Antes de gritar “¡acción!”, los directores de cine lo tienen todo medido al milímetro. La iluminación, el sonido, los diálogos y hasta la posición que ocuparán los actores. Igual ocurre en La Moncloa. Allí no hay directores de cine, pero sí expertos en cuidar los detalles de la escenografía para cada encuentro político. Donde esté una buena estética que se quiten los contenidos. Sendos emisarios de Presidencia y el PSOE se trasladaron hasta el Congreso para preparar unas horas antes la localización del ¿reencuentro? entre el PSOE y Unidas Podemos para retomar el diálogo sobre la investidura de Sánchez.
Demasiado envoltorio para tan poco regalo. En la primera planta del 36 de la Carrera de San Jerónimo se reconvirtió para la ocasión un comedor privado de la zona de gobierno en improvisada sala de reuniones. Y, en apenas tres horas, se modificó la distribución, los focos y hasta el mobiliario habitual con el objetivo de que un enorme sillón blanco diera luz a la escena. Todo para que al final y, pese a la vistosa decoración, no hubiese toma de imágenes del encuentro. Los de Iglesias no querían que la cita se proyectara cual mitin político a la opinión pública ni fuera un acto más de propaganda electoral para los socialistas. En la batalla por el relato no hay que dar ventaja al adversario.
Así que Moncloa logró imponer la estética del encuentro, pero en ningún momento el marco de negociación con el que pretendía retomar el diálogo, que era el del pacto programático y cargos para los morados en órganos e instituciones del Estado al margen del Consejo de Ministros. Una oferta que, por cierto, ya se puso sobre la mesa en las negociaciones de julio, aunque no trascendiera a los medios. Los de Iglesias no aceptaron entonces y no aceptan ahora, pese a que los representantes del PSOE tampoco les detallaron cuáles serían los cargos que están dispuestos a proponer. Siguen empeñados en el gobierno de coalición.
La sensación en Unidas Podemos, que tampoco está por la labor de moverse de la posición de un gobierno compartido, es de “sincera preocupación”, ya que el PSOE les presentó “un programa electoral” y se mostró inamovible en sus posiciones. De hecho, los socialistas confirmaron a la delegación morada que Sánchez no se presentará a la investidura si no cuenta con los votos necesarios. Pese a todo, ambos se emplazaron a seguir hablando y, si ha lugar -que diría Carmen Calvo- a mantener alguna otra reunión. Seguirá la ficción.
En todo momento, el PSOE rechazó retomar la negociación donde quedó en julio con el argumento de que aquella es una pantalla pasada y que los españoles dieron a Sánchez “carta blanca” para decidir la estructura de gobierno. A juzgar por lo que vieron hace unos días en el acto en el que Sánchez presentó el programa de gobierno y el resultado del encuentro, Unidas Podemos entiende que solo hay dos opciones: “o Pedro Sánchez ha decidido llevarnos ya a elecciones o espera al último minuto para volver a hacer una oferta de coalición”, lo que consideran una irresponsabilidad. Por su parte, Moncloa insiste en la tercera vía y en que es Podemos quien ha de pensar porque nunca habrá coalición.
El caso es que no hay avance y que el punto de inflexión que esperaba el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, entre los equipos negociadores no se produjo porque ni Sánchez quiere ministros de otro partido en su gobierno ni Iglesias atarse desde fuera a un acuerdo programático. Mucho menos, que los socialistas les impongan lo que llaman una tercera vía y que ellos creen que no es más que un gobierno diseñado exclusivamente por el PSOE. El resultado de todo ello bien podría ser que la desconfianza que hoy aleja a ambos líderes de la izquierda sea superada en otoño por la que la ciudadanía siente ante la política y quienes les representan.
Todo sonó a comedia, pese al tiempo dedicado -más de cuatro horas de reunión- y pese a la relevancia que ambas partes quisieron dar al encuentro con el nivel de sus respectivas delegaciones. De un lado, la vicepresidenta en funciones, Carmen Calvo; la titular de Hacienda, María Jesús Montero y la 'número dos' del partido y portavoz parlamentaria, Adriana Lastra. De otro, el secretario de Acción de Gobierno de Podemos, Pablo Echenique; la portavoz adjunta en el Congreso, Ione Belarra; la portavoz de Galicia en Común, Yolanda Díaz; el diputado de IU Enrique Santiago; el portavoz de En Comú Podem, Jaume Asens y el diputado de Equo, Juantxo López de Uralde.
Horas antes Sánchez e Iglesias ya habían marcado distancias. Uno al decir que negociar no es imponer y el otro al acusar al presidente en funciones de no querer compartir responsabilidades ni querer que alguien le haga sombra. Ninguno, eso sí, quiere romper la negociación para no ser señalado como el culpable de arrastrar por cuarta vez en cuatro años a los españoles a unas elecciones generales.
Y de ahí que la cita entre sus delegaciones casi sobrepasará en tiempo al que dedicaron a la negociación previa de la investidura fallida de julio. Ahora, antes de gritar ¡acción! para llamar a las urnas se trata de ver quién aguanta más sin levantarse de la mesa de diálogo. Así que la primera cita tuvo más de un plano secuencia −como los que usan en el cine para dar efecto dramático y narrativo a la escena− que de avance sustancial para el acuerdo. El final de la película se acerca pero aún veremos algunas secuencias más que los protagonistas se han propuesto interpretar.