Sánchez se reserva la política exterior

Irene Castro

8 de abril de 2022 22:27 h

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Pedro Sánchez está convencido de que en política exterior lo importante es ir de la mano de los socios europeos y los aliados, especialmente EEUU. Y si para estar del lado de la UE o la OTAN es necesario enviar armas a Ucrania en contra del criterio del socio minoritario del Gobierno o imprimir un viraje histórico a la posición de España respecto al Sáhara, lo lleva a cabo. Lo importante para el presidente son los frutos que se recogen y está convencido de que el apoyo al plan marroquí de autonomía para la antigua colonia española será beneficioso para el país.

Mientras, no solo la oposición sino también sus socios del Gobierno le recriminan que haya hecho de la política internacional un asunto personal. El Congreso ha dejado claro en sus votaciones de esta semana que el presidente no cuenta con su aval para el giro emprendido sobre la antigua colonia española. Por no haber, no existió consenso ni en el seno del Gobierno y desde Unidas Podemos lo han hecho ver con un discurso muy duro en la Cámara Baja. El PP clama también por no haber sido informado de semejante volantazo. Igual que Ciudadanos. Y por supuesto, Vox.

Pero en el ala socialista del gobierno destacan que la nueva postura sobre el Sáhara ha permitido a Sánchez ir al Palacio Real de Rabat como “invitado de honor”, sin las tradicionales esperas, en un 'iftar', la ruptura del ayuno en el Ramadán. “Como una cena de un grupo de amigos”, definían el encuentro fuentes gubernamentales tras la velada en la que, además de Mohamed VI estaban el príncipe heredero Muley El Hasán, y el hermano menor del rey, Muley Rachid, acompañados de los ministros de Exteriores de ambos países.

Más allá de la foto, Sánchez y Mohamed VI rubricaron una declaración conjunta que para el Gobierno español tiene un carácter “histórico” por lo que dice –sin citarlas– de Ceuta y Melilla al asumir el “control aduanero” a nivel “terrestre y marítimo” que, según interpreta el Ejecutivo, supone la aceptación de las fronteras de las ciudades autónomas. En el corto plazo se producirá una reapertura gradual de las fronteras y en el medio, una cumbre de alto nivel entre los dos países, además del compromiso de que los “temas de interés común serán tratados con espíritu de confianza, a través de la concertación, sin recurrir a actos unilaterales o hechos consumados”. El Gobierno se agarra a eso como un tanto diplomático.

Entre los temas que abordaron durante la cena –que fueron desde asuntos “intrascendentes” hasta la guerra en Ucrania–, Sánchez no hizo ninguna alusión a la ausencia de Marruecos en la votación de condena a la invasión rusa en la ONU y Mohamed VI no se interesó por la división en el Congreso sobre la nueva posición respecto al Sáhara, que se había producido apenas unas horas antes del encuentro. El propio Sánchez minimizó el rechazo que se ha topado en el Parlamento al asegurar que al rey marroquí “le importa lo que dice el presidente”. Además, sostiene que la vía emprendida supone “un buen acuerdo para España”.

El Gobierno critica la ambigüedad del PP

Lo que sí molesta al Gobierno y el PSOE es lo que interpretan como un cierto cinismo del PP, que critica las formas en las que se ha producido el viraje sobre el Sáhara –que es lo que en última instancia, afirman, ha permitido la 'paz' con Marruecos–, pero no ha emitido una posición concreta sobre el aval a la propuesta marroquí. “Si alguien está de acuerdo en que la única solución es el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui que lo diga, pero que no señale solo las formas”, señalan fuentes gubernamentales. “El PP tiene una cara que se la pisa”, agrega un dirigente socialista, que ve en el principal partido de la oposición un juego para salir sin arañazos: criticar al Gobierno en público, pero no soliviantar a Marruecos en privado.

