Ha pasado medio año entre una imagen y otra. Seis meses desde que Pedro Sánchez dimitió, derrotado por el Comité Federal en su intento por convocar un congreso exprés con el que garantizarse el poder para tener vía libre para pactar y llegar a Moncloa o ir a terceras elecciones, y desde que la gestora se hizo cargo de un PSOE destrozado.
Justo cuando se cumplen esos seis meses, la dirección provisional ha convocado el congreso. Esa es, para los críticos, la única atribución que debería haber cumplido. Javier Fernández no ha logrado su objetivo de calmar las aguas y difuminar al exsecretario general.
El presidente de la gestora dejó claro al hacerse con las riendas del partido que la intención era apaciguar los ánimos tras la batalla en la que se habían enfrentado los dos bandos del PSOE. Quería “bajar el nivel de la temperatura” y apagar el “incendio interior”. “Nos está consumiendo y puede convertirnos ya en algo irresoluble”, dijo entonces Fernández preocupado porque en el PSOE se fuera a un “choque de trenes”.
No ha conseguido evitarlo, al menos del todo. Este mismo sábado el presidente aragonés, Javier Lambán, reconoció que hay “veneno” dentro del partido. No obstante, algunos dirigentes admiten que “se ha recuperado la camaradería” en la sala Ramón Rubial en la que asistieron al “bochornoso” Comité Federal en el que cayó Sánchez.
Los dos sectores enfrentados siguieron a partir de ese momento con su estrategia organizada. Los barones críticos, articulados entonces en torno a Sánchez, reclamaron que el congreso se convocara cuanto antes, mientras que el oficialismo apostó por que el PSOE se preocupara por el “qué” antes que por el “quién” y se dedicara a trabajar en el proyecto que han coordinado Eduardo Madina y José Carlos Díez. Esa tesis se impuso y el congreso se ha retrasado lo máximo posible: no será hasta mediados de junio, aunque las primarias se celebrarán el 21 de mayo.
Sánchez resurge tras el paso de Patxi López
Ese retraso dejó en un segundo plano al exsecretario general, que hasta diciembre solo protagonizó dos apariciones en público. También propició el nacimiento de plataformas por toda España que reclamaban la celebración del congreso y que fueron el germen de los núcleos de apoyo que ahora tiene Sánchez y quienes le respaldan, fundamentalmente los diputados que mantuvieron el “no es no” a Mariano Rajoy en la investidura.
Llegó un momento en el que una mayoría en el PSOE daba por hecho que Sánchez había quedado enterrado. Fue entre diciembre y enero. El exsecretario general, hasta entonces en contacto permanente con los barones críticos, les manifestó las dudas que tenía sobre la idoneidad de que fuera él quien encabezara una candidatura representando a ese bando.
Tras una reflexión, una parte de esos secretarios generales le transmitieron que no era su momento. “Íbamos a unas reuniones y la decisión de que no fuera Sánchez se la transmitieron solo a él y, a partir de ahí, a algunos nos dejaron fuera”, lamenta un dirigente territorial.
Los más cercanos al exsecretario general no se lo tomaron bien. Perdido el apoyo de los barones, recurrieron a cargos intermedios para reivindicar su candidatura. Organizaron un acto el 27 de diciembre en Madrid al que asistieron 68 dirigentes para animarle a que se presentara a las primarias. Sánchez se limitó a agradecer el apoyo sin desvelar su plan.
La negativa de una parte de los críticos a renunciar a Sánchez precipitó la candidatura de Patxi López. Fue el elegido de los barones contrarios a la gestora para representarles. Consideraban en aquel momento que tenía más posibilidades en el enfrentamiento con Susana Díaz porque podía conseguir el apoyo de una parte del PSOE que jamás se lo daría a Sánchez. También creían que el exlehendakari tiene una mayor capacidad para unir el PSOE el día después de las primarias. Pensaron en esas primeras semanas de enero que conseguirían cortar el paso al exsecretario general.
El efecto fue el contrario. El entorno de Sánchez se encargó de dejar claro que su capital político es “intransferible”. Cerraban la puerta a una renuncia en favor de López. “Pensaban que iban a conseguir que no se presentara. Patxi se equivocó al no hablarlo con Pedro antes”, reconoce un dirigente 'sanchista', que lamenta que se hayan dividido.
Ahora los 'sanchistas' acusan al exlehendakari de dividir el voto crítico en favor de una victoria de Díaz y recriminan a quienes estuvieron en su mismo bando hasta finales de 2016 de buscar un “acomodo”, una salida negociada para la nueva etapa.
