El PP ha lanzado la precampaña de las elecciones autonómicas y municipales de mayo de 2023 con un objetivo principal: ganar alguna comunidad al PSOE para coger impulso ante los comicios generales previstos para finales de ese mismo año. Y el presidente socialista más factible de batir también lo tienen claro: Emiliano García Page, en Castilla-La Mancha. Por eso, Alberto Núñez Feijóo ha llevado la XV Interparlamentaria del PP a Toledo. Y, también por eso, ha dado un especial protagonismo a su candidato a ganar la Junta, Paco Núñez. Una apuesta decidida de Pablo Casado y quien hizo este domingo de telonero del discurso de cierre del ahora líder nacional del partido. “Pronto serás presidente del Gobierno y yo presidente de Castilla-La Mancha”, dijo. Dos afirmaciones que tienen más relación de lo que podría aparentar a primera vista.
El plan del PP está trazado hace tiempo. Necesitan obtener un gran resultado en las elecciones municipales y autonómicas de 2023 para embocar la campaña de las generales y que la Moncloa caiga casi de forma natural en sus manos, como cayó en 2011 en las de Mariano Rajoy. El calendario es casi clavado al de hace una década, y también entonces la sociedad padecía una crisis económica. Pero la realidad política y social es hoy diferente. La gestión de la crisis está siendo opuesta a la de hace 10 años y un tropiezo en mayo puede ser letal para las aspiraciones de Feijóo.
Los comicios autonómicos y municipales de 2019 fueron un fiasco para el PP que entonces lideraba de forma incipiente Casado. No fueron la primera fuerza en Madrid, por ejemplo, aunque recuperaron las plazas principales Y el PSOE se hizo con buena parte de las regiones, así como con un buen puñado de capitales de provincia y ciudades importantes. El PP tiene así a su alcance mejorar los resultados de 2019. Pero eso no es suficiente. “Las autonómicas marcan el futuro”, reconocían este sábado desde la dirección del PP a los periodistas. “No es lo mismo que Sánchez aguante a que entregue alguno de los gobiernos”, concluían.
No es argumentario. Es la realidad. “Hay que recuperar algo en autonómicas y municipales”, aseguraba el sábado un veterano dirigente que tuvo responsabilidades en Génova en el pasado. “Las que ya gobiernas no cuentan”, apuntaba, en referencia clara a Madrid (ciudad y comunidad). Pero no solo.
Con Andalucía y Castilla y León fuera de la partida, la partida por el control de la Moncloa se juega principalmente en tres comunidades donde el PP tiene puestas sus esperanzas: la Comunidad Valenciana, Baleares y Castilla-La Mancha. De ellas, la castellanomanchega parece la más factible: una mayoría simple puede ser suficiente.
En el PP que lidera Paco Núñez reciben encuestas de forma periódica. En la última, Emiliano García Page le supera por 1,7 puntos. El actual presidente tiene asegurados 15 diputados, y Núñez un mínimo de 14, dicen. Así, la entrada de Vox, que se da por descontada por la “irradiación” de Madrid en el Corredor del Henares (Guadalajara) y en Toledo, serviría para sumar. Pero, además, en el PP creen factible dar la vuelta a las encuestas y ganar.
Vox, ruido y escisión
En ese caso estaría hecho incluso sin mayoría absoluta y con un posible Gobierno en solitario. La ley electoral garantiza la gobernabilidad e impide votar en contra de un candidato en segunda vuelta. Si Paco Núñez gana, solo una entente de socialistas y Vox le impediría presidir. Y en ese caso, no creen que tuvieran problemas para gobernar en solitario ya que la situación de Vox, aseguran en el PP, no les permitiría exigir nada.
El estado de la ultraderecha ha sido otro de los comentarios más habituales en los corrillos del fin de semana en el Hotel Beatriz de la Ciudad de las Tres Culturas, un recinto que traslada al visitante nada más atravesar sus puertas a la década de los años 70 del siglo pasado.
“Vox es solo ruido”, apuntaba un senador con trienios a sus espaldas. “Y cuando hay ruido interno, no se oye el otro ruido”, concluía. La experiencia de cogobierno en Castilla y León no le está saliendo al partido ultraderechista tan bien como querían. Quienes comparten responsabilidades con ellos en el Gobierno de la Junta creen que tienen un problema de cuadros y que no disponen de banquillo ya que solo les valen “personas puras y fieles al régimen”. Por eso, en las municipales del año que viene se centrarán en las grandes ciudades, lo que también puede lastrar sus opciones autonómicas.
A todo esto se une el incipiente e inesperado conflicto interno. En el PP comparan lo ocurrido con Macarena Olona, en guerra declarada con la dirección de Vox, a lo que le pasó a Podemos con Íñigo Errejón. La escisión de Más Madrid, según teorizan en Génova, fue el punto de inflexión del retroceso electoral de Podemos, y ahora le puede pasar lo mismo a los de Santiago Abascal si Olona opta por abanderar una candidatura propia.
