Mariano Rajoy no lo supo ver en su momento, pero ahora lo tiene claro: el populismo es el origen de todos los problemas y, desde el 15 de mayo de 2011, todo es populismo. El expresidente del Gobierno dedica la mitad de su segundo libro (Política para adultos, Plaza & Jané) a denunciar que los populismos son malos. Eso sí, unos más que otros. Podemos y Ciudadanos, populismo. La PAH y Stop Desahucios, populismo. Donald Trump y Antonio Manuel López Obrador, populistas. Black Lives Matters, populismo y, además, identitarismo. Las primarias en los partidos, populismo. También los referéndums y la España Vaciada. Pero especialmente Podemos y el que fuera su secretario general, Pablo Iglesias.
“En nuestro país podemos oler el aroma inconfundible del populismo detrás de multitud de acontecimientos”, resume Rajoy en el arranque del volumen. Rajoy hace incluso la génesis de este movimiento político y lo lleva a la Argentina de Perón y Evita. Quizá no le falte razón ya que Rajoy debe saber de lo que habla porque Alianza Popular, el partido fundado por Manuel Fraga y del que él fue dirigente y cargo electo, se declaró a sí mismo como “populista” en su manifiesto fundacional. Porque todo es populismo, y el populismo es malo... salvo que permita gobernar al PP. Entonces es tolerable, aunque sea de extrema derecha.
Por eso el PSOE ha traicionado todo lo traicionable al gobernar en coalición con Unidas Podemos, mientras que el PP hace lo normal al pactar sus investiduras, y presupuestos, con Vox. “No es un partido fascista, eso es falso”, dice Rajoy, quien sí señala que el partido de Santiago Abascal “es la versión española de los movimientos nacional-populistas que vemos en muchos países europeos”.
“Nadie del PP puede compartir el discurso antieuropeo de Vox, ni su política demagógica respecto a la inmigración, ni su discurso de radicalidad y visceralidad”, añade el expresidente. “Somos distintos y es bueno que se vea que somos distintos”, apunta. Pero una cosa es que sean demagogos y antieuropeos, que el cartel de los menores inmigrantes que usaron en la campaña electoral de Madrid fuera “moralmente inaceptable por la manipulación de los datos”, y otra perder gobiernos autonómicos, municipales e incluso el central. “Esto no quiere decir que Vox no pueda apoyar a gobiernos del PP en distintas administraciones”, aclara Rajoy.
Hecha la excepción, el expresidente se retrotrae a 2011. “Siempre pensé que el liderazgo de aquel movimiento lo llevaba la misma extrema izquierda de toda la vida”, escribe Rajoy, para quien el 15M fue, literalmente, algo organizado por Podemos, pese a que el partido surgió varios años después. Aquel movimiento fue el principio del fin del bipartidismo que hasta entonces había permitido al PP y al PSOE alternarse en el poder. Un sistema que Rajoy defiende como mejor que el actual multipartidista y al que confía en regresar más pronto que tarde: “Los votantes de Vox volverán al PP en cuanto lleguen al convencimiento de que el PP es la gran plataforma electoral de todo el centro-derecha español y el partido que tiene posibilidades reales de llegar al Gobierno”.
Contra Podemos y Pablo Iglesias
El grueso de las críticas del libro recaen sobre Podemos y su fundador. El libro no cuenta con índice onomástico, una decisión expresa del autor, según dice, quizá para ocultar las decenas de referencias a Iglesias y su partido, y las muy escasas hacia otras formaciones o líderes. De Pablo Casado apenas habla, salvo para criticar el proceso de primarias por el que llegó a la presidencia del PP y que él mismo instauró. De quienes le acompañaron en el Gobierno solo menciona a Soraya Sáenz de Santamaría y a Fátima Báñez.
De Iglesias dice que ha fracasado en sus planes. “El tiempo nos ha permitido comprobar que entre las promesas del Iglesias activista y los hechos del Iglesias vicepresidente se generó una distancia tan grande que el Iglesias político acabó naufragando en ella”, dice. En otro momento, tilda de “ínfima y absolutamente prescindible” la “aportación de los ministros de Podemos a la gobernación del país”.
