Este era el punto. Cada campaña electoral se ponía en marcha desde aquí el movimiento que iba a pintar de verde el mapa de la España política. La primera vez fue en 2015. “Era un tío con dos huevos”. Poco más pudo decir Santiago Abascal del mito asturiano y así se lo hizo saber a Rocío Monasterio. Daban el primer paseo por Covadonga (Asturias), convencidos de las similitudes que habían empezado a construir en la opinión pública: Abascal era el nuevo don Pelayo que devolvería la unidad a España. El asunto testicular era la esencia de lo que se conoce en el partido ultra como “espíritu Covadonga”.
“El espíritu de la Reconquista no se esgrime solo con relación a la población musulmana, sino también frente a los demás adversarios políticos, identificados colectivamente como enemigos de la nación”, ha escrito el historiador Mateo Ballester Rodríguez en el ensayo Vox frente a la historia (Akal). En la primera campaña de 2019 ofreció en la “cueva santa” asturiana una alternativa a los pactos “con los enemigos de España”. Aseguraba el líder ultra que Pedro Sánchez había pactado “con los que insultaron a la historia de España en América”. En la campaña de las últimas generales volvió a usar la idea porque era un símil muy claro de sus pretensiones: había que expulsar al que no fuera un “buen español”.
La historia nunca le había interesado demasiado al político ni al votante, pero Vox se quedó con ese conjunto vacío. Y encontró en la escalinata hacia 'la Santina' una placa ilustrativa: “Aquí, en Covadonga, donde Pelayo inició la Reconquista que hizo posible la unidad nacional”. Esa leyenda grabada en piedra la colocó el Ministerio de Información y Turismo de Franco y todavía sigue ahí. Vox aprovechó los rescoldos franquistas y le dio forma a su producto político. Parecía que les funcionaba. “A ver, yo veo en Abascal a una persona transparente, no es uno más de la mafia. Ya me entiendes. Igual me equivoco, pero me veo más protegido con lo que dice, me da más confianza”, cuenta Luis, vecino de Cangas de Onís.
Mito turístico
Estos días la ciudad está abarrotada. Es el Benidorm del interior de Asturias. No queda una cama libre en los hoteles y entre el famoso puente romano y Covadonga hay una línea invisible que une todos los mapas turísticos de la zona. Y los atasca. En verano estos montes ingobernables se convierten en una inagotable fuente de ingresos. La carretera es un río de vehículos que buscan aparcamiento. Y luego está el Sella, sediento de agua y abarrotado de multiaventura.
La población se multiplica estos días, pero este año el mito de don Pelayo ha atraído a más “gente de Alimerka” que de restaurantes, dice Luis, que se dedica a vender pisos y casas de pueblo a los refugiados climáticos de Madrid. “Demasiada inflación y tipos de interés por las nubes”, cuenta otro Luis de Cangas de Onís, que trabaja en la construcción. Cuenta que este verano los que vienen no gastan, que durante el día la ciudad está abarrotada y por la noche todo el mundo se encierra en sus habitaciones a comer de supermercado.
En esta fanfarria de bermudas multicolores y paradas del Alsa hasta arriba de turistas que esperan a que les lleven a los Lagos –un itinerario en el que esta misma semana tuvo un accidente uno de esos autobuses provocando 6 heridos graves y otros 37 de menor consideración–, montó Santiago Abascal el mito de su reconquista electoral. Y creó un vínculo inédito entre turismo y política. Como si fueran un souvenir del pasado, que ha asustado a los votantes del centroderecha.
El reclamo ha durado cuatro años, mucho menos que el de don Pelayo. Según esta leyenda, la resistencia que el líder astur ofreció en 718 al ejército musulmán fue el origen de la campaña que culminarían ocho siglos después los Reyes Católicos, en Granada, en 1492. Pero la reconquista es una estafa científica. “No es un período histórico, sino un discurso ideológico”, defienden los historiadores Ana Isabel Carrasco y Alejandro García Sanjuán. No existía ninguna España que recuperar. “Es un invento que usó la 'cruzada' de Franco para vincularla a la recuperación del territorio español”, explican. Pero el mito de su reconquista electoral ha fracasado a la quinta intentona.