“No vamos a indultar a Page”
Así que Paco Núñez se ha tomado muy en serio su papel. Tras una larga campaña de acercamiento a Feijóo (era un hombre de Casado y su mano derecha, Teodoro García Egea) que le llevó a recorrerse media España en pos de su jefe en los días previos a su elección como presidente, el líder le ha correspondido. Núñez, quien intenta aparecer siempre que puede en los actos que Feijóo protagoniza en Madrid, fue agraciado la semana pasada con una visita a la Feria de Albacete, su ciudad.
Fue el preludio de lo vivido este fin de semana. Todos los dirigentes que han subido al escenario de la Interparlamentaria han alabado al candidato a relevar a Page al frente de la Junta: Dolors Montserrat, Javier Maroto, Cuca Gamarra, Fernando López Miras, Alfonso Fernández Mañueco, Juan Manuel Moreno,... Todos, menos Isabel Díaz Ayuso, que fue a Toledo a hablar de su libro y luego se marchó sin quedarse a la comida de líderes autonómicos ni a la mesa redonda que debía moderar.
La presidenta madrileña ya no levanta las pasiones que levantaba hace apenas unos meses. Sus entradas y salidas en los eventos del PP no generan aglomeraciones y no son tantos los militantes y cuadros medios que pugnan por hacerse un selfi con la presidenta. Lejos quedan sus momentos de máximo esplendor, cuando pugnaba con Pablo Casado por el liderazgo moral, y después efectivo, en el partido. Como resumía un veterano del PP, el efecto Feijóo es también un cierta pacificación interna porque con el gallego, dice, el partido sí se ve en Moncloa: “A Casado no le veían, a él le ven”.
En su discurso como telonero de Feijóo, su puesta de largo ante el partido nacional, Núñez arremetió contra Emiliano García Page, al que se esforzó en asimilar con Pedro Sánchez. “Todos los actuales dirigentes socialistas que están gobernando son iguales, sucursales de Sánchez. No hay un solo socialista que sea bueno”, dijo. “Todos los españoles y castellanomanchegos tenemos un enemigo común: el PSOE”, añadió. “No vamos a indultar a Page y en las próximas elecciones pasará a la oposición”, apuntó, para concluir: “Pronto serás presidente del Gobierno y yo presidente de Castilla-La Mancha”.
En el último segundo de su discurso, dejó un mensaje dirigido a quienes en el propio PP buscan un protagonismo que no le toca ahora: “Cada uno en su sitio, cada uno donde nos toca”.
Feijóo: Catalunya y control de expectativas
En cuanto a Feijóo, pocas novedades, por no decir ninguna, en su discurso. Apenas un intento de colarse en el debate sobre el pacto de rentas, en el que poco tiene que decir. Sin nadie que le hiciera de contraparte, pudo obviar los temas donde no ha logrado colocar su mensaje, cuando no rectificarse a sí mismo en 24 horas. En el PP español crece un resentimiento hacia la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, a la que acusan de querer “quedar bien con todos”, en referencia, en realidad, a su respaldo a Pedro Sánchez, a pesar de sus esfuerzos.
Feijóo se explayó sobre el conflicto lingüístico abierto en Catalunya. Y no porque quisiera, sino porque no le quedó más remedio. Casi a la vez que él tomaba la palabra, en Barcelona se manifestaban miles de personas contra la inmersión del catalán en la escuela. A la cabeza de la delegación del PP, su secretaria general, Cuca Gamarra.
El líder del PP tenía una buena excusa para no asomarse por Barcelona: la Interparlamentaria estaba prevista de antes. Además, la línea dura contra el catalán choca con su “bilingüismo cordial” y el “catalanismo constitucional” que defiende como receta para que su partido recupere algo de fuerza en Catalunya. Un intento que choca con el líder del PP en la comunidad, Alejandro Fernández, y con la diputada del PP por Barcelona, Cayetana Álvarez de Toledo, para quien todo eso es “una gallegada”.
La cita de Toledo salvó a Feijóo de reeditar la foto de Colón que tantos disgustos trajo a Casado. Y también para advertir a los suyos sobre no saber gestionar las expectativas. “No me conformo con ganar cuando otros pierden. No me conformo con que nos traten mejor porque a otros les tratan peor. No podemos conformarnos”, dijo. Traducido: ojo con dar el partido por ganado, que hay que jugarlo.
El líder del PP habló de “centro moderado”, de “trascender ideas” y de “buena política”. Un día antes, Ayuso criticaba a los “hombres blandengues” y lanzaba un discurso ideológico en el que encontró hueco incluso para hablar de Cuba. Paco Núñez, un día después, recurría a Venezuela.
Por mucho que Feijóo quiera, el PP que pilota es el que diseñó Casado. Y los viejos tics son difíciles de cambiar. Otro hándicap para su largo camino hacia el Palacio de la Moncloa.