Cientos de personas protestan en el Valle de los Caídos contra la intención del Gobierno de exhumar a Franco

La convocatoria esta vez ha sido más multitudinaria que en otras ocasiones. “Movimiento por España convoca a todos los defensores de la memoria de Franco y su Obra a una peregrinación nacional patriótico-religiosa al Valle de los Caídos para pedir a Dios por intercesión de los santos y mártires allí enterrados, que impida el expolio que los rojos pretenden perpetrar, contra toda legalidad, justicia y respeto a la familia y a los millones de españoles que se oponen a la exhumación de Franco y José Antonio del Valle de los Caídos, por considerarles parte de nuestro patrimonio nacional inalienable”. Ese era el llamamiento que asociaciones y partidos ultraderechistas, como Alternativa Española o la Falange, hacían en sus redes y plataformas web para convocar este domingo a acudir al Valle de los Caídos como forma de protesta por la decisión del Gobierno socialista de sacar los restos del dictador Francisco Franco de la basílica.

La cita era a las 10.30 y una hora antes cinco de los puentes que cruzan bajo la A-6, la carretera que desde Madrid lleva hasta al recinto, situado a 45 kilómetros de la capital, ya mostraban grandes carteles con una foto de Franco y la leyenda “El Valle no se toca”. Poco antes de las 10 la entrada al Valle de los Caídos, monumento gestionado por Patrimonio Nacional, presentaba una cola que no era la habitual, como explicaban los trabajadores. Las entradas eran gratuitas – cuando la tarifa regular es de 9 euros-- por asistencia a “Acto Religioso”, según detallaba el ticket. La llegada a los aparcamientos era más lenta de lo habitual por la gran afluencia de vehículos. A las 10.15 los más cercanos a la Basílica, donde estaban convocados los asistentes, estaban llenos y los conductores comenzaban a estacionar en los arcenes.

La gran explanada de la entrada al templo aparecía muy concurrida, con cientos de personas, mayores, jóvenes y muchos menores, y con una larga cola que esperaba para entrar al templo para poder asistir a la misa que cada día se celebra a las 11:00 horas. Se veían pocas banderas españolas, ya que los agentes de la Guardia Civil ordenaban a la entrada que se guardaran, pero sí se podían ver algunas franquistas desplegadas de tanto en tanto, cuando sus porteadores aprovechaban a hacerse una foto con el brazo derecho en alto, habitual del saludo fascista.

En la cola, los asistentes esperaban a entrar en la basílica bajo un sol que a las diez y media ya empezaba a calentar bastante. Un hombre aprovechaba para repartir pegatinas con el fondo rojo y el escudo franquista con el águila donde se leía: “¡¡¡Unidad Patriota Ya!!!. Genocidio. 400.000 muertes al año por negligencias médicas. 110.000 muertes al año por asesinatos de niños que ellos llaman abortos. Llevamos 35 años de un régimen rojo con su PP estilo izquierda europea. Rojos no gracias”.

Las comentarios sobre el monumento y la actualidad política se sucedían. “Y todo esto [en referencia al monumento del Valle de los Caídos] quieren volarlo, igual que hicieron los talibanes con los templos y el Estado Islámico con Palmira”, comentaba un un hombre que había acudido con su familia desde la localidad madrileña de Pozuelo de Alarcón. De vez en cuando, alguno de los asistentes gritaba “Viva España” y muchos respondían al unísono “España, una, España, grande, España, libre”, lemas habituales franquistas.

Poco antes de las 11 de la mañana, cuando apenas faltaban cinco minutos para que comenzara la misa, la cola para entrar seguía sumando gente, algunos se impacientaban por si no llegaban a tiempo, y otros trataban de mantener los ánimos. “No te preocupes mamá, si no entramos, Dios lo comprende porque es como si hubiéramos peregrinado”, le decía una veinteañera a su progenitora, quien se unía al canto del Cara al Sol, el himno de la Falange, que en ese momento cientos de personas cantaban brazo estirado hacia adelante a la puerta de la basílica.

En el control de entrada al interior del templo dos mujeres comentaban al ver a Margarita Vargas, mujer de Luis Alfonso de Borbón, uno de los bisnietos de Francisco Franco, con dos de sus hijos. “Mira, la mujer de Luis Alfonso”. Su amiga le respondía: “Ese sí que defiende a su abuelo [sic]”.

