Juan Carlos I salió de España por la puerta de atrás el 3 de agosto de 2020, cuando España intentaba salvar algo del verano tras dos meses de severo confinamiento y restricciones por la pandemia. Fue la primera noche de encierro, con el estado de alarma, cuando Felipe VI anunció que dejaba sin sueldo público a su padre al trascender los pagos de Arabia Saudí con los que había amasado una fortuna que derivó a una fundación en la que puso al actual monarca como beneficiario. Unos meses después, en plena investigación de la Fiscalía, la decisión del rey emérito y el actual jefe del Estado, con el acompañamiento de Moncloa, fue poner tierra de por medio. El destino elegido por Juan Carlos de Borbón fue Abu Dabi, donde desde entonces vive agasajado por la corona del emirato. 653 días después el emérito ultima su regreso a España, un regreso que ya anticipó cuando el ministerio público archivó las pesquisas –no por falta de pruebas sino por la prescripción de los hechos o la inviolabilidad de la que gozaba–. Pero su vuelta, que solo aplaude la derecha, es casi tan vergonzante como lo fue su salida. Casa Real ni siquiera confirma que se vaya a producir y trata de evitar que el exjefe del Estado utilice alguno de sus palacios para alojarse.
El rey emérito lleva todo su exilio enviando mensajes a través de emisarios y periodistas cercanos sobre sus deseos de volver pero tras el archivo de la investigación de la Fiscalía decidió formalizar sus anhelos a través de una carta dirigida a su hijo en la que le comunicaba su intención de mantener su residencia en Abu Dabi, pero también el anuncio de que regresaría “con frecuencia” para “visitar familia y amigos”. Ahora quienes están en contacto con Juan Carlos I han comenzado a anunciar que viajará a España este fin de semana y ha sido el alcalde de la localidad gallega de Sanxenxo, Telmo Martín, del PP, quien ha confirmado su presencia en esta villa turística de las Rías Baixas este fin de semana. “Estará con nosotros y estaremos encantados de poder demostrarle el cariño que le tenemos, después de casi dos años de ausencia”, ha celebrado. El recién nombrado presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, que sustituye en el cargo a Feijóo fue más lejos y dijo que la estancia del anterior monarca ayudará a “colocar Galicia en el mapa”.
Zarzuela, entretanto, asegura no tener “ninguna confirmación de la visita”, y en el Gobierno sostienen que corresponde a la Casa Real todo lo relativo al dispositivo del viaje, como, por ejemplo, la activación del servicio de seguridad. Ambas instituciones tratan de sortear así la incomodidad que les producen todas las noticias relacionadas con el exjefe del Estado. Moncloa se ha desvinculado de la vuelta del emérito, que enmarca en un “viaje privado”, y ha dejado en manos de Zarzuela todo lo que rodea a esta visita.
Casa Real intenta evitar el chaparrón que supone su regreso, a pesar de que, de la poca información que suele compartir, comunicó este fin de semana que Felipe VI y Juan Carlos I habían convenido verse en Madrid cuanto este vuelva a España. Fue una forma de aprovechar la oportunidad que dejaba el viaje del rey a Abu Dabi para trasladar sus condolencias por el fallecimiento del jeque Jalifa Bin Zayed al Nahyan. Ni siquiera allí se produjo el encuentro con su padre, a tenor de la información de la Casa Real, quien sí informó de que “dadas las características de la ceremonia” padre e hijo habían hablado por teléfono. A pesar de la casualidad de que ese contacto se produjera tan solo una semana antes del regreso de Juan Carlos I, en palacio sostienen desconocer si se va a producir ese viaje a Sansenxo. En todo caso, en Zarzuela también se desvincula de la intendencia del emérito al enmarcar cuestiones como su hospedaje “en el ámbito de su privacidad”.
Por las señales que emiten las fuentes oficiales, el del rey Juan Carlos parece casi un viaje clandestino.
El presidente de la Xunta: “Poner Galicia en el mapa”
Frente a la frialdad con la que el Gobierno y la propia Casa del Rey han acogido la noticia de la vuelta de Juan Carlos I, las derechas han celebrado su presencia en España y aprovechan para tratar de rehabilitar la figura del anterior monarca. Además del alcalde de Sanxenxo, el más efusivo ha sido el nuevo presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, que ha asegurado que es una buena noticia: “No solo para Sanxenxo, sino para Galicia desde el punto de vista del turismo, de la afluencia y de ponernos en el mapa”. En contraposición, el líder del PSdeG, Valentín González, ha señalado que “es una visita privada”: “No la voy a valorar, la voy a respetar pero que tampoco voy a aplaudir”.