Deserción del mito asturiano
Al líder de extrema derecha no le ha funcionado ninguno de los tres fetiches que ha creado para abanderar su rescate de “los valores tradicionales y católicos”. Ni don Pelayo, ni 'la Santina', ni Ramón Tamames han evitado la fuga de casi 700.000 votos del partido que proponía regresar a una España preconstitucional. Casi un tercio de su “ejército” abandonó en las generales la cruzada cultural que pretendía luchar contra los nuevos enemigos de España. Le dejaron con 19 escaños menos en el Congreso de los Diputados y con un relato épico de grandeza y unidad nacional hecho unos zorros. Así se convirtió Vox en la peor pesadilla del PP y en la llave para la gobernabilidad del bloque de la izquierda.
El espíritu pelayista no ha funcionado. Ni siquiera en Covadonga. El 23 de julio la fuerza verde perdió escaños también en las urnas de los colegios de Cangas de Onís, donde acudió a la fiesta de la democracia casi el 70% de los vecinos del concejo asturiano. Cambiaron el rojo por el azul. Los 3.200 vecinos entregaron su confianza al PP (43,7%), dejaron al PSOE en el 30,9% y se la retiraron a los autoproclamados herederos de Pelayo (13,4%).
La trayectoria política de Vox en la cuna de sus leyendas arrancó en las generales de abril de 2019, con 416 votos. En noviembre del mismo año subieron hasta 524. El 23J recibieron 486 votos (un 3,2% menos), mientras el PP crecía un 10,7% más. La leyenda pelayista no ha hecho posible que Vox represente más del 13% en el concejo asturiano y en el resto de España, el 12,4%.
Más gestión, menos mitos
“A ver, a mí hay cosas de las que dicen que me llaman la atención. Pero luego ves quiénes quieren gestionar el concejo y sales corriendo. No saben gestionar, sólo quieren poder. No podrían gestionar un pueblo porque no tienen idea de cómo hacerlo. Y un concejo es como una empresa. Aquí no votamos ni mitos ni partidos, aquí lo que nos importa es la persona y su gestión”, explica Luis el motivo del fracaso de Vox en la cuna de su discurso político e histórico. Según lo que nos cuenta este vecino de Cangas de Onís, lo más creíble de la propuesta de la ultraderecha son sus mitos, no su gestión.
Hace casi un año el aspirante a Mr Don Pelayo se presentó en el Espacio Mad Cool de Valdebebas, en Madrid, con un montón de figurantes disfrazados de los mitos históricos de los que se ha apropiado Vox en estos ocho años. Al capítulo primero de aquel meme lo titularon: “Todo comienza a principios de siglo VIII en la batalla de Covadonga”. “Ocho siglos costó echarlos”, dice el abuelo a su nieto en el vídeo de presentación. La historiadora y profesora de la Universidad Complutense de Madrid Ana Isabel Carrasco no cree que este mensaje haya sido derrotado, porque está presente en las enseñanzas superiores. “En la actualidad están recuperando puestos de poder en las universidades. Son personas con pocas investigaciones pero muchos cargos”, explica.
Incluso en la ley de la infancia aprobada por la Comunidad de Madrid se habla del derecho a la educación, cuenta Ana Isabel Carrasco, en los mismos términos que el programa de Vox: el derecho que los niños tienen a educarse en las glorias patrias. “Educarles en los valores constitucionales y en las glorias patrias en el mismo párrafo pasa desapercibido y por eso cuela”, indica.
La desconfianza de la sobreactuación
“Los fenómenos culturales solo tocan su nicho. No tienen más trascendencia. Los realmente peligrosos son los conservadores endulzados. Los grandes relatos conservadores para todos los públicos son la amenaza real, no los más descarados y exagerados. Los discursos nacionalistas solo sirven para su público cautivo”, cuenta a este periódico el editor de Akal, Tomás Rodríguez. Apunta un símil interesante sobre el éxito del discurso matizado: “Es como el lector que lee algo que no sabe si es de derechas, aunque sea de derechas. Y se lo cree”.
A pesar de ello, Vox en Covadonga convenció, al menos, a ganaderos y cazadores. Eso cree Manuel, de un concejo cercano. No es votante de Vox pero en los chigres lo que cuentan es que el PSOE de Barbón no les ayuda con los lobos. “Eso les está robando muchos votos. Aquí te matan un potro y te pagan algo menos de 200 euros de indemnización dos años más tarde. Así no puede haber reparación. Además las manadas no paran de crecer y este año están haciendo mucho daño. Tenemos que subir a las brañas todos los días a encerrar el ganado en los establos”, cuenta este ganadero fiel del PSOE. A unos les pide que se bajen de las leyendas y a otros que aterricen en los problemas de una comunidad en la que se mueren sus pueblos.
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