En una entrevista en La Noche en 24 Horas de TVE hace unos meses, José Félix Tezanos —actual director del Centro de Investigaciones Sociológicas— dijo que desde 1979 hasta la actualidad había habido “un universo de cambios” en la política española. No le faltaba razón. La política española no solo es radicalmente distinta a la que surgió de las primeras elecciones democráticas, sino que el escenario actual nada tiene que ver con el dominante hace una década.
Empezando por los consensos de la Transición y un sistema bipartidista imperfecto, hasta el primer Gobierno de coalición, pasando por el 15-M, la efervescencia de los nuevos partidos o la llegada de la ultraderecha a la vida pública, las últimas décadas han transformado completamente el paisaje político. No parece que a corto plazo se vaya a revertir esta dinámica. La llegada de nuevos actores políticos desde la España rural, la desintegración de Ciudadanos o la posible reagrupación de la izquierda a la izquierda del Partido Socialista solo auguran más seísmos.
Esta es la primera entrega de una serie de cuatro artículos con un elemento común: el análisis de 30 años de datos del Centro de Investigaciones Sociológicas. El proyecto ha estudiado más de 300 barómetros, lo que implica el análisis de datos de más de 800.000 entrevistas y 70 variables a nivel nacional para comprender cómo ha cambiado la política española desde que el CIS recoge datos.
La influencia de la religión
Entre todos estos movimientos de los últimos años, Tezanos apuntaba en la entrevista que lo que más le había sorprendido del análisis sociológico de la población había sido “la influencia de la variable religiosa” en la configuración del voto a los partidos.
Lo cierto es que la religiosidad explica parte de la configuración de los bloques izquierda y derecha. Mientras que PP y Vox mejoran entre aquellos que se consideran católicos –aunque los votantes de Vox tienden a no ser practicantes—, PSOE y Unidas Podemos calan más entre los que no profesan ninguna religión. Además, en el caso de los ateos y agnósticos, es Unidas Podemos quien duplica su intención de voto, pasando del 11% para toda la población al 25% en este grupo de votantes.
La religión es solo una de las variables que definen a las bolsas de votantes, pero hay muchas más, cada una con una influencia específica. La religiosidad explica la conformación de los bloques izquierda y derecha, pero otras, como es el caso de la organización territorial o el sentimiento nacionalista, configuran el eje centro-periferia.
A continuación, se puede observar el apoyo de los distintos grupos demográficos a los partidos políticos en la presente legislatura: hombres y mujeres, trabajadores o en paro, jóvenes o jubilados, etc. Cada partido tiene una bolsa de votantes muy específica.
En el caso de la variable territorial, entendida como la forma de administrar las competencias del Estado a lo largo de su geografía, es reseñable la posición de los votantes de Unidas Podemos, un partido de carácter estatal con una apuesta clara por la plurinacionalidad de España.
En este sentido, UP mejora un 100% su voto entre aquellos que consideran que el Estado debería proporcionar más competencias a las comunidades autónomas y se observa un incremento superior al 80% entre aquellos que contemplan la posibilidad de la conformación de estados independientes. En otras palabras, si solo votaran los partidarios de ampliar las competencias de las comunidades autónomas, Unidas Podemos rondaría el 30% de los votos; si, en cambio, solo votaran los que defienden la creación de estados independientes, Unidas Podemos podría obtener un 27%.
Por el contrario, el bloque de la derecha en su conjunto empeora sus registros entre estos votantes, pero también el PSOE. Los socialistas pierden el 80% de voto entre aquellos que se sienten únicamente de una comunidad autónoma, aunque mejoran un 12% entre los partidarios de ampliar las competencias de las comunidades en cuestión.
¿Son las mujeres mayoritariamente de izquierdas?
Pero existen muchas otras variables, y dentro de cada una de ellas, es importante contemplar la evolución que han tenido a lo largo de las últimas tres décadas. Las mujeres, por ejemplo, han apoyado de forma similar a los partidos del bloque de la izquierda y el bloque de la derecha. De hecho, los datos arrojan mucha igualdad entre bloques desde los años 90 hasta la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a La Moncloa en abril de 2004, cuando la izquierda empezó a ampliar la base de sus votantes entre las mujeres.
Es en 2018, ya con la irrupción de la extrema derecha en la política, es cuando se empezó a producir una brecha de género que, a día de hoy, es la más alta de la historia reciente. Actualmente, la izquierda mejora en un 22% sus resultados entre las mujeres y, en contraste, la derecha empeora un 20%.
Esto es, principalmente, consecuencia de la aparición de Vox en el sector de la derecha, una formación apoyada mayoritariamente por hombres (el doble que las mujeres). El Partido Popular, sin embargo, suele obtener resultados similares entre hombres y mujeres.
Pero también se observan sutilezas que el tiempo terminará confirmando o desmintiendo. Los últimos barómetros apuntan a que los partidarios de Yolanda Díaz podrían estar estrechando las diferencias en el apoyo de los hombres y las mujeres a Unidas Podemos, que, durante el liderazgo de Pablo Iglesias, había tenido más éxito entre el público masculino.
