Cuenta la leyenda que cada noche por los jardines del parque de María Luisa, que en su momento fue parte del Palacio de San Telmo –sede de la presidencia de la Junta de Andalucía–, se producen apariciones y fenómenos extraños que producen escalofríos a quienes las perciben. Son manifestaciones de la figura de una extraña dama vestida de blanco que pasea entre sollozos y lágrimas y que unos relacionan con la consorte de Carlos II, Luisa Fernanda de Borbón y otros, con la reina María Mercedes, primera esposa de Alfonso XII.
Desde que Juan Manuel Moreno Bonilla convocó a los andaluces a las urnas, su visión más temida cada vez que ponía un pie en la sede presidencial, no era la de la imagen de ninguna soberana del pasado, sino la de una ultraderechista del presente, de verbo suelto y epítetos sentenciadores, que caminaba con paso amenazante hacia la sede del gobierno andaluz para formar parte de él. El popular ha conseguido este domingo despejar por completo el fantasma de Macarena Olona al sumar una histórica mayoría absoluta y no depender de Vox para seguir en San Telmo. ¿Coyuntura o tendencia?
A Moreno, y por extensión a Feijóo, que defiende el mismo modelo de derecha que el andaluz, le ha servido no arriesgar demasiado, ponerse de perfil ante la ultraderecha y jugar a la moderación para que el electorado confíe en un PP que con Pablo Casado miraba acomplejado a su principal competidor de bloque. El candidato del PP, de hecho, no competía más que contra las expectativas generadas desde su propio partido, y las ha ganado de calle. Éxito incuestionable que se anota también en el marcador el nuevo líder del PP y que complica sobremanera el futuro de Pedro Sánchez en La Moncloa, además de dejar noqueada a toda la izquierda.
El “efecto Olona” con el que la ultraderecha pretendía arrasar en el sur y apabullar a los populares, lejos de catapultar a los de Abascal como fuerza política decisiva, ha acabado por asustar a los andaluces en unas elecciones que se presentaban claramente de continuidad porque lo que estaba en juego no era tanto quién gobernaría, sino con quién lo haría el PP. Las urnas le han otorgado un resultado tan apabullante que lo podrá hacer en solitario.
Se consolida el cambio de ciclo
La derecha andaluza tiene ante sí su mejor victoria y consolida el cambio de ciclo que arrancó en 2018, cuando la suma de las izquierdas quedó por debajo del bloque que lideraba Moreno, quien arrebató al PSOE el poder institucional por primera vez en 37 años. El PP alcanza la mayoría absoluta, con 58 escaños y 825.000 votos más que hace cuatro años. Se trata del mejor resultado en Andalucía para los populares, superior a los 50 parlamentarios que consiguió Javier Arenas en 2012, donde hasta ahora se situaba el techo del partido. Gana en todas las provincias a costa de la defunción de Ciudadanos, que pasa de 21 escaños a cero y queda ya sólo a la espera de fecha para su incineración mientras que Vox consigue una ligera pero irrelevante mejoría con tan sólo dos diputados más respecto a 2018.
Moreno deja además KO a la izquierda en todas sus versiones. Al PSOE porque se queda en 30 diputados, tres menos que el peor resultado de su historia, el que anotó Susana Díaz en 2018. Por Andalucía, que es la suma de UP, IU y Más País, porque era la experiencia piloto de Yolanda Díaz y se queda con un pírrico resultado al obtener sólo 5 escaños mientras que Adelante Andalucía, la marca de Teresa Rodríguez, logra 2. Ambas marcas de la izquierda a la izquierda del PSOE quedan muy lejos de los 17 parlamentarios que obtuvieron hace cuatro años, antes de que se rompiera su coalición.
Gana incontestablemente Moreno y gana también Feijóo en el que era su primer test electoral desde que fue elegido presidente nacional. El PP consolida así un modelo de partido que se mueve, aunque sea solo en apariencia, en la centralidad y la moderación, y consolida su trayectoria ascendente con un resultado que, si no arrincona contiene cuando menos la trayectoria ascendente de la ultraderecha.
En Génova podrán decir ahora que Castilla y León fue solo un accidente consecuencia de los errores de Casado, y no el síntoma de un cambio de paradigma en la relación de los populares con Vox que, con otro resultado en Andalucía, nadie duda que hubiera hipotecado la estrategia nacional del PP. Una segunda coalición con Vox hubiera roto por completo el discurso de transversalidad con el que Feijóo pretende llegar a La Moncloa.
