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Sumar encara el doble desafío de construir el partido mientras negocia la investidura

Alberto Ortiz

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Sumar ha comenzado definitivamente su andadura como la fuerza política hegemónica a la izquierda del PSOE. Los resultados del 28M, las negociaciones para articular la coalición de partidos y las elecciones generales han resuelto por el momento la discusión sobre el peso de las formaciones políticas de ese espacio ideológico y Yolanda Díaz deberá ahora asumir ese liderazgo a través de dos vías distintas: asegurando la reedición del Gobierno de coalición y lanzando Movimiento Sumar como una fuerza política propia. 

El resultado del 23 de julio dejó a Sumar con 31 diputados en el Congreso y como fuerza indispensable para repetir un gobierno con el PSOE. Por eso Yolanda Díaz llamó el mismo día de las elecciones a revalidar la coalición. “Ya saben que hago de la política el diálogo. Desde mañana me pongo a dialogar con todas las fuerzas y formaciones progresistas y demócratas para garantizar el gobierno en España”, prometió. 

Un día después emplazaron a los socialistas a sentarse ya en una mesa de negociación. El trabajo avanzaba por varios caminos. Ese día la líder de Sumar comenzaba a diseñar el equipo que interlocutará con la delegación del PSOE, del que no han trascendido detalles. Por otro, encargó a Jaume Asens establecer una vía de contacto con Waterloo para tratar de convencer a Carles Puigdemont de que su partido, Junts, decida abstenerse en una futura investidura para la que los siete escaños de Junts serían determinantes. 

Si bien es cierto que el PSOE ha demostrado no tener prisa al menos hasta el final de verano para ponerse manos a la obra, a la espera de un posible movimiento de Alberto Núñez Feijóo para presentarse a una investidura sin opciones de prosperar, Sumar ya está haciendo movimientos y preparando su plataforma para un escenario de negociación que por otro lado presenta numerosos interrogantes. 

Conversaciones de máxima discreción

Yolanda Díaz avanzó en Al Rojo Vivo que tenía ya un equipo armado para encarar esas conversaciones con los socialistas. ¿Cuántos miembros tiene ese equipo? ¿Se ha consensuado con los 15 partidos de la coalición? ¿Tienen esos partidos o algunos de ellos representación en ese cuadro negociador? ¿Cuáles son los puntos de partida de esas conversaciones? ¿Cuántos ministerios aspira a retener Sumar y cómo los repartiría?

Algunas de estas cuestiones son las que han puesto sobre la mesa ya algunas voces, por ejemplo, dentro de Podemos, que esta semana sostenían que pedirían entrar en ese equipo negociador y que consideraban que lo justo sería obtener al menos un ministerio dentro del futuro gobierno y además elegir ellos a la persona, un asunto que había rondado la mesa de las primeras negociaciones entre Díaz y Podemos antes del lanzamiento de Sumar en Magariños. 

En el entorno de Yolanda Díaz aseguran que las conversaciones están siendo de máxima discreción y que la vicepresidenta segunda en funciones se ha reunido con todas las partes que componen la coalición, pero las advertencias de Podemos dan cuenta de que, más allá del acuerdo al que se llegue con el PSOE, el reparto interno será también motivo de tensiones. No es un escenario diferente al de hace cuatro años, después de que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias firmaran el primer acuerdo para un gobierno de coalición desde la recuperación de la democracia. 

Entonces, el líder de Podemos tuvo que hacer intensos equilibrios internos para contentar a todas las partes: su partido, que había obtenido mayor peso en diputados (23), se quedó con una vicepresidencia y dos carteras, ofreció a los comuns otra y a Izquierda Unida, otras dos, aunque los de Alberto Garzón no consideraban parte de su cuota la de Yolanda Díaz, que se había dado de baja de ese partido meses antes por discrepancias con su partido precisamente por las negociaciones con el PSOE. El reparto en aquel momento no fue únicamente de ministros. Varios cuadros de Izquierda Unida, por ejemplo, entraron en carteras de Podemos como secretarios de Estado o al frente de direcciones. 

