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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

El pequeño Nicolás vuelve al banquillo para responder por el año que vivió disfrazado de espía

Le Petit Nicolas era un niño pequeño salido del cerebro de René Goscinny antes de que su lápiz diera a luz a las aventuras de Astérix y Obélix contra los romanos. Un niño francés que, a través del prisma de la inocencia propia de la edad, contaba sus aventuras arruinando la foto del anuario del colegio, estropeando un número de magia o sacando de quicio a su profesora en el colegio. Más de medio siglo después de su llegada al papel, otro joven se hizo con su apodo, pero dándole una vuelta de tuerca al concepto de trastada: Francisco Nicolás Gómez Iglesias, conocido como el 'Pequeño Nicolás', vuelve este lunes al banquillo acusado de tener a su servicio un grupo de policías y guardias civiles para conseguir información sobre matrículas de coches después de ser condenado tres veces por hacerse pasar por agente del Gobierno o enviado de la Casa Real sin que ninguna sentencia haya explicado quién le abría puertas que el resto de la ciudadanía suele encontrar cerradas.

En este caso la Fiscalía pide para él nueve años y nueve meses de prisión, y con él serán juzgados dos agentes de la Policía Municipal de Madrid, un guardia civil destinado en la Casa Real e incluso Emilio García Grande, entonces coordinador de Emergencias del Ayuntamiento de la capital. Todos están acusados de entrar en bases de datos policiales para obtener información de matrículas de coches que les pidió el joven a lo largo de 2014. Algunos tenían un grupo de WhatsApp con él llamado “Departamento de Seguridad Nacional”.

Era la época grande de Francisco Nicolás Gómez. Según la Fiscalía, se dedicaba a contactar con los dueños de las matrículas para hacerles creer que tenía buenos contactos y que podía ayudarles, por ejemplo, con sus problemas judiciales. Dos policías municipales le ayudaban a conseguir la información y, después según la Fiscalía, cobraban parte del dinero que el joven obtenía de los empresarios. Pidió también ayuda a un guardia civil para obtener información sobre un coche con matrícula “reservada de secretaría de Estado”. García Grande, en ese momento alto cargo del Ayuntamiento que dirigía Ana Botella, le ayudó a saber que no era de ningún servicio de contravigilancia del consistorio.

Un vistazo a sus tres condenas anteriores revelan que, en esos momentos, el joven Francisco Nicolás Gómez estaba envuelto en una intensa actividad haciéndose pasar por agente y representante del Gobierno o la Casa Real ante todo tipo de personas. Ese año 2014, según la Audiencia de Madrid, el joven mantenía “relaciones con importantes empresarios, políticos y autoridades” en “circunstancias todavía no esclarecidas”.

En las primeras semanas de octubre de ese año, por ejemplo, el 'Pequeño Nicolás' se paseaba por Madrid en coches de alta gama con chófer usando luces de policía y haciéndose pasar por agente de la Vicepresidencia del Gobierno e, incluso, del Centro Nacional de Inteligencia. Esos días ofreció sus servicios a un empresario para ayudarle en una operación económica. Esa operación le costó hace dos meses una condena todavía recurrible de tres años y cinco meses de prisión por hacerse pasar por espía y por falsificar documentación.

Según la Justicia, hacerse pasar por agente del CNI delante de un empresario, llevarle por Madrid en un Audi A6 con luces de la Policía e intentar que pudiera sacar 25.000 euros en efectivo del cajero no fue su mayor hazaña de ese año. Unos pocos meses antes, en el verano de 2014, había montado un dispositivo similar para hacerse pasar por representante de la Casa Real y organizar un falso viaje de Juan Carlos de Borbón. Y en ese caso la Justicia también apreció que el joven “se había ido introduciendo en determinados círculos relevantes, tanto políticos, como de actividad misma del Estado, como empresariales”.