Moreno Vs. Ayuso
Lo que pase en la escena nacional está aún por ver, pero el pacto con Vox hubiera servido de munición para la izquierda a menos de un año de las municipales y a año y medio de unas generales en las que Pedro Sánchez se juega su continuidad al frente del Gobierno de España. Tampoco hay que despreciar las lecturas internas que desde mañana se harán en Génova respecto a la batalla entre las dos almas del PP –la moderada que representan Feijóo y el presidente andaluz y la del liberalismo de pandereta y sin complejos de Ayuso– y a los liderazgos que puedan destacar en el horizonte medio.
Una coalición con Vox en Andalucía hubiera consolidado a la lideresa madrileña como la única opción del PP capaz de frenar el avance de la ultraderecha, tras abrazar su postulados más ideológicos y el catálogo completo de sus batallas culturales. El partido puede ver en adelante a Moreno –que tampoco disimula sus aspiraciones nacionales– como posible sucesor tras la etapa Feijóo, a quienes muchos sólo conceden una única bala, la de las generales de 2023.
El 19J marcará en todo caso un antes y un después, no tanto por el cambio de ciclo que desde hace meses agita la derecha sino porque la izquierda ha salido muy noqueada del trance y Sánchez tendrá que dar muestras de que no desdeña el impacto nacional de las andaluzas si quiere revalidar mandato.
Por mucho que los socialistas mantengan que los cambios de ciclos los consolidan las municipales, y no unas autonómicas, Sánchez tendrá que leer bien, y no como hizo la noche del domingo Adriana Lastra, una derrota que ha sido sin paliativos y que deja al socialismo en estado vegetativo en el que hasta ahora era su principal bastión electoral. Respecto a 2018, el socialismo andaluz pierde 127.000 votos y casi 4 puntos en intención de voto
Espadas no ha aguantado el resultado de Susana Díaz de hace cuatro años y ha sumado 883.700 votos, muy lejos del millón de papeletas donde en Ferraz habían situado la barrera psicológica para distinguir entre una derrota aceptable y un resultado preocupante.
Los socialistas, KO incluso antes de la derrota
Los cimientos del PSOE crujen a menos de un año de unas municipales con las que el partido tendrá que poner a prueba su músculo orgánico de los territorios, después de haberse mostrado incluso noqueados antes de que llegara el golpe de este domingo, en parte por las heridas profundas que aún supuran tras las últimas primarias andaluzas y en parte por la falta de pesos políticos en la dirección federal.
La estrategia de Pedro Sánchez tiene en todo caso la mirada fija en septiembre y pasa por redoblar la presencia en los territorios y por recuperar la iniciativa política. De momento, en La Moncloa han dado instrucciones a todos sus ministros para que esta semana den apariencia de ultra actividad con la celebración de múltiples actos y con una presencia notable en los medios de comunicación.
La Ejecutiva Federal, que este lunes ha convocado el secretario general del PSOE, promete ser intensa, pese a que los socialistas ya daban por descontada la derrota en Andalucía antes de que comenzara incluso la campaña. Aunque Sánchez no ha dado señal alguna de que barrunte un cambio en el gobierno, como hizo tras la debacle en Madrid de hace poco más de un año, nadie descarta que el cambio de estrategia del que se habla incluya algunos ajustes en el partido que podrían producirse no tanto ahora como con la entrada de un nuevo curso político. Los socialistas consideran imprescindible pasar a una ofensiva para la que hoy no cuentan con referentes indiscutibles en el partido y para la que necesitarán además que cuaje el proyecto político que se propone construir Yolanda Díaz.
Mal estreno para el proyecto de Yolanda Díaz
Por Andalucía, la marca que lideraba Inma Nieto y amadrinaba la vicepresidenta segunda del Gobierno no es un buen comienzo para la andadura de Díaz para la construcción de un frente amplio de izquierdas. El otoño será decisivo para demostrar la capacidad de Sánchez pero también de la izquierda a su izquierda de reparar lo ocurrido este domingo. De lo contrario, el bloque iría directo hacia un tiempo horribilis que inexorablemente acabaría con su paso a la oposición en diciembre de 2023. De momento, Feijóo, con el viento a favor de una economía renqueante y un gobierno que acusa un notable desgaste, tiene motivos de celebración. Y la izquierda, sólo de preocupación.
Veremos…
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