En la noche del 28M se rompieron muchas cosas en el PSOE. Se desmoronó la inmensa mayor parte de su poder municipal y autonómico, se resquebrajó la paz interna en torno al liderazgo de Pedro Sánchez y se vinieron abajo las principales hipótesis políticas del presidente: una defensa a ultranza de la coalición progresista como modelo a revalidar en las urnas y la intención de apurar su mandato hasta el final para trasladar un mensaje de estabilidad institucional tras varias legislaturas interrumpidas de manera abrupta.
Contra viento y marea y, a menudo, en contra de la opinión de algunos de sus colaboradores más cercanos, el presidente defendió la fórmula de la coalición de Gobierno con Unidas Podemos hasta las últimas consecuencias durante la legislatura. Tras la experiencia acumulada de la última repetición electoral por no alcanzar un acuerdo con Pablo Iglesias para compartir Consejo de Ministros, Sánchez desechó la ruptura con sus socios en varias ocasiones convencido de que el futuro de los gobiernos del país, fuesen de izquierdas o de derechas, pasaban en cualquier caso por ejecutivos de más de un partido.
“Al Gobierno de coalición progresista se le puede reconocer que ha aportado estabilidad para dar respuesta a muchas causas y efectos de estas crisis”, afirmó recientemente cuestionado por la relación con sus socios en una defensa cerrada del conjunto de su Ejecutivo. Además, en los peores momentos de la convivencia entre el PSOE y Unidas Podemos, a cuenta sustancialmente de la reforma de la Ley de Libertad Sexual, siempre pesó más el convencimiento de que quien rompiera pagaría las consecuencias en las urnas que el impulso por emprender un camino sin sus socios. Y todo eso saltó por los aires el domingo.
El desastre generalizado para la marca PSOE en muchas capitales de provincia, ayuntamientos y gobiernos autonómicos fue recibido como toda una enmienda a la totalidad por parte de las urnas hacia, principalmente, la política de pactos de Sánchez. Y, por eso, en Ferraz dan por pasada la página en la que parte de sus energías iban dedicadas a que “lo de Yolanda” saliera bien para tener con quien pactar tras las generales. “Que hagan lo que quieran, nos desentendemos”, apuntan en Ferraz sobre las negociaciones de la izquierda para llegar a un acuerdo contrarreloj sin ocultar cierta decepción por los tiempos manejados por Yolanda Díaz en la configuración de su proyecto político.
El propio presidente del Gobierno llegó a trasladar personalmente a la vicepresidenta segunda la necesidad de firmar la paz con Pablo Iglesias y con la dirección de Podemos para evitar el ruido en el seno de un espacio político del que, en gran medida, dependían para revalidar gobiernos autonómicos, municipales y también el gobierno central. Pero la deriva de enfrentamientos públicos y dardos cruzados de los últimos meses entre Díaz y Podemos, concretada también en unos resultados desastrosos el pasado domingo, ha terminado por instalar en el PSOE el convencimiento de que ahora lo que toca es otra cosa.
“El PP va a gobernar en muchos sitios porque tiene un socio fuerte, que es Vox; nosotros no hemos tenido esa posibilidad en ningún sitio y ahora el mensaje es claro: el que quiera que gobierne la izquierda lo que tiene que hacer es votar a Pedro Sánchez”, admiten en la dirección socialista asumiendo que la campaña del 23J girará, entre otras cosas, en torno al concepto de “voto útil”.
Aun así, al intento de movilización del electorado progresista que se quedó en casa el 28M y que ahora persigue activar el PSOE con la convocatoria de elecciones anticipadas, gran parte de las opciones de Sánchez pasarían por que su izquierda consiguiera arrebatar el tercer puesto a Vox para hacer mínimamente viable una suma de mayorías en el Congreso. Y por eso, la portavoz de la Ejecutiva Federal del PSOE, Pilar Alegría, remarcó este martes en una entrevista en TVE que “ante esa ola ultraconservadora” que avanza en España al estilo de lo que ocurre en otros países, “sería importante que esas formaciones a la izquierda del PSOE hicieran un ejercicio de responsabilidad y de unidad”.
La intención de los socialistas de cara a la inminente campaña electoral que se cierne de nuevo sobre el país de cara, esta vez, a las generales, es trascender la reivindicación de una gestión por parte del Gobierno de coalición que siguen considerando “intachable”, con hitos como la subida del SMI, la reforma de las pensiones, la ley de vivienda, la reforma laboral o avances sociales como la ley de eutanasia, la de cambio climático o la ley trans.
Asumen en Ferraz que ante mensajes que la derecha y la ultraderecha han conseguido implantar como el que “te vote Txapote” o la “derogación del sanchismo” hace falta una estrategia que simplifique el discurso que se trasladará al electorado progresista. El plan, de momento, pasa en concreto por dos ejes: movilizar a quien se quedó en casa por el temor a un Ejecutivo de Feijóo con Abascal y convencerlos de que, frente a “una izquierda desbaratada”, el voto útil es la papeleta del PSOE.