El PSOE se contraprograma para hablar de su pasado

Juan Fernando López Aguilar llegó al mediodía de Bruselas. Iba a presentar un pequeño libro donde analiza la crisis de la socialdemocracia en Europa, y no disimulaba el malestar al haber tenido que cambiar la hora en el último momento, tras saber que coincidía con la presentación estelar de “El dilema”, el libro del ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero, donde llevaba como telonero de lujo al ex primer ministro inglés Tony Blair.

López Aguilar adelantó una hora la presentación de su obra que, además, se realizó en el Centro Cultural Blanquerna, justo en la acera de enfrente del Círculo de Bellas Artes, donde se iba a celebrar una hora después el otro acto y donde estaba puesta toda la expectación mediática, junto a unas medidas de seguridad inusitadas.

El ex diputado Carlos Carnero, el ex ministro Jordi Sevilla y el propio ex ministro de Justicia iniciaron el acto puntuales. Apenas medio centenar de personas, entre las que se encontraba los ex ministros José Blanco, Mercedes Cabrera, Ramón Jaúregui y, casi al final, llegaron Valeriano Gómez y Jesús Caldera.

No faltaron bromas y referencias a la “contraprogramación”, pero tampoco faltaron mensajes y críticas contundentes a cómo está actuando la socialdemocracia europea y española. Y directamente al PSOE.

Quien más ácido estuvo fue Jordi Sevilla, quien reconoció que Jáuregui había hecho un excelente programa político para la Conferencia del PSOE, pero que a los socialistas les falta credibilidad: “No podemos decir una cosa en la oposición, y luego no hacerla en el Gobierno. Cuando gobernamos no podemos convertirnos en el hermano pequeño del PP”, afirmó.

López Aguilar también se mostró muy crítico por la actual situación política por la que atraviesa la socialdemocracia española y europea, y la falta de reacción o de buscar respuestas convincentes que calen entre la ciudadanía.

El acto se prolongó casi una hora pero, en cuanto acabó, muchos cruzaron la acera para ir a la otra presentación que les había contraprogramado. Entre ellos, el propio Juan Fernando López Aguilar, que aseguró a eldario.es que, pese a todo, él también iría al libro de Zapatero.

En el otro escenario, otro panorama. Más de trescientas personas abarrotaban el teatro Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes de Madrid, decenas de cámaras de televisión, de periodistas y toda la cúpula socialista en las primeras filas. Fue el actual secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, las dos ex vicepresidentas de Zapatero -María Teresa Fernández de la Vega y Elena Salgado-, el ex presidente del Congreso José Bono y una buena parte de los ministros que formaron parte de sus distintos equipo de Gobierno.

Blair, el amigo de José María Aznar y al que Bono definió como un “gilipollas integral” en un Comité Federal del PSOE, se deshizo en elogios ayer hacia José Luis Rodríguez Zapatero.

Puso en valor lo que hizo en los 600 días que narra en el libro, “porque podría haberle echado toda la culpa a Europa y no lo hizo. Decididó quedarse en Europa”, afirmó.

Destacó de él su tenacidad, su apuesta europeísta y la fuerza que tuvo para que España por sí sola hiciera frente a la crisis. Por todo ello, concluyó afirmando que espera que “los españoles entiendan que hiciste lo mejor por tu país”.

Y Zapataro, que tiene hambre y ganas de micrófono tras dos años en silencio, tras volver a contar su libro, no se quedó atrás en devolver piropos. Dijo que Blair fue un factor fundamental en la lucha contra ETA, en su final el 20 de octubre de 2011 -una fecha que dice en todas sus comparecencia, como si la quisiera marcar en el calendario porque nadie lo hace- y, sobre todo, indicó que fue una ayuda fundamental, pese a no estar ya en el Gobierno, cuando en su etapa final el país pasaba por los momentos más difíciles. “Ha sido un gran amigo de España, nos ayudó en buscar la confianza de los mercados”, afírmó.

Blair asentía a cada palabra de Zapatero, que se mostró cada vez más cercano a la línea política del ex mandatario inglés, cuando esbozaba los problemas de la crisis europea, del euro, de la salida de la situación actual. Se podía decir que ambos compartían el diagnóstico, bastante menos socialdemocráta de lo que se contaba en la acera de enfrente.

Lo cierto es que al final acabaron todos juntos, unos para hablar del pasado, otros para hablar su crisis. Del futuro de la socialdemocracia se dijo poco.