Pedro Sánchez evita meter en campaña los pactos mientras 'pesca' votos de Podemos y Ciudadanos

Es la primera vez en once años que el PSOE parte como favorito para unas generales y Gobierno y partido se han conjurado para no salirse del carril con el fin de evitar errores que en campaña pueden costar las elecciones. Dentro del guión de los de Pedro Sánchez no cabe hablar de posibles pactos postelectorales. La máxima es huir de ese debate para que no le pase factura por ninguno de los flancos en los que está pescando votos –Unidas Podemos y Ciudadanos– ni perder los que tiene amarrados. 

La dirección del PSOE trata de obviar el tema porque consideran que condiciona a los votantes y les puede perjudicar en un momento en el que están sacando rédito, de acuerdo con la mayoría de encuestas, de las bajas expectativas de los de Pablo Iglesias. No obstante, los socialistas aguardaban el regreso de su permiso por paternidad con preocupación porque sigue siendo su socio preferente para que Sánchez no tenga que mudarse de Moncloa. Una caída excesiva de Unidas Podemos pone en peligro su continuidad en el Gobierno si las tres derechas –PP, Ciudadanos y Vox– logran la mayoría absoluta en el Congreso. 

Además, en Moncloa están convencidos de que también están sacando partido al viraje de Albert Rivera a la derecha. La formación naranja sufre una fuga de votos en beneficio de Santiago Abascal, pero también existe trasvase de Ciudadanos hacia el PSOE. Un 5,4% de los que lo votaron en 2016 se iría con Sánchez, según Celeste-Tel; un 7,2%, según IMOP, y un 10%, según 40dB.

Según fuentes gubernamentales, el porcentaje se ha incrementado desde que Rivera hizo aprobar a su ejecutiva un acuerdo según el cual no pactaría con Sánchez tras el 29 de abril. El argumento de los socialistas es que buena parte de los votantes moderados de Ciudadanos han mirado al PSOE ante la posibilidad de que la alternativa sea un Gobierno de Pablo Casado apoyado por la extrema derecha como en Andalucía. Además, esas fuentes sostienen que Rivera ha metido este tema en la agenda y que los electores no se fían, dado que en el pasado también dijo que no haría presidente a Mariano Rajoy e incumplió su promesa. 

Sánchez pretende rehuir ese debate pese a que las preguntas se repiten en toda las ruedas de prensa de los dirigentes socialistas. El presidente reconoce en su libro Manual de Resistencia, que el asunto ya se convirtió en una pesadilla en la campaña de las elecciones de 2015 porque la discusión se redujo a las preferencias para llegar a acuerdos. El presidente no quiere caer ahora en ese asunto, que puede provocar prejuicios en el electorado y ser utilizado por los contrincantes: si Sánchez defiende  un pacto a tres con Unidas Podemos y Ciudadanos, Iglesias puede recuperar el relato del presidente que se abraza con la derecha mientras que apostar claramente con repetir las alianzas de la moción de censura despierta suspicacias en un importante sector del PSOE. 

La dirección del PSOE se ha quitado, eso sí, los complejos respecto a alcanzar el Gobierno gracias al apoyo de los independentistas –algo que un Sánchez cuestionado dentro de su partido hace tres años no hizo–. Tras repetir al inicio de su mandato que no era lo mismo recibir esos votos en una moción de censura que en una investidura, los socialistas no han descartado seguir en el Gobierno con los votos de ERC o PDeCAT. A pesar de que Josep Borrell aseguró que es “difícil de imaginar un Gobierno estable” con el apoyo de los independentistas porque “no son de fiar”, la vicepresidenta, Carmen Calvo, se pronunció en el sentido contrario. “Menos de fiar que han resultado ser PP y Ciudadanos, imposible”, aseveró en una entrevista en eldiario.es.

La posibilidad de mantenerse en el poder gracias a los independentistas levanta suspicacias en los principales barones del PSOE, que creen que ese acercamiento lastra sus aspiraciones electorales. Eso dejó entrever el secretario de Organización y ministro de Fomento, José Luis Ábalos, en una entrevista en El Español en la que dijo que el apoyo de Ciudadanos era “bienvenido”. “Es siempre preferible al de alguien que cuestione la unidad de España y el marco constitucional. Es evidente. Lo hemos pedido, pero no lo hemos conseguido”, afirmó. Fuentes socialistas aseguran que no es parte de la estrategia señalar ese camino porque ni siquiera tienen claro el panorama que dejarán las urnas el 28 de abril y que eso “condicionará” las posibles alianzas. 

Según la última encuesta publicada por El País, la opción favorita del electorado (un 34%) –y especialmente el socialista– es la repetición de un Gobierno con los apoyos de la moción de censura. Sin embargo, un entendimiento de PSOE y Ciudadanos es la apuesta del 21,5% de los sondeados. En el caso de los votantes de Rivera, esa opción es la preferida del 41,8% (mientras que el 49% aboga por un acuerdo a la andaluza). En el caso de los electores socialistas, el 40% ve bien una reedición del Pacto del Abrazo que firmaron hace tres años Sánchez y Rivera, mientras que el 55% prefiere que gobiernen con el respaldo de Unidas Podemos y los independentistas. 

El escenario perfecto para el PSOE sería sumar con los de Iglesias y PNV, pero esa suma se antoja casi tan compleja como en los últimos comicios generales –los de 2015 se repitieron y en los segundos los socialistas acabaron absteniéndose para permitir que gobernara el PP– y, de acuerdo a los sondeos, requerirá de la participación de tres de los grandes partidos o dos partidos estatales y varios nacionalistas.

Sánchez apostó hace tres años por un acuerdo que incluyera a Ciudadanos y a Unidos Podemos, pero ahora esa opción es aún más imposible porque Rivera le ha puesto incluso a él un cordón sanitario. La estrategia de los socialistas pasa por conseguir la primera posición con la mayor distancia posible de sus competidores para que no haya más alternativa que apoyar en una investidura a Sánchez y, sobre todo, impedir que las tres derechas sumen mayoría absoluta.

“Si suman, gobierna la derecha”, ha resumido la número dos del PSOE, Adriana Lastra.