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¿Beneficia el sistema electoral a los partidos nacionalistas? ¿Vale lo mismo el voto de un residente de Madrid que uno de Soria? ¿Se quedan cientos de miles de votos sin representación en el Congreso? ¿Es la ley d'Hondt la culpable de la distorsión entre votos y diputados? ¿A quién perjudica el método actual para repartir escaños?
A continuación respondemos estas preguntas con los datos históricos de todas las elecciones generales celebradas en España y explicamos las claves para entender cómo funciona nuestro sistema electoral que convierte cerca de 25 millones de votos en 350 escaños en el Congreso.
Provincias infrarrepresentadas y sobrerrepresentadas
La ley electoral española establece que la circunscripción electoral (unidad geográfica y de población que reparte escaños) en las elecciones a las Cortes Generales es la provincia. De los 350 diputados que forman el Congreso, cada provincia tiene asignado un mínimo de dos diputados (salvo Ceuta y Melilla, que tienen solo uno) y el resto se reparten según la población empadronada.
Si las provincias reciben un número de escaños en función de su población, ¿significa que el voto vale igual en todas? No exactamente. Precisamente, ese mínimo de 2 diputados por distrito electoral, que se reparten por igual sin importar el número de habitantes, es lo que distorsiona el reparto.
¿A qué territorios beneficia? El siguiente mapa muestra la evolución de la diferencia entre el porcentaje de población de cada provincia y el porcentaje de escaños que elige. En rojo, las provincias que reparten menos escaños que los que les corresponden por número de habitantes, en azul, las que tienen más escaños que su porcentaje de población.
Tal y como se muestra el gráfico, este problema no es nuevo. Desde la primeras elecciones democráticas celebradas en España, Madrid y Barcelona han sido las provincias más perjudicadas por el reparto de escaños en cada distrito electoral. Los grandes beneficiados, los territorios más pequeños de la España interior.
En las próximas elecciones del 23J, ocho provincias (de las más pobladas) eligen al 39% del Congreso cuando representan al 49% de la población. Una distorsión que va a favor de 19 provincias que escogen un 20% de los diputados agrupando a un 12% de la población.
¿En qué influye este reparto? Hace que aumente el valor del voto en las provincias donde el electorado es históricamente más conservador: las zonas interiores lejos de las grandes ciudades. Precisamente, esta distribución favoreció en gran medida a la Unión de Centro Demócrático (UCD) en las primeras elecciones en democracia, que tenía mucha más fuerza en las provincias del interior y rozó la mayoría absoluta con un 34% de los votos.
Este sesgo a favor de las zonas menos pobladas se une a la presencia de muchas provincias que reparten pocos escaños y el uso de la fórmula matemática de d'Hondt para traducir los votos en diputados, que tiende a favorecer a los partidos más votados en la asignación de asientos parlamentarios.
¿Por qué es clave? Porque es mucho más difícil que los terceros, cuartos o quintos partidos consigan escaño en provincias que reparten tres, cuatro o cinco diputados (29 de los 52 territorios, en el caso del 23J). Y, en segundo lugar, porque la fórmula d'Hondt suele favorecer ligeramente a los partidos más votados frente a otros sistemas similares como Sainte-Laguë.
Los grandes beneficiados: UCD, PSOE y PP
¿Beneficia esto a los partidos nacionalistas? No, lo explicamos. Para medir a qué partidos ha perjudicado y beneficiado el sistema electoral, hemos calculado las diferencias entre el porcentaje de escaños y el porcentaje de votos obtenido por todos los partidos que se presentaron en todas las elecciones generales celebradas en democracia.
En la parte de arriba estarían los partidos que el sistema electoral ha premiado con más escaños que votos y en la parte de abajo los partidos que han tenido menos escaños que votos. ¿Están PNV, ERC, EH Bildu o Convergència entre los más favorecidos?
UCD, PSOE y PP han sido tradicionalmente las candidaturas más beneficiadas por el sistema electoral. Una situación que coincide con que siempre han sido los partidos más votados, especialmente en las provincias del interior como Ourense, Soria, Segovia o Teruel.
Es decir, un sistema que ha favorecido las mayorías parlamentarias de los ganadores de las elecciones. Una idea que apuntaron los autores del informe sobre la reforma del sistema electoral del Consejo de Estado, que reconocieron que el sistema “contribuyó a la formación de mayorías parlamentarias al favorecer a los grandes partidos, creando las condiciones para Gobiernos estables y capaces de afrontarel cambio político; y, finalmente, que benefició en mucha mayor medida a UCD que al PSOE”.
¿Qué consecuencias tienen estas distorsiones? Que a veces se pueden crear mayorías parlamentarias que no existen en los votos. Por ejemplo, las mayorías absolutas de Felipe González en 1982 y 1986, de José María Aznar en 2000 y Rajoy en 2011 no existían en los votos.
Al otro lado de la baraja, PCE-Izquierda Unida, Podemos, Vox y Ciudadanos repiten casi siempre entre los más perjudicados. ¿Qué tienen en común? Suelen ser partidos que quedan en 3º, 4º y 5º puesto en cada provincia, tienen el voto muy disperso (900.000 votos en pocas provincias rinden mejor que las mismas papeletas repartidas en 52) y tienen peores resultados en las provincias más pequeñas.
Los millones de votos perdidos en las generales
Estos tres factores se traducen en cientos de miles de votos a estos partidos que se quedan sin representación, elección tras elección. ¿Por qué? Porque en las provincias más pequeñas no hay diputados para todas las candidaturas que se presentan y si no superan un determinado umbral efectivo no llegan al reparto de escaños.
Desde 1977, unos 35 millones de votos emitidos por los españoles se han quedado sin representación en el Congreso. Para algunas candidaturas, esta sangría de votos “tirados a la basura” ha llegado a sumar más de la mitad de los sufragios conseguidos en unos comicios, tal y como se muestra en el siguiente ranking.
Estos votos no se pierden por igual en todo el territorio. En provincias con menos de 5 escaños, en la práctica, se producen barreras efectivas de entrada que hacen casi imposible que los partidos que quedan en cuarto o quinto lugar consigan un diputado.
Sin embargo, no influye solamente el número de asientos a repartir sino también el número de formaciones que compitan por los escaños de la provincia. Por ejemplo, en provincias como Álava, Navarra o Lleida, la pérdida de votos se multiplica ya que los partidos nacionalistas fragmentan aún más el voto.
El siguiente mapa muestra las provincias donde más votos se pierden en las elecciones generales. ¿Cuáles destacan?
¿Ha aumentado el número de votos perdidos con el final del bipartidismo? Si lo comparamos con la situación de bipartidismo entre 1996 y 2008 (cuando PP y PSOE acumulaban el 70-80% de los votos), sí.
Aunque los umbrales para entrar en el reparto se reducen ya que las nuevas formaciones como Podemos, Ciudadanos o Vox beben principalmente de antiguos votantes de socialistas y populares, el aumento de la competición deja fuera muchas papeletas a estos partidos en las provincias que reparten menos escaños.
En las últimas elecciones generales de 2019, el 10,6% de los votos no consiguió representación frente al 7,1% de 2008. Una cifra que, aun así, sigue muy por debajo de las primeras elecciones que se celebraron en democracia donde se perdían muchos votos incluso en provincias como Madrid o Barcelona debido a la gran cantidad de partidos que se presentaban a nivel nacional.
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