La escenificación del cambio de liderazgo en Unidas Podemos tuvo lugar este miércoles en el Congreso. Pablo Iglesias intervino por última vez como vicepresidente del Gobierno ante el Pleno. Después de un discurso de despedida que fue aplaudido por los diputados socialistas y de Unidas Podemos, Iglesias bajó de la tribuna y se acercó a la bancada azul, donde se sientan los miembros del Ejecutivo. Tras una larga sesión de control, solo quedaban dos de sus compañeras del Consejo de Ministros: la titular de Hacienda, María Jesús Montero, y la de Trabajo, Yolanda Díaz. El todavía líder de Unidas Podemos se acercó a Díaz, estiró la mano y se saludaron. “Porque fueron, somos. Porque somos, serán”, había dicho instantes antes en su último discurso en la Cámara.
Si en enero de 2020 fue el secretario general de Podemos el que lloró al confirmarse la investidura de Pedro Sánchez, esta vez las lágrimas corrieron por el rostro de la mujer que eligió como sucesora. El episodio reflejó la emoción propia de dos amigos que separan sus caminos en un momento muy complicado. Y la tensión fruto de lo que está por venir, de lo que probablemente llega antes de tiempo, cuando aún quedan decisiones por tomar y algunas ni siquiera están meditadas.
Lo único claro dos semanas después de que Iglesias anunciara su salida del Gobierno es que Yolanda Díaz lo sustituirá en el Consejo de Ministros donde ella ejercerá como jefa de Unidas Podemos. La Vicepresidencia tercera, después de que renunciara a dar una batalla que consideraba más bien simbólica con Nadia Calviño por retener la segunda, supondrá que Díaz será la interlocutora directa con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en las cuestiones que afectan a la acción del Gobierno. Ni ella ni su equipo le dieron mucha importancia al número de la vicepresidencia, como máximo referente de Unidas Podemos en el Gabinete, las cuestiones en disputa de la coalición deberá abordarlas con el presidente.
Eso no implica que Pablo Iglesias pierda la interlocución con Pedro Sánchez. Iglesias seguirá siendo secretario general de Podemos, incluso más allá de las elecciones del 4 de mayo. Mantendrá el contacto con el líder del PSOE. Seguirá representando a su organización allá donde sea convocado. Y su relevo interno en el partido no será Yolanda Díaz, salvo un giro de última hora que ni la hoy ministra de Trabajo ni su entorno contempla. Díaz no es de Podemos y desde hace un año largo tampoco tiene carné de Izquierda Unida, aunque siempre ha subrayado su militancia comunista y la tradición de la que viene, la de las Comisiones Obreras que fundó Marcelino Camacho y de la que su padre fue dirigente. Podemos es producto de otro tiempo, del momento populista que se abrió con la crisis de hace una década y la decadencia de las instituciones políticas salidas de la Transición.
El estilo de esta abogada laboralista que ocupará la vicepresidencia tercera también ha sido diferente al de Iglesias en estos años. Complementario en muchos momentos, con el vicepresidente volcado en la pugna por arrancar medidas del acuerdo de Gobierno a golpe de titular y ultimátum, y la ministra de Trabajo haciendo trabajo de despacho, pactando acuerdo tras acuerdo con la patronal y los sindicatos, para sorpresa de muchos. Díaz pretende mantener esa actitud, consciente de que ahora tendrá que dar batallas de las que antes podía prescindir porque otros lo iban a hacer por ella, en una estrategia pensada en el grupo y que, a tenor de los resultados de las encuestas, ha tenido el efecto deseado.
Aquí radica uno de los primeros problemas que pueden surgir en el relevo. Hasta ahora Pablo Iglesias ha aglutinado el liderazgo orgánico y político del espacio construido alrededor de Podemos. El órgano de debate y decisión del grupo parlamentario, la Mesa Confederal, reúne a los dirigentes políticos de los diferentes partidos que integran Unidas Podemos y, desde 2020, del Gobierno. Tras su salida de IU en 2019, Díaz mantiene solo la militancia en el PCE, socio muy menor en el espacio y sin apenas tropa, algo habitualmente clave en la contienda interna de los partidos.
Ahora habrá dos referentes sentados en esa mesa. El relevo, motivado por el adelanto electoral en Madrid, puede tener como consecuencia una profundización en la construcción orgánica de Unidas Podemos, haciendo sus deliberaciones más ejecutivas y con la integración de las diferentes fuerzas que la componen. Una idea muchas veces planteada por Iglesias, anhelada por Izquierda Unida, y otras tantas pospuesta.
