no piensa igual que ellos”.
Feijóo no se atreve a criticar directamente a Milei. Sus aliados argentinos le apoyan y además ha decidido que no puede ponerse del lado del Gobierno en ningún asunto de política nacional e internacional. No cuando aspira, de momento con poco fundamento, a recibir el apoyo de los votantes de Vox en las urnas.
Quienes se juegan el dinero cuentan con opciones más restringidas. Los empresarios españoles con negocios en Argentina lo tenían difícil para no asistir a la reunión a la que Milei les convocó en la embajada, la cita que le servía para ocultar un viaje privado pensado para presentar su libro y asistir a un mitin de Vox. Así aparentaba convertirlo en visita oficial y justificaba el uso del avión presidencial y la estancia en un hotel de lujo pagado con fondos públicos de un Estado arruinado.
La CEOE y empresarios como los responsables de Telefónica y Naturgy tampoco podían respaldar el acto de Vox y las acusaciones personales hechas por Milei. “Declaraciones fuera de tono. Las rechazamos de plano. No es el sitio ni el lugar”, dijo Antonio Garamendi.
Los socialistas lo tienen más claro. En cierto modo, todo el escándalo es un regalo para la campaña que se inicia en la noche del jueves. Utiliza al líder ultra más bocazas e histérico de Latinoamérica, y no es que su número escasee, como otro argumento para defender que Sánchez es una figura internacional en la lucha contra la extrema derecha. En Sumar no tienen una respuesta efectiva contra esa idea. Ni pueden defender a Milei ni restar importancia a sus palabras. Lo que sí necesitan es encontrar dos o tres temas que los distingan de Sánchez y ser muy agresivos con ellos. Las encuestas revelan que el tiempo se les está acabando.
En la tarde del lunes, el portavoz de Milei dio su rueda de prensa diaria en la que sólo le preguntaron por la crisis con España. Manuel Adorni intentó rebajar la tensión con el argumento de que no hay ningún problema diplomático con España ni temor a una reacción más fuerte del Gobierno de Sánchez: “No hay ninguna razón para que la haya”. No sólo no se van a disculpar, lo que ya se sabía, sino que exigen una disculpa por ataques anteriores de Sánchez y sus ministros a Milei. Como ejemplos, citó la frase de Óscar Puente sobre las sustancias que consume Milei y otras críticas de Morant, Díaz y el mismo Sánchez.
El presidente español insistió el lunes en que si no hay una disculpa, habrá “una respuesta acorde a la dignidad que representa la democracia española”. No se sabe cuál puede ser. Cualquiera que sea especialmente agresiva afectará a los intereses de las empresas españolas y a las relaciones entre ambos países, que ambos lados quieren proteger.
Lo que sí está garantizado es que Sánchez y los socialistas hablarán mucho de la amenaza internacional de la extrema derecha en la campaña y que Javier Milei ocupará un lugar destacado en sus discursos. El presidente argentino se ocupará de utilizar esas críticas en su favor.