“Hemos podido ser víctimas de nuestra propia lucidez”. La reflexión de Pablo Iglesias ante el Consejo Ciudadano de Podemos encierra buena parte de las causas que, dos semanas después, la dirección del partido ha señalado para explicar los resultados de las elecciones generales del 26 de junio. Podemos no supo adaptarse a tiempo a la vida institucional y desmovilizó un millón de votos por el camino de la breve legislatura salida del 20D. La confluencia y la campaña del 26J no pudieron recuperarlos.
Esa falta de adaptación al Parlamento resume los otros elementos donde Podemos cree que se asienta el fiasco del 26J: miedo a que realmente pudieran gobernar, una politización de su lenguaje, la contradicción de atacar al PSOE hasta las nuevas elecciones y tenderle la mano durante la campaña electoral, el proceso negociador con el partido de Pedro Sánchez. La confluencia y la campaña no lograron remontar esta situación. Incluso se ahondó en la desmovilización, esta vez de los votantes de IU, según ha apuntado en su informe Íñigo Errejón.
“Es difícil seguir siendo sexis a la vez que parlamentarios”, parafraseaba Iglesias al secretario político de Podemos, quien ya apuntaba el pasado lunes en los cursos de verano de El Escorial que su partido llegará a gobernar, pero será “un Podemos menos sexy”. “La política española nos ha condicionado a nosotros”, reconocía Iglesias.
El grueso de los votos se perdió cuando más dura fue la confrontación parlamentaria, según ha apuntado Carolina Bescansa en su informe. Durante las negociaciones con el PSOE, la fallida investidura de Pedro Sánchez y los últimos intentos antes de la disolución de las cortes, es decir entre febrero, marzo y abril. El 22 de enero, el grupo parlamentario de Podemos-En Comú-En Marea presentaba su oferta de Gobierno de coalición al PSOE. Fue la rueda de prensa en la que Pablo Iglesias pidió la vicepresidencia. En la primera mitad de abril, según desveló la propia Bescansa hace una semana en La Sexta, ya se habían perdido 900.000 votos.
La principal novedad del Consejo ha estado en el informe del secretario de Organización, Pablo Echenique, quien ha expuesto los resultados de su consulta a las bases del partido. El “análisis colectivo de la campaña” en el que han participado más de 400 círculos, según ha explicado Echenique, ha puesto de manifiesto una “desmovilización” frente al 20D y han apuntado una abundancia de “discurso técnico” que el dirigente ha traducido en un exceso de “politización del lenguaje”. “Hemos hablado más de partidos que de leyes, más de candidatos que de los problemas de la gente”.
Los círculos también han detectado un “cambio de actitud” entre “la breve legislatura, que se planteó confrontativa con el PSOE”, con el de la campaña.
Los tres principales motivos que han encontrado las bases para explicar el resultado electoral han sido, por este orden, el “miedo a Podemos”, el “discurso socialdemócrata y la mano tendida al PSOE” y, al mismo nivel, Venezuela y las negociaciones de investidura.
El resumen del Consejo Ciudadano sirve así para repartir responsabilidades sin señalara a nadie en concreto y sienta las bases de la construcción del nuevo Podemos, que terminará de dilucidarse en una Asamblea Ciudadana todavía sin una fecha concreta. Y abunda en la tesis, expuesta ya por Errejón e Iglesias, de que el decaimiento de la hipótesis Podemos, la de la guerra relámpago, implica plantear una nueva.
Una en la que se afianzará la construcción del “bloque histórico” del que Pablo Iglesias se siente tan orgulloso. “Unidos Podemos ha venido para quedarse, será una fuerza política esencial”.
En ella también han incidido Iglesias y el resto de dirigentes de Podemos ante el CCE. En su opinión, la desconfianza que puede generar el partido se irá diluyendo con el tiempo y con el trabajo en las diferentes instituciones, donde habrá que demostrar que además de presentar propuestas rompedoras son capaces de acometer el trabajo.
Una vez que se ha pateado y ocupado, en parte, la centralidad del tablero con cinco millones de votos y 71 diputados, es tiempo de “ocupar la centralidad programática”, como pedía Iglesias casi al final de su intervención.