No habrá paz para Pedro Sánchez en el Congreso

Pedro Sánchez logró sacar adelante la moción de censura contra Mariano Rajoy con el apoyo de cuatro grupos parlamentarios y tres partidos más del Grupo Mixto. De los 180 diputados que votaron a favor de su investidura como presidente del Gobierno solo le sobró el apoyo numérico de Compromís o Bildu. De uno de los dos. El resto eran imprescindibles ante el no de Ciudadanos. Una semana después de su victoria, los apoyos del Congreso al nuevo Gobierno son más que dudosos. Todos los grupos que le auparon, sin excepción, han alertado de que estarán muy vigilantes a los primeros pasos de un Ejecutivo que solo tiene garantizados 84 votos.

Sánchez es muy consciente de su situación. Al menos así lo ha señalado la nueva portavoz parlamentaria socialista, Adriana Lastra. En su primera y breve comparecencia ante la prensa, la también vicesecretaria general del PSOE ha reconocido que: “el arco parlamentario es muy complejo y variado. Vamos a hablar con todos los grupos parlamentarios, sin exclusión, también con PP y Ciudadanos, porque lo que pretendemos es dar estabilidad a este Gobierno”.

Los grupos de la Cámara Baja, con excepción del PP, han dado un poco de margen al Ejecutivo de Sánchez y han acordado posponer la primera sesión de control, prevista para el próximo miércoles. Las ministras y ministros acudirán a las distintas comisiones legislativas a exponer sus planes para “los meses” que estén en el cargo, en palabras del secretario general socialista.

Primer reto: el techo de gasto

Pero la tregua acaba ahí. Sánchez tiene ante sí un primer reto inmediato: aprobar el techo de gasto de 2019. Paso previo para la negociación de los Presupuestos Generales del Estado y tarjeta de presentación del nuevo Ejecutivo ante Bruselas.

En Unidos Podemos avisan de que el nombramiento de Nadia Calviño como ministra de Economía y de María Jesús Montero en Hacienda no son buenos indicadores. La portavoz parlamentaria, Irene Montero, ha comprometido el voto del grupo confederal “para negociar con Bruselas una reducción del déficit a un ritmo más lento y poder tener así más dinero para gasto social”.

Más contundente ha sido el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, quien en una entrevista en TVE daba “dos o tres semanas de cortesía” a Sánchez. El líder de Unidos Podemos reprocha la ausencia total de contacto entre el nuevo Gobierno y su grupo. Y recuerda que un Gobierno con 84 diputados es “débil”.

Sánchez quizá tenga el apoyo de un desdibujado Ciudadanos para mantener la senda de la austeridad que impone Europa. Y habrá que ver la actitud del PP, que tiene en su mano ayudar o no al PSOE a cumplir los compromisos con Bruselas. Si no lo hace, tal y como han aventurado algunos medios, el Gobierno puede enfrentarse a su primer fiasco parlamentario y enviar una señal de poca estabilidad a los socios comunitarios.

El portavoz en el Congreso, Rafael Hernando, no ha escatimado en epítetos para arremeter contra el Gobierno socialista y contra los grupos que lo han permitido. “Los radicales de Podemos y los independentistas”, como se afanan en recordar los dirigentes del PP.

Borrell y Huerta: el enfado catalán

Tampoco han caído bien en los grupos catalanes los nombramientos de Josep Borrell como ministro de Asuntos Exteriores y de Màxim Huerta en Cultura. El histórico dirigente del PSC fue uno de los rostros más visibles contra el proceso de independencia de Catalunya. Y de los más beligerantes.

Pocos en el soberanismo olvidan que Borrell dijo aquello de que “antes de coser” las heridas “había que desinfectar” Catalunya. El caso de Huerta tampoco ayuda. En las últimas horas se han recuperado sus antiguos tuits, entre ellos, alguno en el que habla del procés sin conocimiento alguno de cuál iba a ser su futuro como ministro.

Si hace una semana, poco antes de la votación, los diputados del PDeCAT apuntaban en los pasillos del Congreso que les bastaba con que Pedro Sánchez no les “insultara” para votar a favor, un par de días después el ánimo era muy diferente. “Se lo tiene que volver a ganar”, apuntaba uno de ellos. Más explícito ha sido el diputado Sergi Miquel en Twitter.

Tampoco se ha quedado atrás el portavoz del partido, Carles Campuzano, quien ha tildado de “estúpidos” los tuits de Huerta y ha exigido “que pida disculpas” antes de empezar a hablar.

Como ha ocurrido en los últimos meses, ERC se ha mostrado menos dura. Al menos de momento. Joan Tardá considera que “un Gobierno del PSOE soportado por Podemos debería ser más proclive” al diálogo. Y ha pedido a Sánchez que se dirijan “a los grupos que contribuyeron a echar al PP del Gobierno”.

Preguntado por los nombramientos, Tardá ha pedido “no hablar del pasado”. Quizá porque lo que tendría que decir no ayudaría precisamente a ese diálogo.

Las dudas sobre Grande-Marlaska

El ministro del Interior es el otro nombre que ha generado discrepancias. Y en varios grupos. El PNV, sin mencionarlo expresamente, y Bildu, mucho más beligerante, han criticado la elección del juez Fernando Grande-Marlaska.

“Sánchez da la espalda a la opinión catalana y vasca. Hemos puesto lo mejor y no se ha visto correspondido”, señalaba la portavoz de Bildu, Marian Beitialarrangoitia. Aitor Esteban, más diplomático, aseguraba tener “opiniones positivas de unos y menos de otros” pero apuntaba su intención de “no prejuzgar” y de esperar a septiembre para ver qué asuntos ponía sobre la mesa el Gobierno.

En ese momento será cuando Sánchez deba poner en marcha la negociación de otros asuntos, como la financiación autonómica. Ahí les estará esperando, por ejemplo, Compromís. Su portavoz, Joan Baldoví, ha arremetido contra Marlaska también. Pero espera que el PSOE del Gobierno se parezca al de la oposición. Sobre las cuentas de las Autonomías, reclama una “reunión de presidentes con urgencia” porque “es lo que hace que el Estado esté unido”.

El otoño comenzará a despejar algunas dudas. Por ejemplo, cuándo serán las elecciones andaluzas. De ahí, España irá directa a las europeas, autonómicas y municipales. La apertura de un ciclo electoral tensionará aún más las relaciones en el Congreso. Y pondrá a prueba el aguante y la capadidad de regate del presidente Sánchez.