La agente de Policía Nacional infiltrada en el Movimiento Antirrepresivo de Madrid (MAR Madrid) y Distrito 104, dos colectivos de la capital, se hacía llamar María Peres, aunque su nombre falso completo era María Lucía Rodríguez Peres. Durante los tres años participó en decenas de asambleas, actos y acciones, pero María Peres no solo recabó información sobre estas organizaciones, sino que repitió en diferentes reuniones que ella no tenía ningún miedo al enfrentamiento físico con la Policía, según varios testigos consultados por elDiario.es. De hecho, compañeros de militancia afirman que llegó a lanzar piedras contra los antidisturbios en una de las movilizaciones en solidaridad con Pablo Häsel.
A quienes sí militaban en esos colectivos les llamó la atención su predisposición a participar en todo tipo de convocatorias desde el principio, tras haber admitido a sus compañeros que nunca antes había participado en colectivos sociales y por ser una recién llegada a Madrid. El MAR Madrid y Distrito 104, del barrio de Aluche, se autodenominan organizaciones anticapitalistas, antifascistas y feministas. Sus actividades callejeras más repetidas se basan en pintar paredes, colgar pancartas y secundar acciones de protesta coordinadas con otros colectivos de la región.
Pese a ser una activista debutante, tal y como afirman desde los dos colectivos, no era raro ver cómo la infiltrada se erigía como una de las participantes que más movilizaba a los demás. “Estaba dispuesta a participar en todo. Si alguien preguntaba quién podía ir a alguna cosa, ella siempre respondía afirmativamente”, recuerdan su hiperactividad desde Distrito 104.
María Peres participó en pintadas contra las casas de apuestas y en acciones de agitación ante fechas señaladas como el 8 de marzo y el 1 de mayo, así como por la abolición de la prostitución. También tiñó de rojo una gran fuente del barrio en solidaridad por los afectados de las cargas policiales ocurridas en Catalunya durante el referéndum de 2017. “Decía que no le costaba la pelea física, que le encantaba”, relata E. C., una integrante del colectivo de Aluche que comenzó a militar el mismo día que la policía infiltrada.
M. H., miembro también de Distrito 104, fue quien más y mejor conoció esta faceta de María Peres. Él ya militaba en el colectivo antes de su entrada y, al principio, le pareció una persona participativa, que no llamaba demasiado la atención. Desde el MAR Madrid la describen como una persona ensimismada, que apenas socializaba. “Sorprendía su disponibilidad para todo. A cualquier manifestación o acto, ya fuera lejísimos de donde vivía, ella siempre podía ir”, comenta el activista.
Este joven de 22 años y vecino de Aluche recuerda frases textuales de María Peres antes de algunas protestas. “A ver si se puede liar un poco”, le dijo antes de unas “acciones de calle”. “Pero sin pillar palos jajajaja”, apostilló a su compañero. El activista recuerda perfectamente aquella conversación: “Estábamos hablando la posibilidad de ir a una manifestación que, con mucha probabilidad, terminaría con disturbios. Y ella me dijo eso, como si tuviera ganas de que se liara, pero sin que nosotros recibiéramos palos”.
Uno de las acciones más controvertidas que llevó a cabo María Peres fue lanzar piedras a agentes antidisturbios, los que eran sus verdaderos compañeros. Según rememora el propio M. H., “sucedió en estas manifestaciones en contra de la entrada en prisión de Pablo Häsel, en febrero de 2021”. “La Policía cargó contra nosotros porque queríamos hacer una sentada en Gran Vía y nosotros respondimos. Ella participó de esos disturbios y yo vi cómo llegó a lanzar piedras contra los policías”, relata.
María Peres, cuidando las manifestaciones
La forma en la que esta policía se movía dentro de los colectivos sociales, más allá de sus acciones, también estaba ligada con su actitud. Por ejemplo, siempre participaba del cordón de seguridad que acompaña a algunas manifestaciones en las que pueden producirse encontronazos con neonazis. Este cordón cierra la manifestación en su perímetro. “Estaba ahí para que la gente no se saliera del recorrido y avisar a otras personas también encargadas de la seguridad si sucedía algún incidente”, cuenta M. H.
Llegado el caso, esta línea de defensa era la responsable de repeler potenciales agresiones a los manifestantes por parte de elementos de extrema derecha, radicalmente contrarios a los colectivos en que participaba. “Y ahí estaba ella siempre porque, encima, era de complexión muy fuerte. No tenía miedo a pegarse, decía, aunque yo nunca la he visto hacerlo”, añade su antiguo compañero de militancia.