Boomers, millennials y generación Z
Si se analiza el voto entre distintas generaciones, las diferencias son notables. Entre los más jóvenes (Z y millennials) los nuevos partidos obtienen mejores resultados, aunque sigue habiendo diferencias significativas. La evidencia apunta que la ultraderecha no ha calado entre los centennials (nacidos entre 1994-2010), aunque sí lo ha hecho entre los millennials (1981-93). De hecho, Vox es, junto a Unidas Podemos, el partido con mayor presencia neta en esta generación. Es decir, si en unas hipotéticas elecciones solo votaran los millennials, tanto Vox como Unidas Podemos mejorarían sus resultados actuales en torno a un 30 y 40% respectivamente.
La dinámica es clara. A medida que se analizan generaciones más mayores, la tendencia favorece a los partidos tradicionales. En el punto intermedio entre los más jóvenes y los más mayores, se encuentra la generación X (1969-80), la gran olvidada en los análisis.
La irrupción de los nuevos partidos en la política tuvo un impacto considerable en esta generación, pero la tendencia ha ido cambiando poco a poco. El PP ha recuperado posiciones y, actualmente, iguala sus resultados nacionales entre este grupo de edad. Unidas Podemos y Ciudadanos, por su parte, empeoran, y se afianzan en una posición intermedia, sin ganancias ni pérdidas. Quizá la sorpresa venga entre los votantes de ultraderecha. Vox es el único partido que recibe más apoyo entre los votantes de este grupo que entre la población general, con una mejora aproximada del 3%.
En el caso de los baby boomers (1949-68), en los últimos tiempos parece haberse popularizado la percepción de que los “boomers” son personas conservadoras, ajenas a cambios generacionales que se están produciendo aceleradamente, sobre todo, en el mundo digital. Es la generación donde más destaca el PSOE con un 20% más de votos, en contraste con la población en su conjunto, y que superaría el 33% de los votos si solo estos fueran a votar.
Esto es relevante. En medio del debate sobre cómo financiar las pensiones de los boomers, se puede observar que ha habido un cambio de tendencia electoral por primera vez en los últimos 20 años. A principios de 2019 el PSOE superó sus expectativas electorales entre los jubilados y pensionistas frente al PP, que había sido el partido hegemónico hasta la fecha. En la actualidad, el PSOE obtendría en torno al 37% de los votos en este grupo con el PP siguiéndole de cerca con un 30%.
En cambio, ninguno de los nuevos partidos ha conseguido calar entre los jubilados y pensionistas. En el mejor momento en intención de voto de Unidas Podemos, cuando existía la posibilidad de sorpaso al PSOE como primera fuerza de la izquierda, los de Iglesias consiguieron cerca del 10% de votos en este grupo, con algún barómetro del CIS apuntando hasta el 14-15%.
Ocurrió una cosa similar con el auge de Ciudadanos. Los de Albert Rivera obtuvieron sus mejores resultados electorales en abril de 2019 con un 15,8% a lo largo de todo el territorio, pero, de nuevo, no consiguieron penetrar entre los más mayores y se quedaron lejos de ser competitivos en este grupo de votantes con un 14% de voto.
Por último, la irrupción de Vox tampoco ha supuesto un cambio sustancial en la distribución de voto entre jubilados y pensionistas. En su mejor momento, en la actualidad, no parece que sean capaces de superar el 11% de los votos, que se traslada en una bajada de 4 a 6 puntos porcentuales respecto a su media nacional, aunque no sobra decir que las dinámicas siguen en constante movimiento, por lo que no se debería descartar la posibilidad de que terminen siendo más influyentes a medio plazo.
Vox no cala entre los universitarios
El voto entre las personas con estudios universitarios se correlaciona con la edad y ofrece ventajas significativas a los partidos de nueva creación. En este sentido, es interesante profundizar en los cambios que se han producido a lo largo de los últimos años. Entre ellos, se pueden destacar dos.
El primero es la falta de confianza de los votantes con estudios superiores hacia Vox. Empeora sus registros en este grupo y rompe con las dinámicas existentes entre los jóvenes y su apoyo a los partidos. En el mismo bloque, Ciudadanos consiguió atraer y mejorar sus expectativas electorales hasta en un 80% a mediados de 2015. Si bien esa formación ha ido perdiendo espacio paulatinamente de la mano de su debacle electoral en las pasadas elecciones, ha conseguido estabilizar su voto entre los universitarios y mantiene un 30% de mejora respecto a sus resultados nacionales.
Se espera que parte de estos votantes que anteriormente optaron por Ciudadanos esté ahora escogiendo al PP, tal y como apuntan las matrices de transferencias. Este fenómeno también se produciría entre los universitarios y explica de forma taxativa la mejora de los populares. Pasan de registrar valores negativos —pierden en este grupo en comparación con su media de voto nacional— durante los últimos años a valores cercanos a cero —ni mejor ni peor.
La segunda cuestión es menos sorprendente. El PSOE no ha resultado especialmente atractivo para los universitarios, aunque se observa una tendencia alcista —aunque negativa— en los últimos tiempos. Por su parte, Unidas Podemos mejora entre un 15% y 20% de voto entre las personas con estudios superiores y no se vislumbran cambios de tendencias significativos a corto plazo.