“Hay muchísima gente”, decía, ya dentro de la basílica, Ángeles, de 54 años, y quien prefería no facilitar su apellido. La mujer había acudido al acto con una amiga, quien portaba un abanico con la bandera de España, al ver una convocatoria en las redes sociales. Contaba que al vivir por la zona solía acercarse de de manera habitual al templo. Aseguraba que nunca había visto tanta gente como el domingo.

Los que entraban poco después de las 11 de la mañana ya no encontraban hueco en los asientos del templo, muchos permanecían de pie y otros tanto se iban distribuyendo por los bancos de piedra en los laterales de la gran nave transversal que lleva hasta el altar. A mediodía, cuando aún proseguía la ceremonia religiosa y el sacerdote que la oficiaba pedía oraciones, entre otras tantas, “por nuestros hermanos José Antonio y Francisco, para que estén en la gloria de los cielos”, los feligreses ya llegaban hasta la mitad de la nave.

Ángeles se mostraba indignada y muy enfada cuando se le preguntaba su opinión sobre la intención del Gobierno socialista de sacar los restos de Franco, cuya tumba está frente al altar. “Cuentan mentiras, porque aquí a los presos [en referencia a los que construyeron el Valle de los Caídos] venían de manera voluntaria para reducir sus penas y se les pagaba como a cualquier otro trabajador”, afirmaba, y criticaba que el acto se hubiera convocado durante todo el día. “Llega gente y se va todo el rato y así no se ve que somos muchos”, protestaba.

Alberto Fernández, de 50 años, había acudido con su mujer e hijos pequeños. Junto a él, su amigo, también con su familia, pedía no dar su nombre, pero sí comentaba que le “había sorprendido mucho la cantidad de gente que había, y muchos jóvenes”. “Se está comparando a Franco y José Antonio y no son los mismo, porque Franco era un dictador pero José Antonio era un idealista”, afirmaba. Fernández asentía junto a él y subrayaba que sacar los restos de Franco del Valle de los Caídos “suponía enfrentar de nuevo a la gente otra vez”.

Dos mujeres de mediana edad, que preferían que sus nombres no salieran publicados, habían viajado toda la noche en autobús desde Murcia. Contaban que de allí habían salido tres autobuses – eldiario.es contabilizó 10 de estos vehículos en el aparcamiento – a las 12 de la noche del sábado y habían llegado a las ocho de la mañana. “Es la primera vez que venimos y estamos encantadas”, afirmaba la más parlanchina. Se había enterado del viaje por unos folletos que había en su parroquia, se lo había contado a su amiga y las dos decidieron pagar los 20 euros que costaba el viaje de ida y vuelta, prevista a las dos de la tarde.

“A mí no me gusta la política, ni entiendo de ella”, proseguía la mujer, quien subrayaba: “Yo de Franco solo sé lo que me contaba mi padre y él siempre decía que era un hombre para respetar porque quitó mucha hambre, no como ahora, que la gente ni tiene trabajo”. “¿Para qué los van a sacar [los restos]?”, se preguntaba. “Con lo bien que están aquí”, apuntaba.

Poco después de la una de la tarde, la ceremonia religiosa ya había terminado. La tienda del templo se abarrotaba de gente que no quería perder la oportunidad de llevarse un recuerdo y ya fuera la cola para poder entrar en a la basílica aún llegaba hasta el final de la explanada. Los alrededores de la cafetería del reciento bullían de asistentes que se congratulaban por la gran afluencia mientras tomaban una cerveza.

Los primeros vehículos enfilaban el camino de salida pero a la entrada principal del recinto otros tantos esperan su turno para poder coger el ticket. Mientras agentes de la Guardia Civil ordenaban el tráfico para que la cola que llegaba a la M-600, la vía de acceso al Valle de los Caídos, no provocara ningún accidente, cinco personas con el uniforme azul marino de la Falange pasaban el tiempo al pie de la vía junto a un puesto lleno de banderas españolas. El acto, previsto hasta las siete de la tarde, ya había pasado su ecuador.