El MAR Madrid añade que María Peres participó en la concentración del 30 de junio de 2022 en la plaza de Tirso de Molina contra la cumbre de la OTAN, organizada en la capital. “Queríamos protestar contra lo que entendemos como una herramienta del imperialismo como es la OTAN, y encima podíamos aprovechar que los máximos mandatarios de los países que la forman estaban en la ciudad, así que convocamos la concentración”, explica el colectivo. Aquella movilización fue totalmente encapsulada por numerosas unidades de antidisturbios y terminó sin incidentes ni detenciones.
Pintadas en solidaridad con los CDR catalanes
María Peres conocía a este colectivo desde sus inicios de militancia en Distrito 104, en noviembre de 2020. No entró a formar parte del MAR Madrid como individualidad hasta septiembre de 2022, un año antes de su marcha precipitada. “También vino con nosotros cuando le hicimos un escrache a Pablo Iglesias en las fiestas del Partido Comunista”, comentan, refiriéndose a un episodio acaecido en septiembre de 2021 en Rivas-Vaciamadrid.
Con el MAR Madrid, sus pintadas versaban sobre los presos políticos enfermos, por la “amnistía total”, pero también en solidaridad con los CDR catalanes detenidos en la Operación Judas de 2019. A través de sus mensajes escritos en las paredes, María Peres llegó a pedir el boicot a las elecciones generales y autonómicas del pasado año, una posición política defendida por el MAR Madrid.
“Podía no participar de algunas cosas, pero siempre se enteraba de todo porque formaba parte de los grupos de WhatsApp y era quien participaba en asambleas y reuniones de otros colectivos en los que nos organizábamos, como la Coordinadora Antifascista de Madrid”, confirma M. H., el integrante de Distrito 104. Aunque él solo tuvo una relación de compañerismo militante con María Peres, sí que nota cierta pesadumbre al descubrir que se trataba de un topo. “Siento una rabia y una impotencia inimaginables”, admite ahora.
Tal y como explican las dos organizaciones en las que se infiltró María Peres, la incertidumbre reina sobre el tipo de información que pudo reportar a sus superiores en la Policía: “No sabemos qué ha dicho de nosotros, ni siquiera qué intenciones tenía cuando entró. Consideramos un abuso de poder por parte de la autoridad movimientos tan opacos como este, que introduce en nuestras vidas militantes personajes totalmente ajenos a ellas con el único fin de perseguirnos y castigarnos”.
Los intentos de este diario por recabar la versión de esta agente de Policía han sido en vano. No ha contestado a ninguna de las preguntas formuladas por este medio. Desde el Ministerio del Interior tampoco han explicado qué objetivo pretende con la infiltración de policías en colectivos sociales perfectamente legales y si esta va a continuar, después de que se hayan destapado media docena de casos. Su respuesta tipo es que “las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado garantizan la seguridad y el libre ejercicio de los derechos y libertades de la ciudadanía, en el marco del artículo 104 de la Constitución Española, como corresponde a su función en un Estado de Derecho, y en esos términos actúan, con estricto sometimiento al ordenamiento jurídico”. Por su parte, el Cuerpo Nacional de Policía, ante las preguntas realizadas por elDiario.es, ha respondido que no pueden “facilitar información al respecto”.
La opacidad protagoniza las infiltraciones policiales
El artículo 11 de la Ley Orgánica de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado justifica cualquier actuación policial, ya sea encubierta o infiltrada y atribuye a la Policía la potestad de “captar, recibir y analizar cuantos datos tengan interés para el orden y la seguridad pública, y estudiar, planificar y ejecutar los métodos y técnicas de prevención de la delincuencia”.
María Peres habría estado actuando como agente infiltrada, pues un policía encubierto siempre lleva a cabo sus funciones bajo autorización judicial. Esta figura queda regulada en la Ley de Enjuiciamiento Criminal. Por el momento, la legislación no especifica ningún tipo de control en ninguna de sus normas para aquellos agentes que actúan como topos infiltrados en las organizaciones que la Policía Nacional pone en el disparadero, lo que hace de este campo un terreno totalmente opaco.
Sí se conoce que es la Comisaría General de Información quien decide infiltrar a los agentes, siempre con el fin de recabar información de manera preventiva. Por contra, las actuaciones de esta Comisaría sobre las operaciones de agentes infiltrados no son públicas. Según la propia web de la Policía Nacional, “los acuerdos del Consejo de Ministros de 28.11.1986 y 16.02.1996 otorgan el carácter de secreto a la estructura, organización, medios y procedimientos operativos específicos de los servicios de información, así como sus fuentes y cuantas informaciones o datos puedan revelarlas”.
La normativa aprobada en febrero de 2012 que desarrolló la estructura interna del Ministerio del Interior describe las funciones de la policía infiltrada como “la captación, recepción, tratamiento y desarrollo de la información de interés para el orden y la seguridad pública en el ámbito de las funciones de la Dirección General, así como su explotación o aprovechamiento operativo, especialmente en materia antiterrorista, tanto en el ámbito nacional como en el internacional”.