En ese caso consiguió que cuatro coches de alta gama partieran del Paseo de La Habana de Madrid con dos escoltas: un policía municipal de Madrid y un policía de la localidad toledana de Torrijos. Partieron hacia la localidad gallega de Ribadeo no sin antes explicar a la Policía Municipal y al Club Náutico que iba a llegar la comitiva. El objetivo era sentarse a la mesa con Jorge Cosmen, presidente de la empresa de transportes Alsa, haciéndose pasar por enlace entre la Casa Real y la Vicepresidencia del Gobierno, cargo que no existe. Tres años más de cárcel para él. Otra de sus travesuras con consecuencias penales tuvo lugar en 2012, cuando falsificó un DNI para que un amigo suyo hiciera la selectividad por él. Un año y nueve meses más de prisión.

Dos trastornos diagnosticados: “Quería tirarme el pisto”

La historia de Francisco Nicolás Gómez Iglesias saltó a los medios de comunicación poco después de su detención en 2014, con mote incluido. Una historia de placas falsas del CNI, empresarios en apuros, bases de datos confidenciales y gente importante de un joven que, además, era irresistible para los micrófonos por la fuerza centrífuga de sus declaraciones. Asesor de la alcaldesa Ana Botella, tuvo conversaciones privadas con el empresario Javier de la Rosa y el entonces presidente de los empresarios madrileños, Arturo Fernández, echándose una siesta en el sofá del chalet del joven en una de las zonas más exclusivas de Madrid.

Las historias de Francisco Nicolás Gómez Iglesias parecían no tener fin hasta que tuvieron un principio. Durante uno de sus juicios, el joven afirmó: “Quería tirarme el pisto, sentirme poderoso”. En ese mismo plenario, los forenses hablaron de un trastorno de personalidad con características narcisistas y otro adaptativo son síntomas ansioso depresivos. “El trastorno de la personalidad se inicia en la etapa adolescente, con rasgos narcisistas muy marcados, especialmente marcados en el entorno social”, dijo uno de ellos. “Parece que era un niño con baja autoestima, que necesitaba mucho elogio y sentirse importante, que luchaba por llegar a un nivel social”, explicó otro.

Los facultativos explicaron entonces a la Audiencia de Madrid que las circunstancias que agravaron este trastorno fueron precisamente sus encuentros con la jet-set con la que tanto ansiaba codearse. “La aparición de eventos importantes, el contacto con personalidades del mundo político, el papel que él asumía, que le dan una secretaria por parte de un partido político y un despacho... Que el entorno le hace creer que es especial ya que está en situaciones que no le corresponden a una persona de su edad y que eso hace agravar estos rasgos narcisistas y cristaliza su predisposición a sufrir este trastorno”, explicaron.

El resultado fue el reconocimiento de dos trastornos que no le eximen de responder legalmente de sus actos pero que generaron una situación que “le condicionaba la percepción de la realidad, limitando levemente sus facultades cognitivas”.

En la actualidad la presencia pública de Francisco Nicolás Gómez Iglesias, que tiene ya 30 años, no es la que era. Ya no hay entrevistas bomba con una catarata de titulares que rivalizaban con las revelaciones de un agente retirado del CNI con la lengua suelta. Tampoco hay apariciones estelares en grandes actos públicos, como cuando apareció en los actos del Día de la Comunidad de Madrid del dos de mayo de 2016 y atraía más miradas que la entonces presidenta regional, Cristina Cifuentes.

La 'cara B' de lo que los investigadores bautizaron como 'caso Nicolay' sigue otro camino, más cercano a lo que más tarde se conocería como 'caso Tándem' o caso Villarejo. Recientemente, el comisario jubilado, su esposa y un periodista han sido absueltos de la acusación de grabar ilegalmente una reunión entre policías y agentes del CNI sobre la causa del joven Gómez Iglesias. Pero antes de esa absolución que la Fiscalía no recurrirá, detrás de las tramoyas de esta investigación empezaron a aflorar tanto algunas actividades de la brigada política policial como las cuchilladas entre comisarios. Fue en uno de los interrogatorios de una de las múltiples piezas del caso del Pequeño Nicolás donde Villarejo, por ejemplo, dio detalles de la 'Operación Catalunya'.