Al exvicepresidente le reprocha, por ejemplo, el haber criticado determinadas decisiones judiciales, como la condena a Isa Serra, lo que le supuso una reprimenda del CGPJ. El expresidente del Gobierno contrapone la actitud del que fuera líder de Unidas Podemos a las del PP. Obvia Rajoy que a él le dimitieron dos fiscales generales, Eduardo Torres Dulce y Consuelo Madrigal, por presiones de sus ministros; o que fue con su Ejecutivo con el que se puso en marcha la Operación Kitchen, el uso de instrumentos del Estado para destruir las pruebas de la corrupción del PP y que ahora investiga la Audiencia Nacional.
Sobre su responsabilidad en esa corrupción, apenas una línea: “A mí me tocó lidiar con varios asuntos que afectaron al PP mientras yo lo presidí”. Rajoy no se ahorra las críticas a los medios de comunicación en este caso: “Cuando solo se informa de los caos que afectan a un partido, pero se ignoran o minusvaloran los de sus rivales, es evidente que se ofrece una imagen distorsionada de la realidad”. Al expresidente le “sorprende que se conviertan en una especie de dogma de fe un informe policial, los escritos de un comisario o una petición concreta de la Fiscalía”.
Rajoy también arremete contra Ciudadanos, pero con mucha menos intensidad. De hecho, reconoce la legitimidad de Albert Rivera de intentar ocupar el espacio del PP, aunque sostiene que el principio del fin fue la decisión de que Inés Arrimadas dejara la política catalana por el Congreso de los Diputados. Aunque lamenta las formas que usó contra él, Rajoy revela que tras abandonar ambos la política almorzaron juntos, donde parece ser que se reconciliaron. “Rivera es una persona muy joven y con muchas cualidades”, dice. Y deja la puerta abierta a que regrese a la primera línea: “No sé si la política le volverá a tentar en algún momento. Si así fuera, estoy convencido de que actuará con más serenidad y será mas condescendiente y flexible”.
En defensa de Juan Carlos I
Rajoy repasa muy someramente algunos de los momentos más complicados que pasó en su estancia en Moncloa, especialmente lo referido a los profundos recortes sociales que acometió y al rescate bancario. El expresidente se lamenta, como este mismo martes ha hecho Pablo Casado, de que Europa haya optado ahora por una salida diferente a la crisis, e incluso apunta a que cambiar la contención presupuestaria por la política expansiva es, en parte, mérito suyo.
Con lo que no tuvo que lidiar fue con el destierro del rey emérito. Una decisión que considera errónea y que achaca, en parte, al Gobierno de Pedro Sánchez. Rajoy califica primero de “eventuales errores” el hecho de que Juan Carlos de Borbón tuviera dinero en fundaciones en paraísos fiscales, y proclama para el exrey la presunción de inocencia. Dice no entender el motivo de la decisión y reclama que pueda “disfrutar de los últimos años de su vida en el país al que tanto sirvió”.
El expresidente del Gobierno deja escrito su “apoyo personal” al ex jefe del Estado y señala que “si hubiera estado al frente del gobierno le hubiera desaconsejado rotundamente dejar el país”.
La defensa de Juan Carlos de Borbón y de su sucesor no son más que la protección del sistema monárquico, independientemente de quién ocupe el trono. “En España, democracia y monarquía están unidas indisolublemente”, dice Rajoy.
El expresidente presentará su segundo libro este miércoles y se espera la asistencia de la plana mayor del PP. De hecho, puede ser el reencuentro de Casado con Isabel Díaz Ayuso, a quien Rajoy tampoco nombra mucho, pero de la que sí se muestra orgulloso por su resultado electoral del 4M. Porque, al final, de eso se trata: de ganar las elecciones y gobernar. Sea con quien sea, y sea como sea.