Crónica

El 13F sepulta la estrategia de Casado y une su destino al de la extrema derecha de Vox

13 de febrero de 2022 23:29 h

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Ni el mejor guión, ni la mejor dirección, ni la mejor producción, ni el mejor actor protagonista… El PP se tendrá que conformar con el Goya a los mejores efectos especiales por su destreza para que ciertas imágenes parecieran reales sin realmente serlo. Y es que en política, como en el cine y en la vida, nada es como parece. Y sin embargo, las apariencias, lo son todo. Curiosa contradicción que no hace más que reflejar la distancia abismal entre lo que asoma a la esfera pública y lo que se oculta o lo que dicen las encuestas y los resultados que finalmente arrojan las urnas

Ni mayoría absoluta ni gobierno en solitario. La estrategia de Pablo Casado queda sepultada y su liderazgo, aún más debilitado tras los resultados de este 13F. Y es que la política nacional estaba pendiente de las elecciones en una comunidad tan extensa como despoblada porque su resultado iba a ser un paseo popular rumbo a la mayoría absoluta del PP en Castilla y León que reforzaría el liderazgo de Casado y consolidaría el imparable cambio de ciclo anunciado por el líder de la oposición para desalojar a Pedro Sánchez de La Moncloa. 

Nada de eso ha ocurrido. Los resultados confirman el triunfo del PP, sí, pero bastante más modesto que el proyectado por sus dirigentes y, sobre todo, condicionado a la extrema derecha de Vox. Lejos, muy lejos de la mayoría absoluta que otorgan los 41 escaños tras quedarse en 31 y con los de Abascal, disparados con 13 procuradores y siendo imprescindibles para la formación de gobierno.

Los populares rompieron, con nocturnidad y alevosía, la coalición con Ciudadanos para apostar por un apoteósico triunfo que le pronosticaban las encuestas y hoy, sin embargo, salen con 31 escaños (dos más que en 2019) cabizbajos de las urnas con la esperanza, en el mejor de los casos, de poder pactar con Vox, que pasa de 1 a 13 escaños. Aún así la consigna en la calle Génova es dar la vuelta al argumentario, enfatizar  su condición de primera fuerza política, hablar del “castigo de los ciudadanos a los dos partidos, Ciudadanos y PSOE que fomentaron la moción de censura” que no existió más que en su imaginario. 

Las consecuencias del resultado, en todo caso, traspasan los límites de la comunidad castellanoleonesa. Aún ganando en Castilla y León, el resultado trunca la estrategia de un Casado que forzó a Mañueco al adelanto electoral con el propósito de asestar un duro golpe a Pedro Sánchez, reforzar su liderato orgánico frente a Isabel Díaz Ayuso y lograr un gobierno en solitario. La batalla interna en la sede popular regresa, por tanto, a la casilla de salida con el aliento de la presidenta madrileña sobre la nuca de un debilitado Casado, que no consigue reforzar ni su estrategia ni su liderato. Aún así en Génova están seguros de que su presidente nacional no tendrá rival interno en las próximas generales y que su cartel está asegurado.

Castilla y León no era Madrid ni Mañueco era Ayuso, como tantas veces se le advirtió a la dirección nacional desde los territorios. Y la “ayusización” de la campaña no ha hecho más que propulsar a la ultraderecha, que sin candidato de relevancia, se convierte en el gran ganador de las elecciones. Mañueco necesitará obligatoriamente del apoyo de Juan García Gallardo para revalidar su mandato en la comunidad, si bien la gran incógnita era si los de Abascal exigirán entrar en el Ejecutivo o apoyarlo desde fuera, como han hecho hasta la fecha en otras comunidades. Durante la campaña repitieron que en esta ocasión no entregarían gratis la gobernabilidad, por lo que la negociación será a cara de perro y con la certeza de que en adelante Casado será ya rehén de Abascal, que de hecho ya ha pedido una vicepresidencia para su candidato. En el bloque de la derecha se especulaba con que el PP forzara una repetición electoral antes de coaligarse con la derecha radical, si bien este escenario podría disparar aún más a Vox en una segunda convocatoria.

La izquierda por su parte tampoco tiene demasiados motivos para festejar, ya que el PSOE retrocede siete escaños y cuatro puntos porcentuales y Unidas Podemos se queda con un procurador, uno menos que cuando concurrió hace dos años por separado de IU. Aún así en la sede de los socialistas se respira alivio por la dependencia del PP de Vox, una circunstancia que esperan sirva para movilizar a los votantes progresistas de cara a unas generales. La lectura socialista es que quien más se jugaba en estas elecciones era el PP tanto a nivel nacional como regional y que la marca, aunque ha cedido posiciones a la España Vaciada, ha evitado desplomarse como ocurrió el pasado mes de mayo en Madrid. De hecho, el PSOE resiste en el 30% de voto y ha ganado en cuatro provincias, pese a perder posiciones en favor de las candidaturas localistas, algo que en La Moncloa no terminan de encajar bien teniendo en cuenta que ha sido el Gobierno de Sánchez quien ha puesto en la agenda el Reto Demográfico.

Para Unidas Podemos, por su parte, el objetivo era algo más que salvar los muebles para exigir una posición de prevalencia en la negociación que tendrán que afrontar con Yolanda Díaz para un frente amplio de las izquierdas. La posición de los morados queda por tanto debilitada para ese futuro compartido con la vicepresidenta segunda, que aún no ha desvelado ni tiempos ni detalles de su proyecto político y que en esta campaña se ha puesto claramente de perfil para que no le fuera imputado el resultado de los morados. Su calculada “espantada” de la campaña –sólo participó en un mitin– ha sido fuente de polémica con Unidas Podemos, que tuvo que recurrir a la presencia de Pablo Iglesias para movilizar a sus bases. Díaz sortea el resultado, que le será efectivamente ajeno, pero pierde credibilidad ante una base social que necesita para tejer su futuro proyecto.

Lo que sí ha dejado claro el 13F es que Ciudadanos sigue en caída libre, pese a que su candidato Francisco Igea mantiene su escaño por Valladolid. Los naranjas no logran frenar la hemorragia que empezó tras las generales de noviembre de 2019 y que en mayo de 2021 le convirtió en fuerza extraparlamentaria en Madrid. Con el partido en caída libre, la formación tendrá que afrontar la próxima cita con las urnas, en principio las autonómicas en Andalucía, con la moral por los suelos, tras haber sido desalojados en menos de un año de tres gobiernos autonómicos: Murcia, Madrid y Castilla y León. Será un milagro que Arrimadas llegue, con estos mimbres, a las generales. El ex partido de Rivera, al que la “sacrosanta” demoscopia llegó a dar como primera fuerza política en sus comienzos en la arena nacional, está finiquitado.

Mucho mejor horizonte nacional se presenta para los partidos de la España Vaciada, que se convierten, junto a Vox, en los triunfadores de la noche de este domingo, con siete procuradores (Soria ¡Ya! entra por primera vez en las Cortes y suma tres diputados mientras Unión del Pueblo Leonés logra dos más al que ya obtuvo en 2019), un resultado que les servirá sin duda como pista de despegue para las próximas generales.