Su jefe, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, ha aplaudido directamente el regreso de Juan Carlos I a España: “Soy absolutamente partidario de que el rey emérito, si lo considera oportuno, pueda volver a su país. Que yo sepa no tiene ninguna causa pendiente en nuestro país, es ciudadano español y mantiene su pasaporte como ciudadano europeo y, por tanto español”. El jefe de la oposición ha arremetido contra el Gobierno por “erosionar” a la jefatura del Estado al apuntar a que Unidas Podemos la está “cuestionando” mientras el ala socialista, a su juicio, está “omitiendo” su defensa. En esa misma línea se ha pronunciado Vox. “Es una persona de nacionalidad española que puede visitar su país cuando quiera, no tiene nada que ocultar pese a los continuos intentos de la izquierda de señalar y acusar falsamente porque no hay nada”, ha expresado el portavoz de la extrema derecha, Iván Espinosa de los Monteros.
Aunque Ciudadanos admitió la “decepción” con el emérito cuando la Fiscalía archivó la investigación, el portavoz, Edmundo Bal, ha defendido que pueda volver a España como “un ciudadano libre” y ha aprovechado para arremeter contra Unidas Podemos por “meterse” con la monarquía. De hecho, ha retado a los ministros del espacio confederal a que “dimitan y dejen el coche oficial” si no creen en esa institución.
El PSOE se ha mostrado más medido al mostrar su “respeto” a la decisión. El ala socialista del Ejecutivo ya había insistido en que Juan Carlos I le debe una explicación a los españoles. Así lo trasladó el propio Sánchez a la opinión pública cuando la Fiscalía estaba en plena investigación y tras el archivo de las pesquisas que se cerraron porque algunos delitos habían prescrito y otros no se podían juzgar por la inviolabilidad de Juan Carlos I mientras ocupó el trono. Al presidente le pareció insuficiente que Juan Carlos I dijera en la carta que envió a su hijo lamentar “los acontecimientos pasados” de su “vida privada”. Fue la única alusión a los escándalos que le han rodeado en los últimos años y que propiciaron incluso su abdicación, aunque los verdaderos motivos han emergido con el tiempo.
“No me meto en el cómo. Tiene que aclarar toda la información que hemos ido conociendo y que viene en el informe de la Fiscalía, que retrata una serie de conductas”, dijo Sánchez en una conversación informal con periodistas apenas 24 horas después de que Casa Real diera a conocer la misiva. Moncloa deja ahora en manos del emérito y de la jefatura del Estado esa rendición de cuentas, aunque sostienen, según afirmó la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, que esas “consideraciones tienen la misma vigencia hoy que ayer”.
De entrada no hay ninguna explicación sobre las tres regularizaciones que ha efectuado el rey emérito, un reconocimiento del fraude cometido ante Hacienda, que no va a tener reproche penal.
El socio minoritario de la coalición da por hecho que no se van a producir esas explicaciones sino que el viaje se centra en “comer bien”. El portavoz de Unidas Podemos, Pablo Echenique, cree que es una “humillación” e “infame” que Juan Carlos I regrese de Emiratos para “reírse” de los españoles. Echenique ha asegurado este martes que la monarquía está “diseñada para delinquir con impunidad” en referencia a la inviolabilidad de la que goza el jefe del Estado y que Sánchez ha renunciado, al menos por ahora, a retirar, como había defendido, ante la fragmentación parlamentaria y la brecha que abre la Corona entre la derecha y sus socios.
El resto de aliados de la coalición también han cargado contra la vuelta del emérito. “No sé si es lo más adecuado aparecer en primer lugar en una regata”, dijo el portavoz del PNV, Aitor Esteban: “Es una cierta vergüenza personal que va a tener que llevar toda su vida”. “Si por matar un elefante pidió disculpas por evadir impuestos como mínimo debería dar una rueda de prensa y asumir responsabilidades más allá de irse a navegar con sus amigos”, dijo, por su parte, el diputado del PDeCAT, Ferran Bel. EH Bildu considera que con una “operación de blanqueo” el emérito no va a “tapar” las “irregularidades” que ha cometido, según ha dicho la portavoz, Mertxe Aizpurua, que ha puesto el foco en la inviolabilidad.
También en eso se ha centrado ERC, que ha enviado preguntas para que el Gobierno responda por escrito sobre el asunto, y ha impulsado una moción para instar al Ministerio de Presidencia, Félix Bolaños, –que es del que depende la relación con la jefatura del Estado– a elaborar una auditoría de los gastos que distintos departamentos ministeriales destinan a la monarquía al margen de la asignación que se recoge en los Presupuestos Generales del Estado así como a realizar “un informe con todos los gastos atribuibles a cualesquiera de los departamentos del Gobierno destinados a la manutención, seguridad y representación del rey emérito durante su estancia en los Emiratos Árabes Unidos desde su huida en agosto de 2020”.
Los republicanos ya intentaron arrojar luz sobre el verdadero coste de la monarquía para las arcas públicas al registrar una comisión de investigación que secundaron EH-Bildu, JxCat, el PdeCat, la CUP, Más País, Compromís y el BNG. Sin embargo, el PSOE la rechazó. Los gastos de la Casa Real son muy superiores a los cerca de ocho millones de euros que anualmente contemplan las cuentas públicas y se diversifican en distintos departamentos que van desde Presidencia a Defensa pasando por Interior e incluso Hacienda.