Lo bueno que tiene controlar una Cámara legislativa es que puedes ignorar todo lo que pase en el mundo real. Entras en el edificio, saludas a los policías y ya estás en un universo alternativo donde tú impones las reglas. Si acaso, estás limitado por las leyes de la termodinámica. Más allá de eso, el Partido Popular puede convertir al Senado en su parque de atracciones particular. Lo podríamos llamar Genovalandia. En el exterior, ocurren cosas extrañas y desagradables, como por ejemplo las elecciones catalanas, pero dentro puedes fingir que no existen. Puedes hasta pretender que tu propio partido no dijo en esa campaña lo que dijo.
Después de estirar los plazos hasta el límite, el Senado rechazó el martes con la mayoría absoluta del PP la proposición de ley de amnistía, que ahora volverá al Congreso para su aprobación definitiva. Es lo que marca la Constitución y lo que ocurre en algunas ocasiones. Por ahí, todo normal. El PP decidió rendirse a la evidencia y anunció que renuncia a plantear un conflicto institucional entre ambas Cámaras. Como es constitucionalista para lo que le interesa, había amagado con dar un puñetazo en la mesa ignorando que el Senado no puede imponer su decisión al Congreso. Los letrados de la Cámara Alta, elegidos por el PP, le habían dicho que eso no era posible.
Existía la duda razonable sobre los argumentos del PP en el Senado dos días después de las elecciones de Catalunya. La campaña del PP había pasado por encima del tema de la amnistía al saber que por ahí poco iba a rascar. Por muchas encuestas de garrafón que publicaron algunos medios, el resultado demostró que la base social del PSC no estaba en contra de la medida, y si no le gustaba, tampoco cambiaría el sentido de su voto.
El anuncio del funeral de cuerpo presente del procés –una interpretación muy extendida– ha confirmado que la estrategia de Pedro Sánchez y Salvador Illa ha funcionado. Al restar virulencia a la confrontación política con los indultos y la amnistía, el desafío independentista perdió buena parte del oxígeno que le había ayudado a crecer. Sería una interpretación muy miope afirmar que el anuncio de la ley de amnistía fue suficiente para acabar con el procés, pero es innegable que ha sido uno de los factores relevantes en los acontecimientos ocurridos en Catalunya el último año.
Al final, en Genovalandia decidieron no complicarse la vida. Los senadores del PP que intervinieron se limitaron a interpretar los grandes éxitos. “La factura la pagarán todos los españoles”. “La ruptura del Estado de derecho”. “Una operación mercantil entre políticos para comprar votos”. La misma murga de siempre. No es realista ir al Senado y esperar encontrar material original. Todo es producto reciclado.
La única novedad fue negar toda influencia de la amnistía en el desenlace de las elecciones del domingo. “No estamos en Venezuela ni en Rusia. En Cataluña no se ha votado la amnistía”, dijo Antonio Silván, que seguro que sabe por qué han votado todos y cada uno de los catalanes. Si alguien cree que la relación entre las dos frases es un tanto difusa, no hay que tomárselo a mal. Con frases como esta, ya sales triunfador en Genovalandia. Es el Senado y no se puede aspirar a más.
Antes de ponerse muy duro con los senadores en general, no hay que perder de vista el mensaje que Alberto Núñez Feijóo ofreció al Comité Ejecutivo Nacional. Qué puedes esperar de los hijos si el padre empieza a divagar y confirma que prefiere no enterarse de nada. El líder del PP ha adoptado la línea de los columnistas más adictos a Lucy in the Sky with Diamonds, y no la de su candidato en Catalunya y de otros que se unieron a la interpretación de que el procés ha quedado muerto con el hundimiento de Esquerra y la CUP y el aumento ínfimo de los votos de Junts.
Fue un poco como decir que ETA existe. “El procés no ha muerto porque el sanchismo lo necesita vivo para subsistir en la Moncloa”, dijo Feijóo. Que se lo digan a los tres partidos independentistas que están preguntándose ahora por dónde vino el tren que les pasó por encima.
Puestos a dejar perplejos a los que le escuchaban, el líder del PP les hizo saber que ha visto el futuro. ¡Aleluya!, tenían que haberle respondido. A saber lo que se metió en el cuerpo para acceder a esa información. Afirmó que Sánchez tiene previsto propiciar la elección de Carles Puigdemont como president. Está convencido de que al final anunciará que “la reconciliación real sólo llegará con Puigdemont al frente de la Generalitat”.
En el terreno de las locas especulaciones, los periodistas lo tienen mal para dar lecciones de racionalidad teniendo en cuenta lo que se escucha en las tertulias televisivas. Feijóo ya las ha superado a todas. Le da igual lo que haya dicho Illa en la campaña o en la noche electoral. Se pasa por el arco de Génova las informaciones de los periodistas de Barcelona. Ni se inmuta si alguien le recuerda que Puigdemont y Junqueras no soportan a Illa. Pasa del hecho de que Sánchez envió a Illa a Catalunya con la misión de conseguir la presidencia del Govern y venderlo como una victoria personal suya.
Toda la realidad conspira contra Feijóo. Incluso sus barones. Antes de la reunión, Juanma Moreno dio por cierta la interpretación de que las elecciones han supuesto el fin del procés: “Creo que los ciudadanos catalanes han llegado a la conclusión de que la independencia es una utopía”. Lo mismo había dicho Alejandro Fernández, el candidato elegido a regañadientes por Feijóo: “Los catalanes han trasladado un mensaje y es que el proceso se acabó”.
Luego, tuvieron que empezar a fingir para que no cantara demasiado la discrepancia. Fernández aprovechó un tuit de Xavier García Albiol para recular un poco: “Los electores han votado acabar con el proceso, pero el problema sigue allí”. Todavía no tiene asegurado que Feijóo le permita ser el presidente del PP catalán, así que no conviene arriesgar el premio final por un quítame allá ese análisis.
Es una forma tan buena como cualquier otra de escurrir el bulto. Obviamente, el independentismo como ideología o sentimiento no ha desaparecido. Hay cuatro partidos independentistas en el Parlament. Que tengan entre manos un proyecto político para separar a Catalunya de España que parezca viable o que cuenten con mayoría absoluta en la Cámara es otra cosa. Ninguna de las dos es real.
El discurso del PP anterior a la campaña es que Sánchez estaba dando vida a los independentistas, incluso más con la amnistía, y que estos lo aprovecharían para continuar en el poder más reforzados y preparados para resucitar el procés a la máxima velocidad. Ha sucedido lo contrario de lo que pronosticaron y no parece que eso preocupe a Feijóo. Es lo que tiene Genovalandia. Allí, la realidad no perturba tus sueños.