La carta de renuncia
Hace unas semanas colgué por aquí mi última intervención en el Congreso de los Diputados. En ella intenté sintetizar muchas de las cosas que le han dado sentido al trabajo duro de estos años, la gravedad de los retos que enfrenta la democracia en España y en Europa, lo necesaria que es, más que nunca, la organización política de la ciudadanía para defender los derechos fundamentales y un ideal democrático de vida para nuestras sociedades. Decía al final que ahora empieza un ciclo nuevo, y que ha sido un honor formar parte de este.
Las dos cosas son verdad. No puedo sentirme más afortunado y más honrado por haber podido dedicar los últimos 5 años de mi vida a defender aquello en lo que creo de la mejor forma que he sabido. Y también es verdad que, con el fin acelerado de la legislatura, nuestro país emprende un ciclo político nuevo.
Tras darle muchas, muchas vueltas, he decidido no seguir en este nuevo ciclo en la primera línea de la política institucional. Ha sido una decisión muy difícil, pues lo último que querría es defraudar la confianza de quienes me avalaron para presentarme a las próximas elecciones europeas. Pero también creo que lo más honesto y constructivo en política es decir la verdad, y siendo muy sincero conmigo mismo, no creo tener hoy la entereza y las fuerzas necesarias para asumir una responsabilidad pública tan importante con el rigor, la dedicación y el compromiso absoluto a largo plazo que requiere en este tiempo político nuevo.
Es una decisión personal, de mi entera responsabilidad y, como digo, muy difícil, pero no tengo dudas de que dar el relevo es una decisión virtuosa. La candidatura europea va a quedar en las mejores manos imaginables. Será un verdadero placer colaborar con un referente político y moral como María Eugenia Rodríguez Palop para construir el sujeto democrático europeo que plante cara a la Europa de la austeridad y a la barbarie que se asoma con la extrema derecha. Es un motivo de entusiasmo contar con ella para esa tarea, y le brindaré en los próximos meses todo mi apoyo.
El trabajo político es una labor hermosa, digna y gratificante, que honra a quien la ejerce con probidad y enseña a apreciar lo que es común por encima de cualquier otra cosa. También es un mundo complejo, duro, a veces descarnado. Con lo bueno y con lo malo, no tengo dudas de que merece la pena. En los últimos 5 años he tenido el privilegio, como responsable de relaciones internacionales, de ejercer como representante del movimiento democrático que ha sacudido España en estos años e inspirado a millones de personas en el mundo entero. Estuve en la plaza de Syntagma la noche de aquel referéndum que Bruselas sofocó en el oprobio; en la campaña del Brexit y el plebiscito por la paz en Colombia; en la Marcha de la Memoria en Buenos Aires y la Convención Demócrata con el movimiento de Sanders; en el entierro de Fidel, la casa de Mandela en Soweto y el homenaje a los republicanos españoles del Memorial de Mauthausen; en la campaña de Francia Insumisa y la de Lopez Obrador; con las organizaciones revolucionarias en Túnez y las asociaciones de derechos humanos en Palestina, en Centroamérica, en el Sudeste asiático. En todas partes he encontrado el afecto y la cercanía de quienes trabajan por la misma causa de la libertad y la justicia social. Gentes que sienten nuestras luchas como propias, que celebran nuestras victorias y se preocupan por nuestros problemas. No perdamos nunca de vista esa certeza. El mundo entero está amenazado por los mismos problemas y millones de personas luchan igual que nosotros y nosotras por una vida digna, libre, común.
A lo largo de este trayecto he cometido también muchos errores, y sé que necesitaré tiempo para entenderlos y aprender de ellos. Con todo, he intentado cumplir siempre con mis responsabilidades con seriedad, rigor y esfuerzo. Lo he hecho lo mejor que he sabido, y estoy seguro de que quienes me suceden lo harán también, lo harán mejor, y con más fuerza. Siempre digo que las ideas se miden en sus efectos; el mayor logro que puede conseguir el trabajo de estos años es llegar mucho más allá que quienes lo empezamos.
No puedo terminar este mensaje sin expresar un agradecimiento sincero y profundo. A las millones de personas que empujaron el espacio del cambio democrático y lo siguen haciendo cada día en las calles, en sus trabajos y en sus casas, porque con sus ideas hacen de este país un lugar mejor. A las miles de compañeras y compañeros que se han dejado años de vida y de sueño para defender la cosa pública y poner el cuerpo, y el sentido común, al servicio de lo que es de todas y de todos. Muy especialmente, a quienes desde la Secretaría Internacional se han volcado en la tarea apasionante de construir un programa y una praxis de las relaciones internacionales a la altura del país que queremos y podemos ser, un país democrático, feminista, digno y soberano, y que han sabido hacerlo además con tanta brillantez como humanidad, con una fuerza inteligente y amable. No habría podido hacer nada sin ellas y ellos, y nuestro trabajo en común, en su fondo y su forma, es el legado más preciado que me llevo de estos años: para mi serán siempre la idea misma de qué es hacer política. A mi gente más cercana, que ha sufrido la parte más difícil de estos años, solo le puedo reiterar mi devoción y mis disculpas por no haber sabido conciliar mejor la política y la vida. Por encima de todo, pienso en este momento en quienes ya no están, y especialmente en mi padre, que se fue poco después de mi entrada en el Congreso pero me ha acompañado cada día, en cada paso y cada palabra, con su aliento incondicional, con su ejemplo y su enseñanza de que siempre, siempre, siempre, todo se puede hacer mejor.
Ahora empieza un ciclo nuevo. España tiene enormes desafíos y el mayor potencial imaginable para afrontarlos: un pueblo digno, solidario, valiente, que va a ser firme en la defensa de la democracia, la libertad y la justicia social. Con esa confianza seguiré trabajando desde un lugar más tranquilo para conseguir un país mejor, que no mida su desarrollo por el número de millonarios sino por cómo cuida a su gente, especialmente a quienes menos tienen. Allí donde haya alguien dedicándose a esa tarea veré siempre el rostro de un ser amigo.
De corazón, muchas gracias.