1.089.760 votos. Es la diferencia que las fuerzas integradas en Unidos Podemos se han dejado en las elecciones generales del 26 de junio con respecto al 20 de diciembre. La “segunda oportunidad”, el “desempate”, se ha saldado con un fiasco. El partido que ha liderado esta apuesta electoral y que durante semanas soñó con adelantar al PSOE sabe que algo ha fallado. Pero no el qué. Tras dos años y medio frenéticos, Podemos puede permitirse por primera vez tomarse un tiempo antes de decidir qué paso dar a continuación. Antes de hacerlo, sus dirigentes quieren tener todos los elementos sobre la mesa. Si hay que abrir una pugna por el modelo de partido que debe superar a la maquinaria de guerra electoral que surgió de Vistalegre, que sea con datos.
“Nadie sabe por qué el resultado no ha sido el esperado. Nosotros tampoco”. Fiel a su espíritu científico, el secretario de Organización de Podemos, Pablo Echenique, reconocía ante los periodistas el lunes pasado el mediodía que el Consejo de Coordinación del partido había sido incapaz de determinar las razones de un resultado electoral tan alejado de lo que indicaban las encuestas, los análisis y las percepciones. Hay demasiadas variables en juego y entrelazadas como para poder dar una respuesta clara y rápida. Por eso, explicó Echenique, Podemos ha decidido “analizar demográficamente el resultado y en base a eso hacer un análisis riguroso y no hacer opiniones”.
Son muchos en Podemos los que se preguntan qué hubiera pasado si se hubieran hecho las cosas (algunas, muchas, todas) de otra manera.
¿Y si no hubiera habido confluencia?
¿Y si no hubiera habido confluencia?La unión electoral de Podemos e IU se reveló como la única novedad de la campaña del 26J. Las ventajas, a priori, eran innegables: un millón de votos el 20D, una base muy movilizada y organizada, un candidato con buena imagen, fuerza electoral allí donde Podemos no llegaba, como los entornos rurales andaluces o las castillas. Y precisamente un millón de votos es lo que voló en la noche del domingo.
El análisis encargado deberá determinar si la confluencia fue efectivamente una suma que en lugar de multiplicar restaba, como defendió siempre el sector referenciado en Íñigo Errejón. El número dos de Podemos, uno de los más reacios al acuerdo, lo abrazó finalmente y se mostró favorable.
La tesis opuesta defiende que la unión con IU ha permitido efectivamente sostener el número de escaños, 71, pese a la pérdida de votos, y frenar el desgaste acumulado desde el 20D. Dos fuerzas tradicionalmente penalizadas por el sistema electoral español, sobre todo IU, ha visto por primera vez cómo le daba un respiro.
¿Y si la campaña hubiera sido más agresiva?
Juan Carlos Monedero dijo que a Pablo Iglesias “no le sientan bien las jaulas” tras el debate a cuatro. La campaña fue diseñada por Íñigo Errejón, pero compartida en un directorio del que formaban parte otros dirigentes próximos al secretario general. Y el propio Iglesias. Estaba previsto hacer una veintena de actos y finalmente se hicieron más de 80. Algunos, como el del cierre en Madrid, ante más de 10.000 personas.
Y sin embargo hay quien defiende en Podemos, donde gustan mucho los símiles futbolísticos, que si se sale a aguatar el resultado es fácil perder en el último minuto. Es cierto que durante las dos semanas de campaña se ha visto a un Pablo Iglesias sosegado, con un tono menos incisivo y siempre con la “mano tendida” a un PSOE que dirigía sus ataques contra él. El debate a cuatro fue un claro ejemplo de ese cambio de actitud sobre el 20D. Y, sin embargo, Iglesias salió triunfador en las encuestas “científicas”, las hechas por empresas demoscópicas.
Si algo no se ha logrado en la campaña ha sido el “desborde” que pretendían los equipos de Podemos e IU. Imitar lo que ocurrió con Carmena y Colau en mayo de 2015. Pero no se ha visto. Quizá porque el desborde ya llegó en diciembre o simplemente porque lo que sucede una vez no tiene por qué volver a ocurrir o porque la campaña contenida supone un freno para el contagio por abajo.
¿Y si la negociación de la investidura de Sánchez hubiera sido distinta?
El 22 de enero se produjo un punto de inflexión. Pablo Iglesias, secundado por los principales dirigentes de Podemos, ofrecía un Gobierno de coalición a Pedro Sánchez en el que se reservaba la vicepresidencia y definía políticas y relaciones entre organismos con un nivel de precisión muy alto. A esa misma hora, Sánchez estaba reunido con el rey. Mes y medio después, Pablo Iglesias esgrimía la “cal viva” en el debate de investidura, algo que él mismo ha reconocido que fue un error.
Estos dos elementos han centrado buena parte del debate político en la breve legislatura del 20D. Y han ayudado a dibujar el perfil público de su protagonista, Pablo Iglesias. Para bien o para mal. Lo que ha ocurrido después, también la campaña del 26J, tenía entre sus objetivos si no recuperar a quienes dejaron el barco tras ambos hechos, al menos no perder a más votantes.
¿Y si no hubiera habido campaña del miedo?
En Podemos lamentan que la campaña se haya convertido en un todos contra unos. Lo expresó Iglesias en la noche electoral y muchos dirigentes en público y en privado, que veían sorprendidos cómo el PSOE copiaba la estrategia de PP y Ciudadanos y ponía a Podemos en el centro de sus ataques mientras obviaba al supuesto rival, al menos en su opinión. Algo que no ocurrió el 20 de diciembre.
El Brexit y las continuas referencias a Venezuela son elementos que no se sabe cómo han incidido en la campaña si es que han tenido alguna incidencia. Igual que se busca el destino del millón de votos que ha perdido Unidos Podemos, se busca el origen de los 600.000 votos que ha subido el PP, que ha logrado movilizar a su base sociológica en un clima de descenso de la participación y cuando el resto de partidos veían que, en mayor o menor medida, sus votos bajaban.