14 días después que el vasco, Sánchez dio un paso al frente desafiando a Díaz en su tierra. Eligió Dos Hermanas (Sevilla) para su lanzamiento. Desde entonces ha protagonizado cerca de una veintena de actos multitudinarios, que han llegado a preocupar a los 'susanistas'. Pero Sánchez ha ido más allá y el órdago se lo lanza ahora a una buena parte del PSOE al que considera “el partido del siglo XX”.
Oposición interna hasta el final
Los barones que apoyan a Díaz llegaron a pensar en una escisión del PSOE: que Sánchez se marchara con varios miles de militantes y fundara un nuevo partido. Es un riesgo que hoy descartan: “En las últimas semanas es posible que uno pueda llegar a pensar que los riesgos de una posible escisión se van conjurando”, expresó Lambán. “Ahora estamos en rampa de despegue”, dijo el presidente de Castilla La Mancha, Emiliano García-Page, descartando una fractura.
Sánchez está haciendo lo que más molesta al sector oficial del PSOE: atacar a Díaz y el resto de barones y vieja guardia por ser la “muleta” del PP. Cuando tomó las riendas del PSOE, Javier Fernández se esmeró en preparar al partido para la abstención: “No es lo mismo que un apoyo”, repetía. Quienes apostaron por dar el voto en blanco a Rajoy estaban convencidos de que, con el paso del tiempo, caería en el olvido. Reivindicaban su capacidad de hacer una “oposición útil”.
Pese a la promesa de “lealtad” a la dirección interina, los desafíos de Sánchez se han mantenido hasta el final. El mismo día de su renuncia al escaño, dio por expirado el mandato de la gestora. El retraso del congreso fue polémico y, una vez como precandidato, la guerra se ha producido por los fondos económicos de su candidatura. La última batalla la han dado en el Comité Federal en el que los seis integrantes de ese órgano que le apoyan no votaron la propuesta de la gestora en señal de protesta.
En el oficialismo reconocen que Sánchez juega con la ventaja del relato, aunque creen que sigue la estrategia de confrontación porque se da por vencido: “Se ven perdedores y así justifican a priori su derrota”. Los 'susanistas' creen que los 'aparatos' le aplacarán. Díaz intentará arrasar en la recogida de avales para situarse como ganadora. Están convencidos de que conseguirán sumar en la siguiente fase. “Siempre hay gente que se sube al caballo ganador”, expresa un dirigente.
Las calculadoras están en marcha. La presidenta quiere hacer una exhibición de fuerza en Andalucía. “Si le saca 15.000 votos de ventaja a Pedro en Andalucía, va a tener imposible recuperar por mucho que gane en algunas federaciones o en Cataluña”, expresa uno de los hombres de confianza de Díaz.
Pese al esmero de Fernández, la batalla por el liderazgo se ha impuesto al debate político que pretendía tener la gestora. El trabajo de los grupos que han coordinado Eduardo Madina y José Carlos Díaz ha estado relegado por el enfrentamiento polarizado entre Sánchez y Díaz, pese a que la presidenta andaluza intentó aguantar al máximo el lanzamiento de su candidatura.
El economista tropezó al no incluir la derogación de la reforma laboral en su documento, pero el PSOE salió al paso al asegurar en el documento político que defenderá la “completa” supresión. Madina se encargó de la parte política. La ponencia que se someterá a las enmiendas de los militantes defiende abrir el debate de la eutanasia partiendo de la normativa de muerte digna que existe en algunas comunidades y hasta “las últimas consecuencias”. La maternidad subrogada será otro tema polémico, aunque la postura fijada por la gestora es contraria a los vientres de alquiler. Sobre Cataluña, el PSOE defiende la reforma constitucional como solución y recuperar los aspectos del autogobierno “dañados” por la sentencia del Estatut.
La puesta de largo de la ponencia política estuvo empañada por la presentación de Díaz al día siguiente. Además, el foro se convirtió -al menos las intervenciones públicas- en un ataque a Sánchez. El portavoz de la gestora, Mario Jiménez, le acusó de “intentar repartir carnets de posicionamientos ideológicos”. “El PSOE no debe ser la plataforma al servicio de un líder”, advirtió Fernández.
El presidente de la gestora quiere pasar a un segundo plano. Así lo reconoció en el Comité Federal que se celebró seis meses después de la caída de Sánchez. Fernández defendió la hoja de ruta que ha seguido este medio año y admitió que a la gestora le toca ahora solo gestionar el congreso, aunque advirtió de que si tiene que tomar alguna decisión, lo hará como dirección del partido que es. Su intervención fue la última ante ese órgano y dio el pistoletazo de salida para la batalla del PSOE en el que los partidarios de Díaz aseguran que se juegan la continuidad del partido centenario.