El modelo no será, al menos no necesariamente, el del PNV, donde el líder del partido se mantiene al margen de la actividad institucional. Iglesias sí planea mantener su actividad institucional tras las elecciones del 4 de mayo. El virtual candidato de Unidas Podemos a la Comunidad de Madrid aspira a ser clave para una alianza de Gobierno con el PSOE y Más Madrid que desplace a Isabel Díaz Ayuso de la Puerta del Sol. Si se da ese caso, lejano según las encuestas, Iglesias reclamará formar parte del Ejecutivo, tal y como ocurrió con el Gobierno central en 2019, y con responsabilidades sobre materias relevantes. Y si las urnas deparan un nuevo triunfo de las derechas, salvo hecatombe, su plan es recoger su acta de diputado autonómico. En este caso, existen más dudas sobre cuánto tiempo la mantendría, dado que sí o sí en mayo de 2023 volverá a haber elecciones autonómicas.
La incógnita de la candidatura
Esa profundización en la construcción orgánica de Unidas Podemos, y en realidad todo el planteamiento trazado por Pablo Iglesias en su paso al lado del pasado 15 de marzo, se asienta también sobre una hipótesis todavía sin confirmar: que Yolanda Díaz sea la candidata a la Presidencia del Gobierno en las elecciones generales previstas para 2023.
Una posibilidad que todavía no han ratificado los protagonistas. Iglesias es un líder político que pone especial cuidado en el ámbito comunicativo de su labor. Y no deja nada al azar en sus discursos o alocuciones. En el vídeo en el que anunció su decisión de presentarse a las elecciones postulaba como sucesora a Díaz. “Digo algo que sienten millones de personas de izquierda en toda España si digo que Yolanda Díaz puede ser la próxima presidenta de España”, apuntaba. Para añadir. “Y toda la gente que así lo sentimos, la gente de Podemos, de IU, de En Comú Podem, la gente de izquierdas, tenemos que animar y apoyar a Yolanda para que ella, si así lo decide, y si así lo quiere la militancia de nuestras organizaciones, sea a candidata de Unidas Podemos en las próximas elecciones”. Si así lo decide.
Una semana después era Díaz quien se pronunciaba ante los periodistas y eludía pronunciarse expresamente sobre su hipotética candidatura. “Estoy volcada en mis tareas de Gobierno”, se limitaba a responder. “Tenemos bastantes problemas en el mercado de trabajo, con un paro estructural muy duro”, añadió. Y reiteró: “Estoy centrada con mi equipo en las tareas de Gobierno del país”.
Díaz reconoció ese día que se quedó de piedra, respondiendo sí a una periodista que se lo preguntó con esas palabras, cuando Iglesias le comunicó su decisión. En esa conversación concretaron los elementos de consenso, pero también quedaron patentes los disensos. El referido a la candidatura de la inminente vicepresidenta tercera, en cualquier caso, no es nuevo. En los últimos meses Iglesias y ella habían mantenido muchas conversaciones sobre la sucesión. Y la dirigente gallega siempre había rechazado postularse como candidata de Unidas Podemos en unas futuras elecciones generales.
Once días después, Díaz mantiene esa incógnita y desde su entorno apuntan que su idea es hacer el menor ruido posible, y centrarse en ser más ministra de Trabajo que nunca, aunque asuma la Vicepresidencia, con la confianza, además, de que es lo que mejor funciona para el país, para los ciudadanos, e incluso electoralmente.
¿Significa esta discrepancia que pude abrirse un cisma o una disputa entre ambos? Si algo ha quedado claro en los siete años de vida de Podemos es que lo personal es muchas veces, político. Son muchas las amistades que se han roto en este breve lapso de tiempo. Algunas más sonadas que otras. Pero ha sido una constante. Quienes les conocen apuestan por que la amistad de Iglesias y Díaz resistirá este, como antes otros embates. Que sus bases son muy sólidas.
Iglesias no fue el único que dedicó unas palabras y un saludo a Díaz en la sesión parlamentaria del pasado miércoles. Díaz también tuvo tiempo de despedirse desde la tribuna con una cita de Albert Camus dedicada expresamente a su “amigo”: “Albert Camus decía que hay personas que no se ponen del lado de los que hacen la historia, sino del lado de los que la padecen. Gracias, Pablo, porque tu trayectoria ha demostrado que haces esto último”.
Yolanda Díaz se volcará en la campaña de Pablo Iglesias del próximo 4 de mayo. Y del resultado que deparen ese día las urnas dependerá que se resuelvan en uno u otro sentido algunas de las incógnitas que ha dejado abiertas la sorprendente, y sorpresiva, decisión del, por unos pocos días ya, vicepresidente segundo del Gobierno.