De las elecciones 2019, el reparto de Unidas Podemos quedó aproximadamente así: 23 diputados para los de Pablo Iglesias, 4 para Izquierda Unida, 7 para los comuns y 1 para Alianza Verde. Esta vez la decisión es más complicada porque Sumar ha incluido a muchos más partidos en el acuerdo y el propio espacio de la vicepresidenta se ha constituido como fuerza instrumental con su propia cuota. Movimiento Sumar cuenta con 10 actas; Podemos, Izquierda Unida y los comuns tienen 5 cada uno; Más Madrid y Compromís cuentan con 2; y la Chunta y Més con uno cada uno.  

La construcción de un partido

Mientras Díaz desenreda el nudo debe empezar también a pensar en cómo organizar un grupo parlamentario que, una vez más, será más variopinto que nunca. Los partidos pueden pedir, como ocurría hasta ahora en Unidas Podemos, una portavocía adjunta para poder repartirse los tiempos en el Pleno y realizar ruedas de prensa separadas. 

Y aquí vuelve a aparecer Podemos, que este miércoles avanzó, en boca de Pablo Echenique, que ejercerá “autonomía política” en ese futuro grupo. Los de Ione Belarra reclaman voz propia y poder despegarse de la autonomía de voto en asuntos cruciales como ya pasó en esta legislatura, por ejemplo, con Izquierda Unida en la votación sobre la OTAN. Una autonomía, argumentan, como la que negoció Compromís a la hora de firmar el acuerdo de coalición con Sumar. 

Toda esta difícil articulación discurrirá en paralelo a la consolidación de Movimiento Sumar como una nueva fuerza política en el cosmos de la izquierda. Desde el entorno de la vicepresidenta rehúyen del término “partido” y prefieren hablar de un movimiento ciudadano, pero lo cierto es que esa plataforma ya tiene esa forma jurídica en el registro del Ministerio del Interior y contará con los órganos típicos, según sus propios estatutos, de las organizaciones políticas tradicionales. 

Esta semana, el portavoz de la campaña de Sumar, Ernest Urtasun, anunció en una entrevista en El País que después del verano se celebraría la primera asamblea constituyente de Movimiento Sumar. Esa asamblea es la que debe desarrollar después la dinámica interna del proyecto político: designar una ejecutiva o dirección, denominada Mesa de Coordinación, y una Comisión de Garantías. El partido contará con la figura de una “presidencia” que actualmente ostenta la diputada electa Marta Lois. La futura estructura será de ámbito estatal y tendrá dos tipos de militantes, los afiliados, de mayor entidad jurídica, y los “amigos” de Sumar.

A partir de aquí surgen de nuevo numerosas preguntas. ¿Estarán los partidos que ya forman parte de la coalición integrados de alguna manera en la futura militancia? ¿Permitirá Movimiento Sumar doble militancia para facilitar esa integración? La ductilidad de la izquierda a la hora de crear nuevas herramientas políticas proporciona ejemplos diversos. IU sin ir más lejos es una federación de partidos con una estructura orgánica propia. Compromís o los comuns tienen dinámicas similares. Unidas Podemos, por el contrario, nunca llegó a trascender en funcionamiento la estructura de una coalición electoral y parlamentaria. 

Este diario preguntó durante la campaña a varios entrevistados de Sumar o de sus partidos sobre estas cuestiones pero ninguno quiso adelantar demasiados detalles sobre estos extremos, algo que tampoco avanzan en privado los integrantes de la coalición. Esa discusión estratégica sucede de momento en silencio mientras los equipos negociadores del proyecto se preparan para un otoño en el que tendrán que multiplicarse para articular un grupo parlamentario, un partido político y negociar un posible gobierno de coalición. 

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