Cuando los relojes de la Moncloa dieron las diez de la noche, el recuento electoral del 28 de mayo dejó de ser considerado un mero goteo de malas noticias. Los datos que pasaron delante de los ojos de Pedro Sánchez y de su reducido núcleo de confianza incluso un rato antes de que el escrutinio oficial dictaminase la hecatombe, cayeron como una auténtica bomba de racimo en la sede de la Presidencia del Gobierno. Sevilla, Valladolid, Toledo, Palma, Logroño, Huelva, Murcia y así hasta un total de 15 capitales de provincia. Después vinieron Extremadura, Aragón, Baleares y La Rioja. Casi todo lo que podía perderse, se perdió.
La escena del presidente del Gobierno junto a su director de Gabinete, Óscar López, y su director adjunto, Antonio Hernando, reunidos en un despacho en la Moncloa, pronto se convirtió en algo parecido a un funeral. Parte del dramatismo lo aportó el hecho de que se tratara de una debacle no prevista. Porque nadie, según todas las fuentes consultadas en el Ejecutivo y en Ferraz, supo predecir un escenario en el que el PSOE quedara despojado de la inmensa mayoría de su poder territorial tras ser arrasado por la ola azul que acabó por teñir el país en favor de la derecha.
La magnitud del desastre cosechado no tardó en hacer mella. A la calle Ferraz, por donde no se pasó en la noche del domingo el secretario general del partido, llegaron mensajes explícitos de que la reacción pública debía ser contundente y tenía que dibujar desde el primer minuto la asunción de responsabilidades. Al filo de la medianoche, la portavoz de la Ejecutiva Federal, Pilar Alegría, compareció ante la prensa: “Recogemos el guante, entendemos el mensaje y desde ya nos ponemos a trabajar para hacer las cosas mejor”. Según todas las fuentes consultadas al corriente de la decisión, el presidente aún no había trasladado su intención de volver a jugársela, quizás por última vez, al todo o nada.
Fue bien entrada la madrugada cuando en el núcleo duro del presidente del Gobierno se tuvo clara la decisión: era imposible desoír el estruendo del resultado electoral y había que actuar ya, con un golpe de efecto propio de la carrera política de Pedro Sánchez. Coinciden tanto en la Moncloa como en el partido en la inviabilidad de estirar hasta diciembre una situación insostenible desde el punto de vista electoral, pero también de la propia gobernabilidad del país y de la convivencia interna del PSOE, donde decenas de alcaldes y presidentes autonómicos lamentan que “el ruido de la política nacional” les haya desahuciado de sus respectivos gobiernos. Y fue a altas horas de la madrugada también cuando la dirección del partido recibió la llamada.
María Jesús Montero, Félix Bolaños y Santos Cerdán fueron citados bien entrada la noche en el Palacio de la Moncloa. Según las fuentes consultadas, y a pesar de que no todos los presentes vieron claro de primeras el movimiento, apenas se produjo debate. Los argumentos del equipo del presidente y del propio Pedro Sánchez, que hizo suya la decisión, sonaron contundentes. No se trataba de tirar la toalla, se explicó, sino de todo lo contrario. De hacer el último intento por evitar el naufragio. “Ganar o morir”, se resume en el PSOE.
Los socialistas sacan una lectura política muy concreta del 28M: que sacar pecho de la gestión no es suficiente si la derecha gana en la calle un relato que claramente ha terminado por imponerse. “La gente ha votado en contra del ruido de nuestras coaliciones y de nuestros acuerdos parlamentarios”, admiten abiertamente en Ferraz respecto a la convivencia del PSOE con Podemos y con grupos como EH Bildu y ERC.
Esa conclusión, la de que gran parte de la gente que votó el domingo lo hizo contra esa política de pactos y que otra mucha se quedó en casa desmovilizada también por esos acuerdos, es una de las razones que más pesó en el presidente a la hora de convocar elecciones anticipadas y acabar abruptamente con la legislatura. “Nos quedaban seis meses de Podemos criticándonos, de peleas entre ellos por Sumar y de ERC y EH Bildu cada vez colaborando menos. Y la gente ha sido clara respecto a todo eso”, comentan en el PSOE.
En la Moncloa explican el movimiento, además, como una decisión táctica y estratégica del presidente, que en su comparecencia del lunes para comunicar el adelanto electoral ya admitió que “el sentido del voto traslada un mensaje que va más allá” del alcance municipal y autonómico. Creen los socialistas que el primer logro del anuncio es poner fin de manera precipitada a la “fiesta” de la derecha y de la ultraderecha. “Ahora se va a hablar de elecciones, de decidir el futuro de este país”, subrayan. Y ponen en valor que sea el presidente quien se ponga al frente asumiendo cualquier responsabilidad frente a un escenario de gobierno de derecha y ultraderecha. “Es un movimiento contra la desmovilización”, apuntan.
“La gente va a decidir si quiere que gobierne la derecha, y para eso tienen ahí a Feijóo o a Abascal, o si quieren que gobierne la izquierda. Y para eso se ha demostrado que la única opción estable y realista es la de Pedro Sánchez”, plantean en el Ejecutivo en clara alusión a sus socios de izquierdas, de quienes lamentan los malos resultados obtenidos en las municipales y autonómicas y su falta de peso institucional para poder pactar gobiernos.
Hay voces críticas en el PSOE que echan en falta que el presidente no decidiera “cortar por lo sano” hace unos meses y reestructurar el Ejecutivo de coalición para prescindir de Podemos. “La crisis del ‘solo sí es sí’ fue inasumible. Aquello no fue una crisis de convivencia más, nos insultaron durante semanas y demostraron no tener madurez política suficiente. Y eso seguramente merecía otra respuesta política hacia nuestro votante”, analiza una voz crítica del partido.
Tras la debacle, en Ferraz asumen esa crítica y reconocen que la hipótesis de reivindicar la coalición con Podemos e intentar rentabilizarla en las urnas (defendida en público y en privado por el presidente) ya no existe desde el domingo por la noche. “No hace falta cesarlos a estas alturas, el mensaje está muy claro”, expone un dirigente socialista, que añade: “Ahora sí, es evidente que hasta aquí hemos llegado”.