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Sobre la mismidad de Sánchez

2 de mayo de 2024 21:46 h

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Pedro Sánchez lo ha vuelto a hacer, sí. El PSOE no estuvo en la gestión de los cinco días de abril. Tampoco el Gobierno. Ni el gabinete monclovita. Sólo el presidente y su mismidad. Uno tiene derecho a debatir consigo mismo cuando le plazca. ¡Sólo faltaba! De hecho, en estos tiempos en los que el ruido golpea hasta la salud mental es muy conveniente hacerlo de vez en cuando. Y no es cuestión de debilidad. Parar, pensar, decidir, actuar… Es un proceso natural ante la toma de decisiones. Cuestión distinta es que cuando el fallo afecta directamente a terceros –en este caso a un partido, a un Gobierno e incluso a un país– no se comparta ni antes ni durante ni una vez tomada la determinación.

Pero no es Feijóo, no, el más indicado para lanzar sapos y culebras contra el presidente del Gobierno por haber hecho un paréntesis en su agenda institucional y someter a su partido y al país a una tensión innecesaria, ya que él  hizo lo mismo hace años con el suyo y con los gallegos. Y no cinco días, sino 15. ¿Recuerdan? Con un escueto “nos quedamos”, el entonces presidente de la Xunta comunicó a su círculo más estrecho su decisión de no abandonar la presidencia gallega para liderar el PP nacional. Entonces, también hubo tensión y, después, alivio. El líder de la oposición es de memoria frágil. Ha olvidado esto como también olvida la retahíla de insultos que él mismo ha vertido sobre el presidente del Gobierno, aunque dijese antaño que no venía a Madrid a agraviar y aunque insista hoy en entrevistas sin repreguntas en que jamás lo ha hecho.

Hemeroteca aparte y descartado el punto final tras los días de reflexión, Sánchez pide a la mayoría social que se movilice en una apuesta decidida “por la dignidad y el sentido común”. Su ofensiva en favor de una regeneración democrática tiene dos fortalezas y dos debilidades. Las primeras tienen que ver con el acierto de situar el foco en dos asuntos que debieran preocupar a todos los demócratas: la excesiva toxicidad de la esfera pública, la politización de la Justicia y la desinformación. Las segundas, con no haber puesto sobre la mesa un catálogo de propuestas con el que abrir el debate y con generar la discusión ahora justo en el momento que ha sido su entorno familiar el afectado por una brutal campaña de bulos, medias verdades y mentiras y no cuando lo fueron otros.

Nadie sabe si de todo lo ocurrido, Sánchez sale más fuerte o más debilitado, pero lo que sí parece obvio es que no basta con lamentarse y que, más allá de debates colectivos sobre si hay jueces alineados con la derecha y la ultraderecha empeñados en tumbar a un gobierno progresista y de si el periodismo ha entrado en la UVI por la proliferación de libelos y charlatanes, el Ejecutivo no puede debe permanecer impasible. Esto no es una cruzada contra los jueces y tampoco contra los periodistas, a los que ahora defiende con entusiasmo un PP que quita y pone cabezas en los medios de comunicación que le son afines, estigmatiza a quien cuestiona sus estrategias y amenaza con triturar y cerrar a aquellos que publican lo que no les gusta. 

Esto va, sí, de que un partido no puede mantener bloqueada la renovación  del CGPJ durante seis años porque crea que la mayoría del mismo le corresponde por mandato divino. Esto va de que hay magistrados que tienen que decidir sobre asuntos que afectan al gobierno y se prodigan por las radios y las televisiones para alertar del fin del estado de derecho y de la separación de poderes.  Y esto va también de quienes se llaman periodistas, pero son sólo agitadores,  esparcidores de odio y difusores de bulos y, para ello, reciben dinero de las administraciones públicas.

Más allá de esto, el objetivo más inmediato de La Moncloa no es la regeneración democrática, sino que Salvador Illa, además de ganar las elecciones del próximo 12M, gobierne la Generalitat. Es el único escenario con el que cobraría sentido la estrategia de Sánchez con Catalunya y el independentismo. El PP quedaría en mal lugar, se cerraría definitivamente la página del procés, Puigdemont se marcharía, como él mismo ha dicho y el presidente tomaría impulso para las europeas.