Sánchez no pretende llamar a Alberto Núñez Feijóo para informarle del detalle del acuerdo, pero sostiene que se lo explicó previamente en su reunión del jueves, ya que estaba prácticamente cerrado a falta de los detalles que se pulieron esa misma tarde. No obstante, se ha comprometido a mantener al tanto al jefe de la oposición de los menesteres de la política internacional, que siempre se ha considerado una política de Estado. “El Gobierno se compromete a reforzar la comunicación con el principal partido de la oposición”, señala el documento que Moncloa difundió durante el encuentro entre Sánchez y Feijóo en el que también reclama “lealtad” recíproca.

Feijóo ha sido muy duro tras el viaje de Sánchez a Rabat: “¿Realmente pensamos que hemos avanzado algo en nuestra posición inicial? ¿Ha merecido la pena engañar a todo el mundo y que la política de Estado se convierta en la política de un hombre en España?”, se preguntó: “Sobre Ceuta, Melilla y las aguas canarias, no sabemos absolutamente nada”. El presidente resta importancia a la posición que el líder del PP ha manifestado. “A ver lo que dice mañana”, ironizó en una conversación informal con los periodistas. El Ejecutivo sostiene que en el comunicado queda claro que no podrá haber acciones unilaterales de Marruecos contra España y que ahí se incluye el asunto de las aguas y el reconocimiento de las fronteras con los pasos aduaneros, aunque fuentes gubernamentales admiten que Rabat nunca va a renunciar a las ciudades autónomas. No obstante, Sánchez aseguró que la integridad territorial “está garantizada”.

El presidente gallego había reconocido previamente, en la rueda de prensa en Moncloa, que Sánchez le había adelantado algunas de las cuestiones que iba a abordar con el rey de Marruecos e incluso los movimientos que espera de la ONU en relación al Sáhara, aunque no quiso desvelarlos con el argumento de que corresponde hacerlo al jefe del Ejecutivo, quien esquivó esa pregunta en una conversación informal con periodistas en el avión hacia Rabat. No obstante, fuentes gubernamentales admiten que tienen expectativas en los próximos pronunciamientos de Naciones Unidas. “Hay unos países no menores en esa línea”, recordó Sánchez sobre el reconocimiento que han hecho EEUU, Alemania o Francia del plan de autonomía marroquí del Sáhara como la “base más seria, creíble y realista” para solucionar el conflicto.

Pero sin que hayan llegado nuevas resoluciones de la ONU, la ambigüedad del PP no la tienen los socios de Sánchez, que dejan claro el rechazo al cambio de posición y sostienen que el derecho de autodeterminación es fundamental para el pueblo saharaui tras la ocupación de Marruecos en 1976. Así se lo han trasladado desde Unidas Podemos hasta el PNV, que es el socio parlamentario preferente de los socialistas, y ERC y Bildu. Lo han hecho con la solemnidad que da el Congreso e incluso votando una iniciativa impulsada por el grupo confederal, los republicanos y la izquierda abertzale para reafirmar el compromiso con las resoluciones de la ONU. El PSOE, con el visto bueno del Ministerio de Exteriores, apuntó inicialmente al voto afirmativo porque, argumentaba, podía firmar la parte dispositiva, a pesar de que la exposición era una dura crítica a Sánchez. Sin embargo, el presidente sostiene que los socialistas no podían secundar un texto en esos términos. Por eso acabaron rechazándolo con el argumento de que el discurso de Unidas Podemos había sido muy duro.

Sánchez dice entender la postura de sus aliados, incluso los que se sientan en el Consejo de Ministros, pero no tiene la pretensión de dar ningún paso atrás. “Respeto lo que se ha aprobado en el Parlamento [dijo antes de verse con Mohamed VI]. Me reafirmo en que esta es la mejor posición para el interés general de España”.

A esa posición se llega poco después del cisma que tuvo con sus socios por la decisión de enviar armas a Ucrania. En Moncloa creen que el tiempo les ha dado la razón con la resistencia en el tiempo que está teniendo la sociedad ucraniana frente al ataque y el camino que emprendieron los aliados. El presidente Volodímir Zelenski agradeció a España el armamento que se le ha hecho llegar durante su intervención ante el Parlamento el pasado martes. Esa polémica, en todo caso, está zanjada internamente y el ala socialista tiró de un argumento para aplacar el debate: la política exterior la dirige el presidente del Gobierno.